En un día tan funesto, cuando se ha registrado el mayor número de fallecimientos por culpa del coronavirus en La Rioja, conviene también echar un vistazo a las personas que cayeron con el COVID-19 y lo superaron. Son muchos. Son muchísimos más de los ... que dicen las estadísticas, que, al menos hasta que no haya pruebas de diagnóstico generalizadas, resultan muy poco fiables. Esos números dicen que en La Rioja hay 843 personas oficialmente 'curadas', con altas hospitalarias u ambulatorias. Algunos tienen que pasar todavía un tiempo en convalecencia o extremando las precauciones, pero ya se ven libres del bicho. Unos las pasaron canutas y otros, sin embargo, lo vivieron como una gripe benévola; pero todos ellos aportan hoy un mensaje de esperanza.
Publicidad
Desde el expresidente Ceniceros, que reconoce emocionarse cada vez que oye los aplausos desde los balcones, hasta Rosario Díaz, que ha superado el virus a los 84 años y cuyo único síntoma, además de un poco de fiebre, fue una pérdida total de apetito. Peor lo pasó Marta Sáez, que acaba de concluir su convalecencia con un mensaje positivo: «Con que nos demos cuenta de que cuanto mejor le vaya al vecino mejor nos irá a todos, algo habremos ganado».
José Ignacio Ceniceros
SANDRA CARMONA
En la soledad de su habitación, José Ignacio Ceniceros lleva 12 días buscando refugio en las vistas que,a través de su ventana, le permiten admirar la belleza de un paisaje que preside en el horizonte el castillo de Clavijo. Sin poder contener la emoción, confirma que ya no representa un riesgo: «Ayer mismo me comunicaron que la prueba ha dado negativo». Aún así, prefiere completar bien la cuarentena y «proteger a mi mujer que es sanitaria», por lo que ha decidido que seguirá confinado hasta Jueves Santo.
Quien fuera presidente del Gobierno de La Rioja la pasada legislatura, se recupera de su convalecencia tras haber permanecido nueve días ingresado en el Hospital San Pedro. No lo duda un segundo:«Lo mejor ha sido la labor de los sanitarios, a los que ni siquiera podías ver los ojos pero que eran capaces, aún así, de transmitir ánimos; también la del personal de limpieza, los celadores, los empleados de la cocina... ha sido increíble comprobar cómo trabajan todos sin descanso y sin que su ánimo decaiga nunca», relata.
Publicidad
Manifiesta que han sido muchos los mensajes que le han servido para levantar el ánimo pero confiesa que hubo una llamada que le emocionó especialmente: «Fue cuando mi amigo José Ortega Lara, capaz de soportar en aquel zulo 550 días, me hizo llegar su apoyo; no supe qué decirle... lo suyo sí que fue una heroicidad», admite. «Esto no, quedarse en casa para contribuir a la protección colectiva es lo menos que podemos hacer», defiende al tiempo que reconoce que lo que más desea es que llegue el día de poder «subir a la ermita de mi pueblo, dar las gracias a la patrona y respirar el aire fresco de Cebollera». «Me dicen también que brinde con un Rioja, pero eso no puedo hacerlo todavía», explica al tiempo que esboza una risa cómplice.
Detalla que ha perdido 6 kilos de peso pero que, respecto a todo lo demás, ha salido ganando: «Me siento afortunado por haber salido de ésta e imagino que, como a todos, estoy agradecido por esta experiencia me esté ayudando ahora a ver las cosas de otra manera más positiva». Tanto es así que reconoce: «Lloro cada vez que escucho alguna de las canciones que son ya himnos de esta pandemia, cuando salgo al balcón a aplaudir o veo imágenes de los sanitarios, que no decaen». Destaca también que se siente «muy orgullo del ejemplo de solidaridad que está dando La Rioja».
