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«Con el pesimismo no se va a ningún lado, hay que ser optimistas», defiende rotundo el psiquiatra y jefe de Salud Mental, Miguel Ángel Ortega, que se muestra convencido de que «se pueden hacer cosas y se van a hacer».
«Tenemos en puertas ... el IV Plan de Salud Mental de La Rioja, donde se acometerán acciones y procesos asistenciales relacionados con todo esto de lo que estamos hablando y saldremos adelante. No hay otro remedio», asevera.
El responsable del área considera que la futura estrategia «es una oportunidad para continuar con las acciones emprendidas en el anterior plan, como el protocolo de intervención y coordinación del trastorno por déficit de atención e hiperactividad de La Rioja o el Plan de Prevención del Suicidio, por citar algunos ejemplos, pero también para abrirlo a nuevas necesidades que han surgido con la pandemia».
En ese sentido es tajante en su diagnóstico: «Evidentemente hay que cambiar porque cuando se estableció el anterior plan no se preveía ni por lo más remoto que se pudiese dar una situación sanitaria como la que ha provocado la pandemia. Todo ese abordaje tiene que ser nuevo, desde luego, no solo por los pacientes que han pasado el COVID y las consecuencias y alteraciones que conlleva, sino por lo que ha representado para toda la población en general». En este apartado vuelve a incidir en la necesidad de dotar de más recursos humanos profesionales, un dispositivo del que presume: «Tenemos una red de salud mental muy completa porque dispone de todos los dispositivos; no obstante, para desarrollar muchos de los procesos asistenciales va a precisar de la necesidad de contar con más personal profesional dedicado a la salud mental», insiste.
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Respecto a la incidencia real de la crisis sanitaria elude concretar los pronósticos, pero no algunos temores que se han redoblado con una sexta ola brutal cuando en octubre se rozaba la nueva normalidad. «Hay una patología que siempre ha existido en Salud Mental, pero hay otra que se ha visto incrementada porque la pandemia ha provocado una serie de factores que han precipitado alteraciones en la población general, principalmente trastornos depresivos y de angustia. Mucha de esta patología es sintomática; es decir, si estamos pasando una situación social estresante y con repercusiones económicas, sociales y sanitarias, es evidente e incluso comprensible que las personas puedan sufrir una descompensación emocional, aunque en la mayoría de las ocasiones ese tipo de síntomas no vienen a constituir una verdadera patología psiquiátrica. No obstante, lo que nos está preocupando ahora es que como la situación se está prolongando todo eso que solo eran síntomas, al mantenerlos en el tiempo y sin ver una salida todavía, sí que puede provocar auténticos cuadros depresivos, de estrés postraumático o de ansiedad que se conviertan en crónicos y constituyan ya auténticos cuadros clínicos a nivel psicopatológico».
FUTURO
PANDEMIA Y RIESGOS
Un riesgo que se incrementa en los más vulnerables, entre los que cita a tres grupos muy concretos: «Los jóvenes y adolescentes, porque solo se tienen 17 años una vez y han visto limitadas muchas de sus conductas y relaciones sociales, lo que lleva consigo una serie de repercusiones a nivel emocional; las personas mayores, que han pasado una situación muy difícil a todos los niveles; y aquellos pacientes con trastornos mentales previos a la pandemia y que se han visto afectados por el deterioro en la capacidad asistencial que ha provocado la crisis sanitaria».
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