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Uno de los vehículos chequeados a la salida de la capital. J.R.
Resignación y fluidez sin fronteras

Resignación y fluidez sin fronteras

La normalidad cunde en los controles de carretera instalados en el límite con Álava y Navarra por donde pasan decenas de conductores y un peregrino

Teri Sáenz

Logroño

Sábado, 24 de octubre 2020, 08:22

Javier Arbelaiz disponía de una semana libre en el trabajo y el sábado viajó de Rentería hasta Roncesvalles. Se calzó unas botas cómodas pero recias, metió un puñado de ropa en la mochila y se lanzó con su perra Laika a recorrer algunos kilómetros del Camino del Santiago. «No pensaba andar más que unas etapas, estar tranquilo, pero visto lo visto, hoy me vuelvo a casa», confiesa con una sonrisa resignada en el punto que separa Viana de Logroño.

Un agente le informa de las restricciones de paso que acaban de imponerse, también para los viandantes. No hacen falta muchas explicaciones. «En Navarra ya habían limitado la movilidad y libré por los pelos; aquí me ha pillado un poco por sorpresa», reconoce. No tiene salvoconducto –«qué iba a saber yo, llevo dos días andando solo»– y muestra su credencial de peregrino para justificar lo evidente. Que es un peregrino. El único que esta mañana radiante asoma a lo largo de una vía con menos tráfico de lo habitual, junto a uno de los dispositivos donde seis miembros de la Policía Nacional velan por el cumplimiento del cierre perimetral.

Javier es la excepción. La mayoría de las personas que paran los agentes para certificar que tienen justificado pasar la frontera son conductores como Martín, que muestra la declaración responsable junto a su DNI cuando le conminan a orillarse. «Trabajo en el polígono de Cantabria, en una empresa de mensajería, y ya sabía lo que había», explica tras pasar el trámite. Su caso es de la mayoría de los que en estas primeras horas son requeridos por uno de los equipos ubicados en los accesos a Navarra y Álava. Entre conos, rotativos, barras fluorescentes y señales de advertencia, van dando paso y deteniendo a los conductores de forma selectiva. Las furgonetas y camiones con el logo de sus empresas pasan por lo general con fluidez y son los particulares a quienes se inspecciona con más detenimiento. «Yo hasta llevo el permiso plastificado de todas las veces que debo mostrarlo», comenta Julián con las manos blancas de yeso sobre el volante de su furgoneta. Se dirige a la nave de Viana donde guarda materiales de construcción. La reforma en la que anda ahora se ubica en Logroño y su día a día es un ir y venir a aprovisionarse de lo que precisa para acabar la obra.

El despliegue impone para el conductor desprevenido, pero todo fluye con naturalidad. Lo dice la normalidad con la que transcurre la jornada y lo confirma Eduardo Villar, jefe de la Unidad de Prevención y Reacción de la Jefatura Superior de Policía de La Rioja y responsable de un prolijo despliegue en coordinación con la Guardia Civil y las comunidades vecinas. «En líneas generales, la gente ya está informada de la situación y conoce lo que debe hacer». Y si no, esa es una de las funciones del dispositivo: hacer saber que solo se pueden cruzar los límites justificadamente para acudir al centro laboral, por cuestiones académicas, sanitarias o atender a personas. Y también que pueden ser sancionados con multas que pueden ir de los 600 hasta los 600.0000 euros. «La inmensa mayoría es muy consciente, entre otras razones porque ya existe la experiencia previa del confinamiento», comenta Villar. En el caso de los vehículos que son detenidos para comprobar el cumplimiento de lo establecido, se certifica que cumplen los parámetros y la documentación. Si es así continúan la marcha; de lo contrario, se les conmina a dar la vuelta.

A lo lejos, Javier da los últimos pasos mientras Laika no deja de correr a su alrededor. El camino ha llegado a su fin antes de acabar.

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