Publicidad
Daniel Alonso Abad
JAVIER ALBO
Daniel Alonso ve desde su ventana un cielo especialmente azul, que le hace pensar en que la propia atmósfera se está regenerando por la menor contaminación derivada de la inactividad por el coronavirus. A eso, a pensar, dedica parte de las 24 largas horas del día que enmarcan su habitación, en la que se aisló hace casi un mes, cuando unos fuertes dolores musculares, seguidos de mucha fiebre, llegaron como tarjeta de visita del COVID-19. Su mujer está en el grupo de riesgo. «Solo me acerca la comida y se va», cuenta. También lee, ve la tele, repasa Facebook... Y, en su habitáculo, también se ha sentido «tremendamente abandonado», con la excepción –subraya– de su médico del centro de Salud, Francisco Crespo, de quien relata que se ha portado maravillosamente con él. «No sé si estoy en el grupo de curados, de enfermos o de muertos», dice en la relación con las noticias de los medios de comunicación, «porque no me ha llamado nadie». Llegó a perder hasta 12 kilos, pero ya se encuentra recuperado, a la espera de que lo confirme la prueba que le hicieron el viernes, tras insistir telefónicamente en que seguía allí. «Tengo ganas de retomar la vida y de estar con mi mujer», dice.
Publicidad
Jorge Sánchez Bartolomé
JAVIER ALBO
Sánchez ha pasado «al segundo grado», una vez superado el coronavirus. Así define el calceatense, con humor, el hecho de haber podido salir de su habitación y moverse por el resto de la casa e, incluso, ir a hacer la compra.
Publicidad
Durante su aislamiento ha llorado en soledad la pérdida de seres queridos, en especial de su amigo Enrique, con 50 años, sin poder despedirles como se merecen, ni estrechar un abrazo con la cuadrilla.
Por otra parte, ha aprovechado todo este tiempo –sigue en ello– para retomar proyectos aparcados, como la elaboración de un documental sobre la música punk en La Rioja Alta, a través de videollamadas, redes sociales etc. También saca conclusiones de la situación: una, «nuestra vulnerabilidad, no solo como país y Unión Europea, sino como Humanidad», Otra, la constatación de «no poder depender de nuestro propio sistema de producción», y, como dato positivo, apunta que «por primera vez, España está unida. Tenemos un enemigo común, que es el virus y además estamos valorando más a nuestros servicios y trabajadores públicos», subraya.
Noticia Patrocinada
Marta Sáez
JAVIER ALBO
Marta Sáez empezó, como muchos, con lo que parecía una gripe: malestar general , cansancio... «Lo achacaba al trabajo, porque estábamos a tope con el tema de abastecimiento de supermercados», cuenta de su labor en la empresa. Despues llegaron los escalofríos. El termómetro le marcó 38,8º. Preocupada, llamó al teléfono del Coronavirus y, tras enumerarles sus síntomas, le pidieron que se aislara en una habitación de su domicilio y que adoptara las medidas de rigor. En la prueba privada que le hizo la empresa dio positivo. Mañana lunes le toca volver al trabajo, tras tres semanas de baja, una de 'propina' por prevencíón .
Pese a que tomó todas las medidas, también se contagiaron su hija y marido. La joven es de riesgo. «Por poco me da un síncope», recuerda Marta, al ver que la hija empezaba a tener fiebre. Afortunadamente, al día siguiente la situación de la menor ya era bastante mejor. «Hasta hoy», cuenta felizmente la calceatense. Quizá ese fue el peor momento de su cuarentena, en la que subyace, como un dolor constante, «no poder ver a los tuyos, a mi gente. O, al principio, ya que yo era la única que estaba mal, ver a tu hija y no poder darle un beso».
Noticia Relacionada
El confinamiento libera los sentimientos. Aún con toda, Marta está convencida de que «de esto vamos a sacar algo bueno. Seríamos muy borricos si no aprendiéramos nada», afirma. Ella, de momento, ya va sacando sus propias conclusiones, que en muchos casos vienen a confirmar otras previas. «Muchas veces nos enfadamos por tonterías. Entiendo que hay que ser más tolerante, tener una actitud más positiva ante la vida e ir a lo que verdaderamente importa, que son las personas», dice. Sabe que el ser humano tiene poca memoria, pero aún así es optimista. «Con que media docena de personas se den cuenta de que aquí estamos de paso y que cuanto mejor le vaya al vecino mejor para todos, algo habremos ganado», asegura.
