Lo menos importante

Entiendo que sigan dando clase por vías telemáticas y valoro (mucho) el esfuerzo de sus profesores por mantener un cierto orden académico, pero la educación ahora no me preocupa lo más mínimo. Si acaso puedo entender la zozobra de los alumnos que este año se van a ver en el trance de superar la EBAU, pero en los demás casos creo que podrán aguantar este aparente frenazo en su formación académica sin sufrir rasguños perceptibles. La materia que no den en mayo ya la recuperarán en septiembre. O en octubre. Igual así nos damos cuenta de que los temarios tan apretados son en última instancia ineficaces y solo conducen a la melancolía. Más aún, tal vez los padres debamos aprovechar este momento para insuflar en ellos la consciencia de que están viviendo un momento extraño y terrible, del cual pueden extraer conclusiones (estas sí) profunda y radicalmente educativas. Por ejemplo: que ya no son ellos lo más importante del mundo ni el centro de ningún universo; que el ser humano es sorprendentemente frágil; que el estudio y la investigación resultan esenciales para el futuro de la humanidad; y que sus pequeñas cuitas (el aburrimiento, el encierro, las pataletas) son menudencias irrelevantes en comparación con el sufrimiento silencioso de los ancianos. Sobre todo, con el de aquellos viejillos que deben soportar esta cuarentena solos o recluidos en residencias, sintiéndose desnudos y amenazados.

Ya tendrán tiempo los chavales para ocuparse otra vez de los complementos circunstanciales o de las ecuaciones de segundo grado. Ya volverán a jugar al fútbol. Ellos sí que tienen toda la vida por delante.