Si fuera posible, el 2020 debería quedar borrado. Anular el que ha sido el año más nefasto de la historia reciente a consecuencia de una pandemia que aún se resiste a aflojar y cuyas secuelas se multiplican. Por supuesto en el frente sanitario, pero también ... sobre una economía que sigue tambaleándose con los golpes de cada ola. En ese contexto en el que todas las variables adversas parecen haberse conjurado, mantenerse en pie es ya en sí mismo un valor. Seguir adelante, aguantar, superar unos trimestres más hasta que la vacuna se extienda y la normalidad asome. Es la consigna a la que se han aferrado las miles de empresas y autónomos de La Rioja, aunque no siempre les ha sido posible cumplirla.
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Monitorizar el grado de supervivencia de ese tejido es precisamente el objetivo del estudio de Coyuntura Demográfica de Empresas del INE. Un análisis que se hace más relevante si cabe durante un ejercicio marcado por el COVID para cuantificar sus efectos y que se centra en el concepto de unidades legales empleadoras, siguiendo el patrón del directorio central de empresas (DIRCE) y excluyendo, por tanto, actividades como las agrícolas y ganaderas, servicios de las administraciones públicas, personal doméstico, etcétera.
El primer titular que arroja la estadística confirma lo previsible: 2020 ha sido la losa definitiva para una parte sustantiva del ecosistema empresarial de La Rioja. Prácticamente el 17% de los efectivos contabilizados a enero de 2020 desaparecieron doce meses después. O girando el sentido de la lectura: el 83% se mantuvo firme pese a las restricciones, la reducción del consumo, las limitaciones de movilidad, el desplome de la facturación y el resto de trabas asociadas a la pandemia. En términos absolutos, de una cohorte inicial de 8.653 emprendedores en la comunidad, un año después quedaron en pie 7.211 repartidos de forma desigual. Pero si el cuadro de situación en La Rioja es malo, todavía resulta peor a escala nacional. Las mismas fuentes recogen que el grado de supervivencia en el conjunto del España durante el pasado ejercicio no llegó al 80%, dejando un saldo final de entorno a 238.000 efectivos menos.
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No siendo similar el grado de mantenimiento de los negocios, lo que sí fue análogo es el ritmo de desaparición. Un declive que fue acentuándose con cada trimestre, en paralelo al comportamiento del virus y las medidas implementadas en cada territorio para tratar de frenar la expansión de la enfermedad. El primer tramo del año se erigió como el más crítico, y hasta abril de 2020 la ratio de supervivencia en La Rioja apenas superó el 90%. De ahí hasta finales de año fue menguando con una intensidad más moderada hasta el 83,3% definitivo del final del ejercicio.
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Otro de los titulares que pueden inferirse del pormenorizado chequeo del INE es que el impacto no se ha repartido por igual entre los sectores. Muchos lo han pasado mal, pero unos cuantos aún peor. Tampoco es fácil establecer un ranking del castigo económico del COVID. En términos absolutos los ramos más vinculados al consumo directo son los que han mismo sus filas más mermadas. Sin embargo, las reducciones en términos relativos han sido especialmente acusadas en otros, donde la supervivencia del conjunto se ve así seriamente amenazada tras un año demoledor. La hostelería y el comercio al por menor (al margen de vehículos de motor y motocicletas, según el CNAE) son dos de los que han experimentado mayor cantidad de bajas. En torno a 350 en un caso y casi 200 en el otro, donde los ERTE y las diferentes líneas de ayudas desplegadas han sido insuficientes para mantener sus verjas levantadas. Un castigo igualmente duro han sufrido otras ramas de actividad como la que encabezan los gimnasios (incluyendo servicios deportivos en general) o educación (academias y centros de formación). En ambos, además, con el añadido de que su tarea se programa en gran medida con la perspectiva de un curso completo, de modo que las restricciones que se han ido imponiendo o flexibilizando impidieron un desarrollo razonable de su actividad dentro de anormalidad de la coyuntura social y sanitaria.
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Las industrias de la construcción y el calzado riojanas tampoco salieron indemnes de 2020. Es lo que refleja el INE, aunque las cúpulas de ambos sectores instan a desgranar la estadística y tomarla con cautela, ya que las bajas al primer vistazo de realidad no son tan elevadas. Donde los datos sí son fieles es en áreas como servicios de jardinería, donde los impedimentos derivados de la pandemia han hecho un daño agudo, sin ayudas suficientes para capear el vendaval.
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La cara más optimista de la moneda la presentan sectores de un volumen notable que presentan una supervivencia del 100%. Es el caso de las actividades veterinarias, asistencia en establecimientos residenciales o la fabricación de productos de caucho y plástico.
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