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Martín ya sabe que José Ángel lo sabe todo. Sabe que ha matado a Eduardo, pero también el argentino ha conocido algo que no sabía, la relación sexual de su compañero y la Campos. ¿Cómo evolucionará todo? Hoy es el turno de Juanan Salazar
Capítulo 24.-Juanan Salazar
Martín ... detuvo su mirada en el fondo de su agotado vaso de cerveza y reparó en que, después de tanto tiempo, quizá no conocía a sus compañeros tanto como él creía. Acto seguido entornó los ojos hacia José Ángel, mirándole, de repente, con cierta desconfianza. Después de todo, si la persona que estaba frente a él estaba al tanto de las actividades 'secretas' de Boris, ¿qué más sabría su colega sobre todo este quilombo?
Sin embargo, se sorprendió cuando el comentario que salió de sus labios no fue el que habría supuesto en un principio.
- ¡Qué cabrón! O sea que te tiras a la Campos a escondidas. Has hecho realidad uno de mis sueños más húmedos, pedazo de mamón.
José Ángel dibujó una media sonrisa en su cara de póquer y a continuación vació de un largo trago el resto de la cerveza que se hallaba en el vaso.
- Sí, sí... como te he dicho desde hace meses. De hecho, me parece un milagro haber mantenido nuestra relación tanto tiempo en secreto. En cualquier caso, es una relación enteramente basada en lo físico. A estas alturas nos conocemos demasiado como para basarla en cualquier otra cosa. Pero venga te toca a ti, sé que mataste a Eduardo en defensa propia. Así que cuéntame por que crees que te atacó.
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Martín se levantó, sacó otras dos cervezas de la nevera mientras calculaba cuanta información debía proporcionar a José Ángel. Después habló con una entereza renovada.
- Básicamente, mi vecina Lucía me entregó unas llaves que había recibido y que ella no podía utilizar debido al maldito confinamiento. Resulta que las dichosas llaves guardaban un alijo de mascarillas en el polígono El Sequero. Juan Antonio, Juan y la Campos están al corriente y me acompañaron. La nave pertenece a Luis que la alquila, pero, al parecer, él no sabía nada sobre el alijo. Imagino que Eduardo intentó matarme por todo este quilombo, pero tampoco tengo una certeza absoluta. Ahora espero que tú puedas ayudarme a resolver este rompecabezas, una vez que sé que estás al tanto de la vida secreta de Boris - resumió serio Martín, mientras sentía una profunda desconfianza hacia su interlocutor.
- Está bien - dijo José Ángel - te diré lo que vamos a hacer. Ahora me voy a marchar a la redacción a cerrar la edición del periódico. Mañana quedamos en la pista de hielo de Lobete a la una de la madrugada y te contaré todo lo que sé. Pero esta vez no olvides contarme todo lo que sabes... Entra por la puerta de servicio. Ya sabes cual es.
José Ángel se irguió, recogió su abrigo y se despidió con una sonrisa enigmática. La preocupación de Martín continuó en aumento, su recién contraído virus hacía mella en su capacidad de pensar, así que decidió acostarse y consultar aquello que tuviera que consultar con la almohada.
A la mañana siguiente, lo vio claro. Había que llamar a Juan, una persona como él sabría lo que hacer. Tras una larga conversación telefónica, Juan aceptó la invitación, pero con un as en la manga, su colega Gonzalo de la Policía Nacional les seguiría de incógnito a cierta distancia para servir de apoyo por si las cosas se ponían feas. Por supuesto, Juan Antonio y la Campos también estarían allí.
Tras un día agitado, los cuatro periodistas se citaron a las doce y media de la noche, dispuestos a poner fin a todo el embrollo que les había acompañado durante las últimas semanas. En efecto, la puerta de servicio estaba entreabierta, así que accedieron por ella a los vestuarios. Gonzalo, el policía nacional, les seguía, en penumbra. Tras armarse de valor los cuatro periodistas abrieron la puerta de los vestuarios y se encontraron súbitamente en la pista de hielo. Una luz irreal iluminaba toda la instalación, mezcla de las farolas del exterior y del resplandor del frío hielo. De repente, para su sorpresa, encontraron una decena de ataúdes en mitad de la pista... y tres sombras. Un escalofrío recorrió la espalda de Juan cuando su instinto le hizo saber que conocía dichas sombras... Boris, 'el Vasco' y José Ángel.
- Buenas noches - retumbó la voz de José Ángel, en la oscura y repentinamente lúgubre instalación.
Continuará...
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