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La preocupación de Proyecto Hombre ante el incremento en el consumo por parte de los menores de las denominadas sustancias normalizadas -alcohol y cannabis, sobre todo- ha llevado a la entidad a rediseñar su estrategia en favor de la prevención como vía para ... evitar las futuras adicciones a través de la reinvención de su Programa Joven.
«Es una apuesta por la prevención y va destinado no solo a los chicos, sino a las familias, por eso vamos a estrenar un nuevo espacio separado del resto de las dependencias de Proyecto Hombre. Lo que pretendemos es que el menor se encuentre un nuevo espacio en el que esté cómodo porque lo sienta como suyo. Por eso les hemos propuesto que participen ellos en la elección del nombre del nuevo programa y en el diseño de la portada», resume David García, director de la entidad.
«Se trata de reinventar el Programa Joven, su espacio y su nombre buscando la prevención, y que nadie se asuste al oír Proyecto Hombre por esa creencia social de que trabajamos con yonquis y casos perdidos, cuando en realidad se trata de personas absolutamente normalizadas con problemas. En definitiva, buscamos que los reparos y los estigmas no cierren la puerta a las oportunidades de los chavales que tienen problemas pero que no han desarrollado todavía la adicción», remacha García.
La decisión de Proyecto Hombre no es un antojo, sino la consecuencia de un meditado análisis de algunos demoledores datos estadísticos. Como los de la última encuesta ESTUDES, que muestran que el 77,5% de los riojanos de entre 14 y 18 años consumió alcohol en el último año (dos puntos por encima de la media nacional) o que el 48,3% (casi seis puntos por encima de la media nacional) reconoce haberse emborrachado al menos una vez en el último año o el 24,8% que dice haberlo hecho en el último mes.
Con una edad de inicio en el consumo de alcohol de 13,8 años en La Rioja, dos meses menos que en el resto de España, Óscar Pérez, responsable de prevención de Proyecto Hombre La Rioja, alerta de que «es la edad de inicio de consumo más baja con respecto al tabaco y al cannabis, lo cual nos habla de que el alcohol resulta ser la sustancia psicoactiva 'iniciática', es decir, la que puede dar pie al consumo del resto de sustancias en la vida de los jóvenes estudiantes de ESO».
Y más datos para la alarma. Según la memoria de la entidad, el 89% de los 78 jóvenes de entre 14 y 21 años atendidos el año pasado llegaron por consumo de (cannabis), pero prácticamente todos ellos admitieron también ingesta de alcohol, el 68% en gran cantidad. La edad media de inicio confesada se sitúa en los 12,6 años en el caso de las bebidas alcohólicas y en 12,8 años la del cannabis.
«El Programa Joven surge de la idea de buscar una solución antes de que haya un grave problema. No hablamos de un programa de tratamiento, sino preventivo porque entendemos que la gran mayoría de menores que acuden a él no han desarrollado todavía una gran adicción, pero podrían desarrollarla. Tienen un problema de inicio de consumo, con o sin sustancia, que está provocando problemas en su casa o está teniendo consecuencias. Hablamos sobre todo de cannabis y alcohol, pero también de nuevas tecnologías, juego y apuestas, pero muchas veces no es el consumo lo que más nos preocupa, sino las consecuencias que éste está teniendo en el comportamiento y la conducta del menor», resalta David García.
En el 2018, el programa atendió a 31 menores, 27 de ellos por cannabis, 2 por nuevas tecnologías, uno por cocaína y uno por conducta, aunque la gran mayoría también consumían alcohol. Este año, la cifra de usuarios se eleva ya a 15 en el primer trimestre, con un perfil de un chico de 16-17 años, de una familia estructurada y consumidor de cannabis.
«En prácticamente la mayoría de los casos quien hace la demanda son los padres, aunque tenemos ya algún caso en el que quien ha llamado a nuestra puerta es el chico», destacan Belén Maiso y Sara Simón, psicólogas terapeutas de Proyecto Hombre, que aclaran que «la puerta de entrada es el consumo, pero a la hora de enfocar el trabajo a realizar éste es un factor de riesgo más y de hecho, aunque los padres hablan del consumo, lo que les preocupa es fundamentalmente el tema del deterioro de las relaciones familiares y la sensación de que su hijo está perdido, ha dejado de ser quien era, está perdido, no tiene una meta en la vida...».
Con técnicas diferenciadas con familias (labor individualizada y sesiones grupales) y usuarios (programa individualizado y citas también con sus padres con planes diseñados para cada caso), las expertas insisten en que «el consumo es importante porque puede condicionar el resto de los factores de riesgo, pero el trabajo se centra en cómo fortalecer los factores de protección del menor para que eso no acabe siendo un problema de adicción a futuro, una labor en la que es imprescindible la familia».
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