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De la crisis económica y sus consecuencias al tsunami del SARS-CoV-2 y la pospandemia. La Rioja vuelve a crecer, una parte cada vez más importante incorpora savia nueva (95 municipios, de los que 67 no superan el medio millar de habitantes, ganaron o ... mantuvieron población entre 2018 y 2022), la edad media merma (44,24 años en la comunidad) y muchos núcleos asientan los cimientos de un futuro que, no solo en la región sino en todo el país y en el continente europeo, es de lo más incierto. El envejecimiento de la población y la despoblación de muchas zonas rurales alejadas de las zonas con más oportunidades laborales son poderosos enemigos.
Las estadísticas suelen ser tramposas, pero entre los miles de datos demográficos que incluye el Instituto Nacional de Estadística (INE) en sus cifras del padrón pueden apreciarse algunos destellos esperanzadores para atreverse a ver la botella riojana medio llena en lugar de vacía hasta su mitad.
La comunidad alcanzó su pico poblacional en 2012, con 323.609 habitantes, para ver a continuación cómo se desplomaba su censo en los cinco años posteriores hasta fijar su cifra de empadronados en los 315.381 computados en 2017 (-2,54%). La recuperación económica tras el batacazo mundial de 2008 volvió a cambiar la tendencia a partir de entonces hasta cerrar el pasado año el lustro muy en positivo: 319.892 a enero de 2022, después de que, ironías del destino, el drama de la pandemia devolviese la vida a un puñado considerable de municipios de La Rioja, incluso a muchos de los que no superan los 500 habitantes. Estos núcleos se convirtieron en un imán de libertad y confort en la época de confinamiento y restricciones y, meses después, se transformaron en destino definitivo de muchos ciudadanos que buscaban en ellos una válvula de escape temporal a una trágica pesadilla sanitaria, económica y social.
Al margen de ese escenario coyuntural hay causas aún más trascendentes, de tipo estructural, que han logrado que muchos pueblos pequeños dejen de ser las estampas en blanco y negro de un pasado no muy lejano. Calefacciones de gasóleo o gas natural, internet o fibra óptica, cobertura telefónica... Y, sobre todo, mejoras evidentes en los servicios básicos, en forma de atención sanitaria (centros de salud cercanos, consultorios y botiquines), educativa (colegios, centros rurales agrupados, comedor, transporte), social (bar o centros de reunión, tiendas con productos de primera necesidad...) y comunicación (autobuses con líneas subvencionadas, mejoras en las carreteras). Sin olvidar las apuestas emprendedoras de todo tipo (turísticas, enológicas...) y la implantación en muchos ámbitos del teletrabajo.
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Pero en los registros estadísticos nada es verdad ni mentira. En el análisis de los datos correspondientes a una etapa tan reducida, cinco años, hay algunos dígitos que chirrían en forma de extraños incrementos en municipios muy poco poblados, alzas que parecen corresponder más a intereses electorales, citas con las urnas, que a aventuras personales en un entorno rural.
Y establecidas las bases y cautelas, echemos una ojeada a los registros. Hasta 85 municipios riojanos vieron medrar sus estadísticas demográficas en esos 5 años, 10 mantuvieron su censo sin alteraciones y los 79 restantes mermaron en su número de vecinos.
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Juanan Salazar
Entre los primeros, sin muchas sorpresas, figuran los principales núcleos. Excepto Logroño, con una caída del 0,72%, que perdió 1.093 habitantes para quedarse en 151.113 y Cervera, (-1,09%) tras restar 25 (2.298), están todas las cabeceras de comarca y los municipios más próximos a la capital riojana, con especial impulso en Villamediana, con 8.745, tras ganar 772 (9,68%) y Lardero, con 11.094, tras sumar 901 (8,84), los dos únicos asentamientos de la comunidad que, incluso, tienen una media de edad inferior a los 40 años, 37,17 en el caso de la localidad villametrense y de 38,99 en el de la cigüeña. Además, los municipios riojabajeños de mayor atracción de migrantes –Aldeanueva, Pradejón, Quel y Rincón– aportaron otros 361 nuevos vecinos, en especial el último, que creció en el 5,91% (220 más) hasta los 3.722.
Mayor trascendencia aún tienen los incrementos poblacionales, en algunos casos inesperados, que se han contabilizado en 57 de los 136 enclaves de la comunidad que no llegan al medio millar de habitantes, con una alza en su conjunto durante ese lustro de 2.196 empadronados y una rebaja de la edad media a entre 44 y 51 años. Entre los más destacados por porcentaje y cifras, Arenzana de Abajo, al sumar 41 (18,14%) y llegar a los 226; Arrúbal y la proximidad del polígono El Sequero, con 80 de incremento (16,39%), un censo de 568 y una edad media de 42,89; Galilea, que añadió 55 (16,57%) para cerrar en 332; Sojuela, con la ocupación de la urbanización del campo de golf, que escaló hasta los 296, con 274 más (92,57%); o Ventosa, que atravesó la barrera de los dos centenares de almas, al incorporar a sus registros 36 más (21,30%) y fijar su población actual en 205.
La moneda tiene su cruz: 79 municipios cerraron el lustro en negativo demográficamente, 24 de ellos con caídas superiores al 10% y una resta conjunto de 339 habitantes: 39 menos en Tudelilla, -30 en Sotés, -28 en Bañares, - 27 en Ortigosa, - 25 en Tormantos, -24 en Treviana y Lumbreras...
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