Alumnos y profesores del IES Sagasta, el pasado mes de marzo, recogiendo material en el centro. JUAN MARÍN

La educación riojana se virtualiza bajo la amenaza de la brecha digital

La comunidad educativa aboga por un cierre del curso más ligero que sirva para mejorar las notas logradas por los alumnos hasta el estado de alarma

Luis J. Ruiz

Logroño

Miércoles, 15 de abril 2020, 07:25

Con el sanitario, el sistema educativo fue uno de los primeros recibir el impacto de la crisis sanitaria. No tanto en lo que a casos confirmados se refiere, sino en la toma de decisiones que supusieron cortar de raíz la rutina educativa. El 10 ... de marzo La Rioja ordenaba el cierre de todas las aulas de la región durante 15 días, medida que el propio consejero de Educación, Luis Cacho, reconoce ahora, es más que probable que se prolongue hasta el final del curso.

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A partir de esa medida, una concatenación de comunicados ha modulado el escenario educativo regional: se permitió, «con retraso», apostillan los sindicatos, el teletrabajo a los docentes; se elaboró un plan de educación a distancia para seguir con las clases y con materia; se aplazaron a 2021 las oposiciones; se retrasó a julio la EBAU; y se ha adquirido material informático para esquivar la brecha digital. Esa es la clave. La brecha digital, el riesgo de que algunos alumnos se queden por el camino por no contar con recursos suficientes para la educación a través de Internet. Tres de cada diez, según Cacho, pueden estar viviendo esa situación.

Y sobre ese riesgo pivotan buena parte de las dudas que sobrevuelan al sistema educativo. Sobre todo una: ¿Qué hacemos con el tercer trimestre? Se sabe lo que no pasará: ni aprobado general ni cierre prematuro del curso.

Gustavo Navas (ANPE Rioja), Mikel Bujanda (CCOO), Esteban García (FAPA Rioja) y Carlos Torres (Concapa) comparten con la Consejería la premisa básica: nadie se puede quedar atrás. También la de descartar el aprobado general. «No es justo que un alumno que se haya esforzado y otro que no, obtengan la misma calificación», sostiene Navas, que aboga por un punto intermedio entre ese extremo y el de suspensos derivados de esa brecha digital. La respuesta la encuentran todos en la evaluación continua: «Debe ser lo más flexible y abierta posible y este periodo de confinamiento debe servir para mejorar o recuperar la evaluación final», sostiene Bujanda, que al igual que González considera que las calificaciones deberán asentarse sobre lo ya evaluado durante los dos primeros trimestres.

«No nos podemos resignar a dar por perdido el resto del curso», considera Carlos Torres quien, incidiendo en que todos los alumnos deben tener las mismas oportunidades, aboga por «intentar avanzar materia en la medida de lo posible» al tiempo que se articula una evaluación cimentada en los dos primeros trimestres y para lo que los profesores deberían recibir «algunas pautas».

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En cuanto a los plazos temporales, también hay unanimidad en respetar un calendario que, incide Bujanda, «deberá recuperar los exámenes de septiembre para quienes necesiten recuperar materias». En todo caso, la repetición de curso, abundan, deberá ser «una excepción» y no una derivada del confinamiento o de la ausencia de recursos.

En esa nueva reconfiguración del sistema, la EBAU («habrá que realizarla sin restar oportunidades a esta promoción», dice Torres sobre una prueba para la que todos piden flexibilidad) es la pieza clave que acabará articulando el escenario y el calendario del próximo curso en el que, desde FAPA Rioja, se aboga por recuperar todos los contenidos básicos de este trimestre como forma de evitar que la brecha digital y la realidad de cada familia acabe pasando factura a los alumnos.

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También desde Escuelas Católicas consideran que el aprobado general no es la mejor opción para curso actual. “Eso supondría desmotivación para el alumnado y creo que hay que premiar a los que se están esforzando”, explica Ana Isabel Preciado, presidenta de Escuelas Católicas de La Rioja, que comparte lo complicado de la situación actual para todo el sistema educativo.

“Desde el primer momento nos hemos puesto manos a la obra para tratar de minimizar las consecuencias” en el alumnado y conseguir en ninguno se quede atrás, recordando que después de que “cada uno de los centros haya elaborado el plan de educación a distancia” ahora están “a la espera de la Consejería y de la partida de dispositivos que supuestamente tienen que llegar para que los alumnos de familias vulnerables” puedan continuar con su aprendizaje, completa la responsable de Escuelas Católicas, entidad en la que se agrupan 26 centros religiosos de la región.

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La evaluación continua llega a la Universidad de La Rioja para esquivar el efecto COVID-19

A estas alturas, la Universidad de La Rioja y sus alumnos tendrían que estar acelerando el paso para llegar a los exámenes de junio con méritos suficientes como para superar las materias y con Julio Rubio o Juan Carlos Ayala ocupando el despacho principal del edificio del Rectorado. Pero ni habrá exámenes en junio ni, de momento, se han instalado urnas para que la comunidad universitaria elija quién quiere que pilote esta nave educativa los próximos cuatro años. Todo (o casi todo) sigue en fase de hibernación.

Como el resto del sistema educativo riojano, las aulas de la UR se cerraron el 11 de marzo. Unos días después lo hizo el entonces ya limitado servicio de biblioteca. Finalmente, la UR dio el salto a Internet para afrontar el final del curso de manera no presencial.

En esa nueva realidad, el Campus Virtual de la UR se ha configurado como la vía de docencia habitual y prácticamente desde el inicio del estado de alarma en el espacio en el que interactuan docentes y alumnos.

Ese será su hábitat natural hasta completar las clases pese a que la UR, a diferencia de lo acordado por otras universidades, no ha cerrado las puertas definitivamente al regreso de los alumnos. Llegado el caso, será algo «muy excepcional» en pequeños grupos y previa autorización del consejo de dirección, explicaba el secretario general de la UR, Javier García Turza,

Resuelta esa primera duda al grueso de los alumnos, quedan por despejar dos incógnitas. La más sencilla, a priori, parece que es la del sistema de evaluación toda vez que existe cierto grado de unanimidad entre las universidades españolas de apostar por la evaluación continua. «Se ha creado un grupo de trabajo para analizar alternativas, pero esa será la solución más adecuada para la mayor parte de las asignaturas», explicaba García Turza descartando los exámenes 'on line'.

Así, en el aire y pendientes de decisión quedan cuestiones como la defensa de trabajos fin de grado o fin de máster o, incluso, la de prolongar el curso más allá de lo inicialmente previsto para compensar los días en los que la actividad estuvo parada.

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