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El uso de los teléfonos móviles y de las nuevas tecnologías entre los menores se ha convertido en uno de los caballos de batalla en los hogares del primer mundo. ¿Cuándo deben los niños acceder a ellos?¿Y tener el suyo propio?¿Para qué? ¿Cómo ... controlarlo?
El que ha pasado por esa situación podría calificarla como un terremoto. Porque el móvil ha pasado a ser el primer gran signo de independencia de los niños, una especie de paso a la pubertad con una oferta inimaginable (para ellos, pero también para los padres) y una ventana donde asomarse al mundo. La posibilidad de tener siempre localizado al pequeño y esa sensación de seguridad y control que conlleva para las familias suele ser el factor que, sumado a las peticiones de los hijos y la presión social, desemboca en la llegada del artilugio a casa. Y el aterrizaje cada vez se produce antes.
Según las estadísticas del INE sobre menores con teléfono móvil de 2021, siete de cada diez riojanos de entre 10 y 15 años ya poseía uno. Y el 96,3% navegaba por internet de manera habitual. Dos años después el crecimiento de usuarios es más que probable.
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En un momento en el que brotan grupos de 'resistencia' aislados pero cada vez más escuchados, la consulta a expertos resulta obligada. Y aunque las últimas publicaciones científicas, como la de hace una semana de 'Nature Human Behaviour', que revisaba más de 2.400 estudios y que sumaba dos millones de participantes menores de 18 años, señalan que los riesgos son pequeños, la percepción generalizada entre docentes, psicólogos, pediatras, policías, responsables educativos o asociaciones que trabajan con las adicciones es coincidente: el acceso al móvil se debe retrasar.
El pediatra Francisco Escudero ha comprobado que el móvil «se ha convertido en un habitual regalo de Comunión». «No hay una recomendación de edad, pero cuanto más tarde, mejor. Porque con 12, 13 o 14 años los menores no suelen estar preparados», analiza.
Porque el móvil, además de amigos, conversaciones de mensajería instantánea, localización o videojuegos representa también horas perdidas, pornografía, ciberacoso, apuestas online...
La comisaria Silvia Barrera asegura que los delitos tecnológicos relacionados con menores provocan «pocas denuncias, pero siempre graves» en La Rioja, cree que una «supervisión de los padres» es básica para que los niños y las niñas «se eduquen en el uso de una herramienta que les va a acompañar toda la vida»
Porque el móvil, como los coches, no son negativos 'per se', sino que lo peligroso es su mal uso. «En demasiadas ocasiones delegamos en las nuevas tecnologías nuestras responsabilidades. Nos falta capacidad, formación, tiempo... y dejamos el móvil al pequeño. Si lo hacemos sistemáticamente eso conlleva consecuencias», resume Óscar Pérez, de Proyecto Hombre.
Con 12 años, por ejemplo, un niño que ha encontrado en los dispositivos electrónicos un universo por explorar sentirá como una agresión su retirada. Tampoco le interesará saber que para usar WhatsApp se requieren 16 años o que para Instagram o TikTok la edad mínima es de 13. «Si todos están dentro, yo también», pensará.
Los padres habitualmente tampoco lo saben. Ni cómo usan los dispositivos sus vástagos, por eso, una vez que se haya determinado cuál es la edad para el móvil dependiendo de cada familia (más 16 que 14, según los expertos, aunque parezca una quimera), lo exigible es un contrato. Sí, un convenio firmado. Como con los bancos o cualquier empresa, con cláusulas, exigencias, sanciones... Y un sistema de control parental, que los padres siempre tengan acceso al teléfono (para eso deben conocer las claves) y sepan qué hace su hijo. Pero, sobre todo, supervisión: «Hay que estar muy pendiente de dónde entran, con quién hablan y qué consumen», indica María Milagro, de ARAD.
Y hacerlo con un cierto grado de complicidad, no de manera invasiva. «Se debe crear un puente de confianza, no basta con el control», recalca Óscar Pérez, de Proyecto Hombre.
Todo lo anterior sirve para las casas, pero cuando los chavales salen de su hogar el mundo se puede convertir en jungla. Mientras, en los centros educativos, que han invertido mucho dinero en digitalización, el móvil está proscrito. «De forma generalizada está prohibido su uso, aunque hay actividades puntuales y muy reguladas en los que se puede emplear», señala Fabián Martín, director general de Innovación Educativa.
Por contra, el empleo del resto de recursos digitales (pizarras, tablets, ordenadores...) «está planificado y pensado, pero en las casas no podemos entrar. Realizamos una formación en el uso responsable de la tecnología pero nuestra competencia llega hasta donde llega», alega Martín.
El responsable educativo, cuestionado por la edad a la que los niños pueden sumergirse (o simplemente conocer) la digitalización en las aulas riojanas aboga por «el final del primer ciclo de Primaria o el segundo, aunque pueden emplearse desde Infantil, siempre con cabeza».
Hay excepciones, como las del colegio Montessori de la capital. Su centenar de alumnos de Infantil y Primaria no está expuesto a las pantallas. «Y cada vez hay más centros que abogan por esto. Quizá hemos vivido una época en la que se ha abusado de lo digital y ahora toca dar un paso para atrás. Todos los que ahora son niños van a aprender a usar un móvil. Hay tiempo para todo y nosotros creemos que la infancia es una etapa sensorial, que existen otros recursos para aprender», recalca su directora Yolanda Garrido.
El movimiento generado en redes sociales e internet (qué contradicción) para que el Congreso de los Diputados aborde una ley para prohibir el uso de móviles entre menores de 16 años acumula más de 58.000 firmas en toda España a través de la plataforma change.org. Y crece día a día. Pero la prohibición por decreto parece como poner puertas al campo. Lo que sí debe servir es para reflexionar y para empezar a pensar una respuesta a una pregunta que más temprano que tarde se oirá en el seno de todas las familias: «Papá, mamá, ¿cuándo voy a tener mi móvil? Todos mis amigos ya lo tienen».
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