Publicidad
Francisco Javier Gutiérrez Moreno
DIEGO MARÍN
Francisco Javier Gutiérrez Moreno celebró el pasado viernes su 36 cumpleaños en su casa, aunque aislado en una habitación, sin entrar en contacto con su familia. Y es que el 1 de abril salió del hospital San Pedro de Logroño después de permanecer una semana ingresado por haberse contagiado de Covid19. Autónomo dedicado a la distribución, viaja mucho, es socio del Alavés (asistió al Alavés-Valencia) y es entrenador en el EDF Logroño, así que no sabe cómo pudo haberse contagiado.
Publicidad
«Empecé con síntomas el 14 de marzo, primero con un poco de fiebre y tos y después con dolor de cabeza y diarrea, así que me puse en contacto con el Seris, me hicieron pruebas y al verme una mancha en el pulmón y tener patologías previas, puesto que soy diabético, me ingresaron el 25 de marzo», recuerda Francisco Javier Gutiérrez, quien, eso sí, destaca que «el trato del personal del hospital San Pedro ha sido genial, toda la gente allí está súper volcada».
Ahora ya en la fase final de la convalecencia, espera a que mañana le hagan un frotis por el cual, dependiendo del resultado, deberá estar 48 horas o quince días más en aislamiento. Y es que, aunque ya ha regresado a su domicilio de Lardero, no entra en contacto ni con su esposa ni con su hijo, por su seguridad. «Es una fase dura, pero ya estoy fuera de peligro. Yo he estado estable en todo momento, no he necesitado oxígeno», relata Francisco Javier.
Publicidad
La celebración de su cumpleaños fue, sin duda, diferente, conviviendo bajo el mismo techo que su familia pero aislado de ella. «Estoy entretenido, juego a la consola, recibo muchas llamadas... La gente se preocupa bastante y eso es de agradecer», confiesa. Además, para celebrarlo, aunque sea solo, le prepararon paella y una tarta con vela que soplar. «En realidad es un día cualquiera, veo la televisión, hablo con mi familia... Solo que es durillo no poder estar cerca», admite.
Jesús y Loreto
SANDRA CARMONA
Publicidad
Jesús es médico de Urgencias en la Fundación Hospital de Calahorra. Esta mañana ha regresado a casa tras reincorporarse a su segunda noche de guardia, después de permanecer tres semanas en cuarentena. A su llegada, le esperaba su pareja, Loreto. Ella es enfermera. Ambos engrosan la numerosa lista de sanitarios de La Rioja que conocen bien lo que implica haberse contagiado del COVID-19. Contrajeron el coronavirus tras atender a pacientes que, en principio, habían ingresado en el centro aquejados de una patología ajena al virus pero que, sin embargo, sí lo portaban.
Ocurrió a principios de marzo. En esos días, los protocolos sanitarios se sucedían uno tras otro sin llegar a consensuar una forma de actuación claramente definida. Tampoco los sanitarios contaban aún con la adecuada protección. «Había que reutilizar las mascarillas porque no vas a dejar de atender a los pacientes», relata Jesús.
Tal es el caso que, sin ser siquiera conscientes del riesgo, los dos se habían expuesto ya. Y entonces ocurrió. Los dos corrieron la misma mala suerte. «Presentamos síntomas, nos sometieron a la PCR y dimos positivo», explican. De repente, se vieron confinados en su domicilio, «impotentes por no poder ayudar a los compañeros» y con la inquietud de no saber la evolución que podría ir adquiriendo la enfermedad en ellos mismos. «No dejamos de ser seres humanos por ser sanitarios, está muriendo mucha gente y hay miedo», confiesa Jesús.
Ninguno contaba con factores de riesgo o patologías previas, pero a Loreto contraer coronavirus le ha acarreado serias consecuencias para su salud: «Me dieron un tratamiento antibiótico que no me fue bien y ahora están probando con otro», explica mientras tose con intensidad y relata que aún tiene días de fiebre.
