Diario del año del virus (13): Fuentes bien informadas

La cosa huele mal, y en todos los aspectos | Continúa el relato escrito por los redactores de Diario LA RIOJA

Sábado, 4 de abril 2020, 18:41

El móvil de Martín sonaba y sonaba, con el tango 'Cambalache' como tono de llamada entrante: «Que el mundo fue y será / Una porquería, ya lo sé. / En el quinientos seis/ y en el dos mil, también. / Que siempre ha habido chorros, / Maquiavelos y estafaos, / ... contentos y amargaos, / varones y dublés...». Pero el periodista argentino roncaba a pierna suelta, hasta que su esposa lo zarandeó con tanto ímpetu que casi se cae de la cama.

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–Pero... qué coño –balbuceó, al tiempo que se restregaba las legañas con los nudillos de ambas manos–. ¿Dígame?

–¡Martín! –El aullido del redactor jefe lo acabó de despertar–. Vístete, aprisa, y pásate con el coche por la casa de Juan, que ya he hablado con él.

–¡Huevón! –Respondió el pibe– ¡Pero si son las seis de la madrugada!

–En un pispás os quiero a Juan y a ti en el polígono de El Sequero –el redactor jefe desoyó las protestas de Martín–. La Guardia Civil ha montado un dispositivo de la leche en un pabellón con animales muertos.

Al argentino se le abrieron los ojos como platos al acordarse de los jabalíes descompuestos que habían hallado en la lonja de Luis.

–La cosa huele muy mal, y en todos los aspectos –siguió hablando el redactor jefe ante el silencio de su subordinado

–Ya te creo, ya –se despidió Martín.

Cuatro horas más tarde, la redacción comenzaba a bullir... pero como una cafetera gripada. De hecho, los cuatro periodistas que habían acudido al diario de forma presencial –los demás teletrabajaban virtualmente desde sus casas por culpa del COVID-19– hacían más ruido que entre veinte.

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–A ver, chicos –reunió el redactor jefe a los presentes, guardando, eso sí, un metro y medio de distancia–. Martín y Juan continúan en El Sequero, parece que la cosa es muy gorda.

Juan Antonio, la Campos y Eduardo, el colaborador de pelota que se había incorporado a local por la suspensión de su deporte, se miraban entre sí, sobre todo los dos primeros. En la otra punta de la redacción, José Ángel seguía aporreando el teclado del ordenador con idéntica violencia que Robert de Niro golpeaba en 'Toro salvaje'.

–Parece ser que un grupo organizado se está saltando a la torera la cuarentena para cazar animales impunemente, ahora que no tienen competencia. La Guardia Civil ha descubierto en una nave cientos de cadáveres de animales congelados.

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–¡Joder, joder! –Repetía Campos por lo bajini, aunque el mazazo final aún estaba por llegar.

–Me han filtrado mis contactos que los agentes sospechan de que hay otros escondites en los alrededores de Logroño.

–¡Joder, joder, joder! –José Antonio secundó la letanía de Campos.

–Pues mis fuentes me confirman que el operativo policial ya se ha trasladado al polígono de Cantabria –se aproximó José Ángel.

–¿Y Cuáles son esas fuentes tan bien informadas? –Frunció el ceño el redactor jefe.

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–Este teletipo de la agencia Golpiza –esbozando una sonrisa, el periodista agitó el folio que llevaba en la mano.

–¡Joder, joder, joder, joder, joder...! –Insistían Campos y Juan Antonio, como el mantra que no cesa.

Sobre la una de la tarde, sonó el teléfono de deportes. ¿Qué extraño, pensó Eduardo? Si todo está parado. Con la calma que infunden los muchos años de profesión, descolgó Eduardo el auricular.

–Aquí Diario La Rioja, dígame.

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–Buenos días, mi nombre es Ander Gutiérrez, le llamo de Madrid, del periódico 'La Sinrazón'.

–Dime chaval –Eduardo pasó formalismos, pues de inmediato se cercioró de que era un pipiolo quien estaba al otro lado de la línea, uno de estos meritorios a los que siempre les encargan todos los mochuelos que nadie quiere.

–Nos han llegado noticias de un escabroso hallazgo...

–Perdona, chaval, que esto es deportes – Eduardo gesticuló con la mano a José Ángel para que le siguiera la corriente–, te paso con local.

–Local, dígame –respondió José Ángel, que apenas dejó explicarse al tal Ander–. Vale, vale. Ese asunto lo llevan los de sucesos, te paso.

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–Hola, aquí sucesos –Eduardo había cambiado radicalmente su registro de voz–. Pero, ¿por qué tipo de suceso preguntas? ¿Crímenes, drogas, robos, incendios...? ¡Ah, crímenes! Espera un momento a ver si veo al responsable... Que este es un periódico muy bien organizado, ¿eh?

–Crímenes, sí, ¿con quién hablo? –Ahora era José Ángel quien dialogaba con tono grave y circunspecto, muy diferente al suyo–. ¿Qué tipo de crimen? ¿Disparos, puñaladas, estrangulamientos? Ah, que te refieres a animales... Entonces tienes que hablar con la sección de caza. Aguarda un instante...

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Y en esa chanza seguían los dos veteranos, cuando Martín y Juan, Juan y Martín –tanto monta, monta tanto, cual los Reyes Católicos–, accedieron a la redacción. Ambos buscaron con la mirada a Juan Antonio y a la Campos, se acercaron les acercaron y, casi al unísono, como si fueran fieles devotos de Hare Krishna, se unieron a la jaculatoria:

–¡Joder, joder, joder, joder, joder...!

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