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El jamón serrano se ha convertido de repente en un artículo de lujo al alcance de un grupo cada vez más restringido de ciudadanos. En noviembre de 2021, las familias riojanas consumieron 64,24 miles de kilos de jamón serrano en cualquiera de sus ... formas: envasado en lonchas, cortado a demanda en la carnicería o con la pierna del cerdo bien plantada en la despensa. Un año después, esa cifra ha caído en picado. En noviembre de 2022, en La Rioja, el volumen consumido apenas se quedó en 26,56 miles de kilos. El 58,71% menos. La caída en desgracia del jamón serrano hay que anotársela casi por entero a la inflación: su precio medio se ha duplicado en doce meses.
La crisis económica está moviendo los hábitos de consumo y va cambiando la dieta de los riojanos –quién sabe si de manera provisional o definitiva– a golpe de IPC. El Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación publica mensualmente un panel de consumo en hogares por regiones. La comparativa entre el mes de noviembre de 2021 y el de 2022, último dato registrado, permite extraer alguna conclusión suculenta, más allá del golpe que ha recibido la nutrida legión de amantes del jamón serrano.
La caída de algunos alimentos ha sido especialmente significativa. Las familias riojanas han consumido un 40% menos de leche líquida (en todas sus formas) y un 44% menos de aceite de oliva. También se ha desplomado el pescado, tanto fresco (un 9,4% menos) como congelado (un 20,18%). «En principio ninguno de ellos es imprescindible para llevar una dieta saludable, aunque me sorprende la caída del aceite de oliva, que es el más adecuado para cocinar», explica Anabel Pérez, de Nutrición y Bienestar.
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En el caso del aceite, la subida de precios explica bien el cambio en los patrones de consumo. En noviembre de 2011, las familias riojanas utilizaron 232,27 miles de litros de aceite de oliva (128,72 de ellos de categoría virgen o virgen extra). Un año más tarde, la cifra total había caído hasta los 129,04 miles de litros, aunque el virgen y virgen extra (118,43) aguantaban el tipo mucho mejor que el aceite de oliva genérico. La subida del precio medio (el 40,49%) encaja como un guante con el descenso total del consumo (el 44,45%). Aunque el impacto de la guerra en Ucrania también se ha notado en los precios del aceite de girasol, que se han duplicado, su coste sigue siendo menor y eso ha hecho que algunos consumidores hayan desertado de la oliva para aterrizar en el mundo del tornasol. El consumo de este último aceite en La Rioja ha subido en este mismo periodo de tiempo el 22,5% hasta alcanzar los 90 miles de litros en el mes de noviembre.
La explicación a la caída en el consumo de pescado es más difícil porque el precio medio –al menos según el Ministerio de Agricultura– no ha sufrido grandes variaciones e incluso ha bajado un poco. Sin embargo, su descenso en la cesta de la compra ha sido significativo, especialmente en el caso de la merluza y de la pescadilla frescas, que sí han subido de precio y de las que se han vendido la mitad: de 24,2 a 12,8 miles de kilos. El consumo de la merluza congelada, sin embargo, se ha mantenido en el entorno de los treinta mil kilos mensuales. Peor suerte ha corrido el bacalao, al que ni una ligera bajada en su precio le ha librado del desplome. En noviembre de 2021 se consumieron 38,6 miles de kilos y en el mismo mes de 2022, apenas se vendieron 20,54 mil kilos.
La convulsión en la dieta de los riojanos no parece seguir un patrón claro, aunque sí hay noticias impactantes, como las bajadas muy pronunciadas en el consumo de arroces (el 47% menos), patatas frescas (25%) y pastas (36%).
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