Publicidad
Se emociona y rompe a llorar al dar las gracias por la ayuda a la familia, los amigos y compañeros: «No tengo palabras para describir todo lo que han hecho por nosotros». Han vivido de cerca, en carne propia y ajena, de lo que es capaz este virus y por eso remarcan: «Lo más importante es transmitir que de ésta se sale».
Ana Visairas
ÁFRICA AZCONA
Ana Visairas Blanco, 54, años, es profesora de inglés en Jesuitas. Justo cuando anunciaron el cierre de los colegios fue cuando notó los primeros síntomas.
– ¿Qué sentía?
Empecé con febrícula y a sentirme mal, pero como no tenía problemas respiratorios, me dijeron que bastaba con paracetamol. Estuve así 10 días y cada vez me encontraba peor. Volví al centro de salud y di un nivel de saturación bajo. Primero me confirmaron la neumonía, luego el coronavirus. He estado en el San Pedro 9 días.
– Y se le vino el mundo encima...
– Yo tenía claro desde el principio que era positivo. En mi casa lo han tenido todos, pero sin pasarlo tan mal... He pasado miedo por la incertidumbre y porque estás sola todo el día. Los sanitarios son todos muy profesionales, pero hay muchos pacientes y esta es una enfermedad muy contagiosa. Eso sí, desde mi habitación de la quinta he tenido unas vistas estupendas.
Publicidad
– ¿Cómo se entretenía?
– El móvil para hablar con mi familia y mis amigos me ha dado la vida, y me he leído un libro de 500 páginas.
– ¿Qué tal se encuentra?
– Bien, ahora aislada en casa. Las placas las repitieron porque la medicación tiene muchas contraindicaciones y salió algún desajuste, pero ya estoy bien. Esto no es como una gripe, es mucho peor. A mí me dolía la cabeza..., pero estoy feliz de que el aire me dé en la cara y me reconforta el abrazo que medio una enfermera y que nunca olvidaré.
Rosario Díaz
ÁFRICA AZCONA
La logroñesa nacida en Munilla, Rosario Díaz, representa la esperanza para los mayores de 80 años. Ella tiene 84 y a mitad de semana le darán el alta tras el negativo en el último test que le acaban de realizar en el CRMF de Lardero. Cumplirá entonces un mes desde su ingreso «inesperado» en el San Pedro. «Mi médica me mandó antibiótico para la garganta, pero como seguía con molestias, decidió hacerme placas y algo vio, porque de pronto me dijo: viene la ambulancia para llevarte al San Pedro». Desde entonces su doctora, Gloria Angulo, ha llamado en reiteradas ocasiones para interesarse por ella. «Soy la única infectada, nadie de mi familia, ni mis amigas con las que tomo café o juego la partida tiene nada», comentaba ayer desde de la soleada terraza que comparte, guardando la distancia obligatoria, con otras cinco mujeres en el centro de Lardero, todas más jóvenes. «No he tosido ni una vez, tuve alguna décima y nada más..., lo único que dejé de comer, igual que traían la bandeja se la llevaba, No sé dónde me pude contagiar, si en el autobús, en el supermercado...». Como positivo, dice que todos los que le han atendido en los dos centros, desde el personal de la limpieza hasta todo el personal sanitario, «no han podido ser más amables». «Aquí en Lardero tenemos habitaciones individuales, el mejor menú («ayer costillas rebozadas») y televisión. «No veo las noticias, continuamente hablan de muertes y asusta...». Ahora que ya ve la luz, querría ir a la peluquería, pero ya le han dicho que no están abiertas... Su sueño es volver a la rutina, sin olvidar a su compañera de habitación: «Su marido murió estando ingresada, pero reaccionó con gran entereza».
¡Oferta 136 Aniversario!
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
El legado vikingo que revive en un pueblo de Burgos
BURGOSconecta
Publicidad
Te puede interesar
El legado vikingo que revive en un pueblo de Burgos
BURGOSconecta
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.