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El mañana se hizo ayer presente en los salones del Círculo Logroñés. Ante una audiencia que copó el escenario elegido para la nueva edición de Futuro en Español, educación y nuevas tecnologías se conjugaron en la voz de cuatro voces autorizadas en ambas esferas en ... una charla moderada por el experto en telecomunicaciones de CAF-Banco de Desarrollo de América Latina, Mauricio Agudelo, sobre un doble punto de partida: ¿cuál es la fórmula idónea para implementar la conectividad al sector educativo y cómo esas tecnologías pueden/deben modelar no ya sólo el uso que hacen de ellas los estudiantes sino la labor pedagógica?
El consejero de Educación del Gobierno de La Rioja respondió a la primera pregunta con las experiencias implementadas en la comunidad y a la segunda, con una máxima: la incorporación de la tecnología al sistema no es suficiente, sino que debe ir aparejada de la formación del profesorado. «El 'hierro', la máquina, no lo es todo sino que ha de estar al servicio de la persona», sentenció Alberto Galiana al tiempo que advirtió de cómo el cambio vertiginoso al que se asiste casi en cada pestañeo llega acompañado de otras circunstancias en el ámbito educativo. Desde cómo se borran los lindes entre ciencias empíricas y humanidades hasta de qué forma las TIC ejercen como herramientas fundamentales para medir al caudal de datos existente, abriendo la oportunidad de articular las estrategias precisas para personalizar la educación. Todo ello, sin quitar la mirada hacia una estandarización de las competencias digitales en las que, avisó Galiana, los docentes juegan un rol determinante como formadores en ese nuevo escenario que tampoco debe olvidar las necesidades del tejido productivo.
Hilvanado con ese apunte, el alcalde de Murcia, José Francisco Ballesta, dirigió el foco hacia el protagonismo de los entornos urbanos donde cada vez se concentra un mayor porcentaje de población y capital intelectual. Una circunstancia a partir de la cual el también exrector de la Universidad de Murcia conminó a articular alianzas estratégicas entre la universidad y las ciudades como clave para la atracción del talento. «Aprender, trabajar y divertirse cada vez se solapan más; las oficinas y las aulas han dejado de ser departamentos estancos; los límites geográficos y temporales se diluyen; cualquier persona tiene ya el mismo acceso y con la misma rapidez que una gran compañía a datos idénticos...», contextualizó para advertir de que esa transformación digital es rauda y no admite resistencias porque, como alertó, «si la velocidad del cambio exterior es superior a la del cambio interior, el final está muy cerca».
Tampoco David Luna estancó su discurso en la autocomplaciencia. Ni siquiera en el imaginario de la conectividad como panacea por sí misma de las necesidades de la ciudadanía. El exministro de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones de Colombia, y que en la actualidad estudia becado en el Massachusetts Institute of Technology tras una dilatadísima carrera en la administración pública, hizo un llamamiento al esfuerzo colectivo de los hispanohablantes que requiere algo tan simple pero energético como desterrar la virtual «vergüenza» por utilizar un idioma común. «Debemos 'creernos el cuento', como dicen en mi tierra, y aprovechar la ventaja competitiva que aporta el español en ese desarrollo de futuro», indicó para animar también a que esa apuesta -que en el caso de Colombia se ha traducido en que por primera vez en la historia el presupuesto en Educación ha superado el dinero destinado a Defensa- no se haga a costa del factor cualitativo y se supere el déficit de programadores y todos aquellos puestos vinculados al nuevo tiempo.
A la vez que instó a superar la «absurda rigidez» de los actuales currículos y el techo de cristal femenino, Luna avisó de que la tecnologías devalúan sus potencialidades sin la «emoción» humana. «Una tableta jamás reemplazará al profesor que enseña principios y traslada valores», concluyó antes de ceder la palabra al director de la Escuela de Ingenieria de la UNIR quien también rehuyó de análisis triunfalistas. «La inmediatiez se convierte en una insatisfacción constante y el umbral del esfuerzo se reduce», reconoció Rubén González contraponiendo los referentes de los años 80 y 90 (metodológicos, culturales y hasta televisivos) con los actuales y ante lo cual abogó por una educación online, el abordaje global de los retos que surgen a cada momento y, sobre todo, reconocer las potencialidades del español. «Nuestro idioma es el canal conductor para que la formación sea de calidad y satisfaga las necesidades empresariales», remachó antes de que a modo de colofón la mesa compartiera los «riesgos» de la era en la que ya están inmersas las sociedades a uno y otro lado del Atlántico, tales como la desigualdad y la despersonalización. El preámbulo con que José Francisco Ballesta invitó a diferenciar entre información (la acumulación de referencias) y conocimiento (la capacidad de jerarquizar y evaluar esa información) para ensalzar la sabiduría.
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