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Un empleado del Wine Fandango solicita a un cliente que le muestre el pasaporte COVID antes de acceder al interior del establecimiento. Justo Rodríguez
El pasaporte COVID se asienta en La Rioja

El pasaporte COVID se asienta en La Rioja

La hostelería de La Rioja empieza a pedir, con más aceptación que enfado entre sus clientes, el justificante de vacunación para acceder a sus locales

Luis J. Ruiz

Logroño

Sábado, 18 de diciembre 2021, 21:36

No duele, no cuesta dinero y desde que el Tribunal Superior de Justicia de La Rioja (TSJR) dio su visto bueno el pasado viernes, el pasaporte COVID es el salvoconducto imprescindible para poder acceder, por ejemplo, a restaurantes de más de 50 comensales, a centros hospitalarios o a residencias de mayores. En la jornada de este sábado, apenas 24 horas después de que entrara en vigor, hubo de todo: desde quien tenía preparado el documento -descargado o impreso- desde prácticamente el mismo momento en que recibió el segundo pinchazo de la vacuna hasta quien buscaba en el baúl de las excusas surrealistas un argumento pretendidamente consistente para convencer (infructuosamente) al hostelero de turno. Incluso quien hizo gala de su soberbia y altanería espetando a un camarero que quién era él para pedirle ese documento. Alguno no tuvo más remedio que darse la vuelta, claro.

El pasaporte COVID fue entrando en vigor progresivamente en la región, si bien no siempre solicitando el DNI del titular. En el Hospital San Pedro, por ejemplo, no lo hizo con las primeras luces del día, sino a lo largo de la mañana, reconocía uno de los responsables del control de accesos al área de hospitalización. «El 85% de los que vienen no lo tienen», calculaba mentalmente mientras cotejaba que el nombre del certificado (sin escáner alguno que informara de la legalidad del documento) que le mostraba un visitante coincidía con el documento que le autoriza a acceder a las instalaciones sanitarias. Si no coincidían o faltaba uno de los dos, les redirigía a la zona de recepción para que le explicasen cómo actuar.

Hubo a quien la puesta en marcha del pasaporte en el San Pedro (a media mañana) le pilló en el café: «Lo tengo arriba, déjeme subir y lo bajo, que tengo a mi marido en estado crítico», rogaba una mujer a uno de los vigilantes, que se veía obligado a frenar a buena puerta de los que trataban de subir a las plantas. «He pasado la noche arriba, he bajado y al intentar regresar me han dicho que no podía pasar. Ahora me baja mi hijo el pasaporte», sostenía otra mujer que consideraba que su implantación era una buena medida. Otra, superada tras el intento de que alguien le descargara el documento en la distancia y se lo enviara, desistía: «Déjalo, déjalo. Que me voy a casa. Me voy a casa», decía en un tono ligeramente elevado para un hospital. Como si la intensidad de sus palabras fuera el argumento definitivo que demostrara que, pese a todo, tenía razón.

El responsable de seguridad del área de hospitalización le pide a un visitante que le muestre el pasaporte COVID en su móvil. Justo Rodríguez

«Su ámbito temporal [el de la exigencia del pasaporte COVID] alcanzará, una vez publicado en el Boletín Oficial de La Rioja [el jueves], desde su autorización preceptiva por la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Superior de Justicia de La Rioja, hasta el día 20 de enero de 2022». Ese párrafo, junto a la notificación del visto bueno judicial al Ejecutivo poco antes de las 15 horas del viernes, hace que -más allá de interpretaciones interesadas- desde ese instante el certificado se pueda pedir «a personas de 12 o más años de edad para acceder a hospitales, centros de servicios sociales, discotecas, salas de baile salas de fiesta, bares con licencia especial, restaurantes con aforo de más de 50 comensales y eventos multitudinarios de carácter cultural en espacios interiores con consumición de comida y bebida de más de 1.000 personas». Y la hostelería de la capital riojana se lo tomó al pie de la letra. Alguno, incluso solicitándolo en la noche del mismo viernes.

