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Es importante abrir el círculo de amistades y de socios. Nadie duda de que la unión hace la fuerza y de que el diálogo y la flexibilidad son vitales para lograr esa unión. Pero hay que tener cuidado con quién se hacen tratos, sobre todo ... cuando la ideología y la visión sobre asuntos clave es muy distante y se requiere unanimidad para tomar decisiones. En el seno de la Unión Europea lo han demostrado Polonia y Hungría, cuyo conservadurismo choca con el progresismo de los países que la crearon y que accedieron a su seno en las primeras etapas. Las normas que rigen la UE otorgan a dirigentes como Viktor Orbán -polémica figura que muchos equiparan más a un dictador que a un presidente democrático- un poder y un protagonismo que con Hungría fuera de la Unión jamás tendrían.
Pero el caso más evidente del impacto que estas desavenencias pueden tener en el seno de una organización heterogénea se aprecia mejor en la OTAN, donde la propia Hungría y sobre todo Turquía -países unidos a Rusia por estrechos lazos- están dificultando el acceso de Suecia a la Alianza Atlántica. Por eso, hoy en este intento por explicar el mundo nos centramos en este tema.
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Ahora sí quiero, ahora no quiero. Ayer arrancó en Vilna la reunión de la OTAN en la que Turquía parece haber acabado de deshojar la margarita: su presidente, Recep Tayyip Erdoğan, confirmó que va a dejar de bloquear el acceso de Suecia a la Alianza Atlántica. Independientemente de que lo ratifique, como prometió el lunes, el culebrón deja en evidencia que un país con una calidad democrática muy inferior a la del país escandinavo, que además cumple mucho mejor que Turquía con los requisitos para acceder al principal club militar del mundo, puede secuestrar la voluntad del resto de miembros.
Lo sucedido, que ha incluido un conato de chantaje para intercambiar el acceso de Suecia a la OTAN por el compromiso para que Turquía entre de una vez por todas en la UE, debería ser suficiente para convencer a cualquiera de que Ankara no debe ingresar en el club de los 27. Es lógico querer integrar a una potencia regional que podría servir para jugar importantes bazas geopolíticas con los países musulmanes. Es más, el país ha tenido un papel relevante en la mediación para lograr que Rusia permita a Ucrania exportar cereal. Pero las diferencias que separan a Turquía del resto de la UE, incluso de Polonia y Hungría, son insalvables. Y si algo ha hecho Erdogan con su deriva autoritaria ha sido ensanchar esa brecha.
Por si fuese poco, no se trata solo de un complejo problema político y social, sino también de uno económico. Los bandazos de Turquía, que recientemente ha sufrido una de las mayores inflaciones del mundo y que ha decidido combatirla haciendo todo lo contrario al resto -bajando tipos de interés-, podrían introducir un elemento de gran zozobra en la UE aunque no adoptase el Euro.
Una salida intermedia a esta situación pasaría por modificar las reglas por las que se rigen tanto la UE como la OTAN para permitir que incluso las decisiones más relevantes no requieran la unanimidad de todos los miembros, sino una mayoría cualificada, con el consiguiente riesgo de que se creen bloques aún más definidos que los actuales y la unión acabe fragmentándose. Claro que ese suele ser el resultado natural cuando se meten en el mismo saco a países que comparten muy pocos intereses y aún menos valores. Por eso mismo, también es poco probable que Ucrania pueda ingresar en ninguna de las dos asociaciones antes de que ponga en marcha profundas reformas que eleven al país a los estándares mínimos exigibles. Zelensky lo denuncia, pero es lógico. Porque actuar ahora de otra forma por lógica empatía con Kiev puede pagarse caro en el futuro.
Japón cuenta con el beneplácito de la Agencia Internacional para la Energía Atómica para verter al mar el agua radiactiva que ha ido acumulando en la central nuclear de Fukushima desde que un tsunami la arrasó, hace ya más de 12 años. Los expertos afirman que no supone un riesgo para la salud, sobre todo en relación a la fauna marina que acaba en las redes de los pescadores, y que monitorizará la calidad del agua de forma regular. Es más, recuerda que incluso cuando la central estaba en funcionamiento se hacían este tipo de vertidos de forma tan controlada como habitual.
Pero los vecinos en la región no se fían ni un pelo. El que se ha quejado con más vehemencia ha sido China, porque sus mediciones recogen que más del 70% del agua que se ha ido acumulando en depósitos no cumple con los estándares de seguridad. Pekín exige que se continúe tratando para que alcance esos estándares, y ha decidido mantener la prohibición de importar pescado de varias regiones niponas, una medida que también adopta Corea del Sur. En Seúl, los ciudadanos incluso han salido a protestar a la calle.
Tokio tiene que andar con pies de plomo en sus relaciones con estos dos vecinos, donde aún no han cicatrizado las heridas infligidas durante la Segunda Guerra Mundial. Aunque Japón y Corea del Sur son aliados y comparten su interés por mantener a raya a China, Pekín y Seúl hacen piña cuando se trata de criticar el pasado colonial del país del Sol Naciente. Es un delicado triángulo en el que la crisis nuclear amenaza con crear todavía más roces en una de las zonas ya de por sí más calientes de Asia.
Y si hay un lugar conflictivo en la zona ese es el Mar de la China Meridional. Sobre todo porque el gigante asiático que le da nombre se lo ha apropiado en un 80%, reclamando aguas que están a más de mil kilómetros de su costa y muy cerca de la de países tan alejados como Filipinas, Malasia o Vietnam. China dibuja una línea de nueve trazos para delimitar el territorio que «por razones históricas» reclama para sí. El tema es tan grave que se han llegado a producir escaramuzas militares y las relaciones diplomáticas entre los países de la zona a menudo se tensan por este tema.
Ese es el telón de fondo que explica la polémica prohibición de la película 'Barbie' en Vietnam. En una breve escena de la película, a la espalda de la protagonista aparece el mapa inventado de su mundo rosado, en el que una línea de varios trazos llama la atención porque se asemeja, de forma muy somera, a la de China. Solo un espectador muy avezado que estuviese esperando esos fotogramas se daría cuenta, pero en Hanói ha sido suficiente para vetar el filme. La productora, Warner Brothers, se ha mostrado sorprendida y ha afirmado que se trata de un simpe «dibujo infantil a tiza y no una declaración política».
Da igual. Los gobiernos a veces se comportan como niños. Y esta no es, ni mucho menos, la primera vez que sucede algo parecido. De hecho, China es uno de los países más quisquillosos con la forma en la que todo lo relacionado con sus políticas aparece en la escena internacional. Tanto que Hollywood ha tenido que modificar varias de sus películas para evitar que sean prohibidas en el jugoso mercado chino. Claro que, como Vietnam no tiene ese peso en la industria, solo puede patalear. Así funciona el mundo.
Es todo por hoy. Espero haberte explicado bien algo de lo que está ocurriendo ahí fuera. Si estás apuntado, recibirás esta newsletter todos los miércoles en tu correo electrónico. Y, si te gusta, será de mucha ayuda que la compartas y la recomiendes a tus amigos.
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