En pleno corazón de la ciudad, en el Wine Fandango, unos carteles colocados en todas las puertas del local invitaban a quienes buscaban un espacio para tomar un aperitivo a esperar a que un trabajador del local cotejara su pasaporte COVID. «Hay gente que cuando se lo pides, se da la vuelta y no entra, bien porque no lo lleva o porque no lo tiene...», explicaba Beatriz Martínez, gerente del local. Con buena parte de las reservas de grupos anuladas por el repunte de casos, la petición del pasaporte «sorprende a quien ya había pedido fecha. A los nuevos, a los que están reservando ahora, les estamos recordando que lo tienen que traer», explicaba mientras al local llegaban Francisco Javier Castro y Flora Pascual. «Es la primera vez que nos lo piden, sí, y nos parece una buena medida de seguridad», asumían mostrándolo.

A través de una web y desde sus móviles, los responsables del local escaneaban los códigos de los pasaportes, una labor «necesaria», asumía la gerente, reconociendo que en ocasiones puede jugar en contra de los bares más grandes en beneficio de otros más pequeños en los que no sea necesario el pasaporte para, por ejemplo, tomar un vermú.

En las puertas del establecimiento, por momentos, surgían pequeñas filas de espera y alguno que otro se tenía que dar la vuelta... tras intentar esquivar el pasaporte. «No, no me he preocupado de descargármelo hasta ahora», reconocía a su pareja un hombre mientras subían las escaleras exteriores del local camino de Vara de Rey; «Es que no tengo móvil», le contaba al empleado otro cliente. También apareció el espíritu del Grinch, ese duende enfurruñado con la humanidad (la versión literaria de los haters de las redes sociales): «Así, poca clientela les va a entrar», decía, ofuscado, un último cliente vetado con un tono que sonaba como si lanzara un mal de ojo al negocio...

Escaneando códigos en el Wine Fandango. Justo Rodríguez

En otro de los laterales del Espolón, en el de Muro de la Mata, los comensales de Tondeluna (el restaurante logroñés de Francis Paniego) también eran invitados a presentar sus pasaportes COVID. Uno de sus comensales era un experto usuario del mismo. Con el escudo del Vaticano en el reverso, el código QR en el anverso y todo debidamente plastificado, su titular explicaba que «en Austria y en Irlanda lo piden en todos los sitios. ¿Roma...? Roma es otra cosa. No lo he necesitado».

En la calle Bretón de los Herreros, pared con pared, la Hamburguesería Bococa y La Tratoría representan las dos caras de la nueva realidad: en el primero de ellos no hace falta pasaporte alguno para poder acceder; en el segundo, sí. «¿Significa eso que en mi local no te puedes contagiar y en el otro sí?», se preguntaba la responsable del Bococa abriendo así un debate sobre los posibles efectos que tendrá la medida.

A expensas de conocerlos, los innegables son, decía, los del repunte de casos positivos: «No hay nada de jaleo. Esperábamos que pudiera ser un buen fin de semana pero entre el tiempo, que no ayuda, y la situación con tanta gente positiva, se está anulando casi todo», lamentaba. Unos efectos, aseguraba, que se trasladan también a otros negocios no puramente hosteleros que han empezado a recibir anulaciones de algunos pedidos para Navidad ante la cancelación de celebraciones familiares.

«Me parece perfecto que pidan el pasaporte», celebraba un cliente a punto de entrar a La Tratoría: «Vengo mucho más tranquilo y si sirve para que la gente que no se ha vacunado lo haga, pues mejor».

Los tres tipos de pasaporte aceptados en los establecimientos

Existen tres tipos de certificados válidos, en soporte digital o en papel, para poder acceder a los espacios limitados por el acuerdo del Consejo de Gobierno avalado por el Tribunal Superior de Justicia de La Rioja: el de vacunación (se puede descargar en https://cvd.riojasalud.es/; el de prueba diagnóstica, que caduca a las 72 horas (PCR) o a las 48 (la de antígenos realizada por profesionales en centros autorizados) desde su realización; y el de recuperación, que se emite tras pasar el COVID-19 diagnosticado por prueba válida por la autoridad competente, y que caduca a los 180 días desde el resultado inicial positivo.

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