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Rusia comienza a arrojar luz sobre el atentado que el pasado martes acabó con la vida del máximo responsable de la división de armas químicas del ejército del país, Ígor Kirílov, y de su asistente en plena calle en Moscú. Este miércoles comunicó la detención ... de un joven uzbeko que habría sido «reclutado por las fuerzas especiales ucranianas» para cometer el asesinato. El sospechoso, un veinteañero identificado como Akhmad Kurbanov, estaría detrás de la preparación de la bomba y de su colocación en el patinete eléctrico que estalló sobre las seis de la mañana cuando los dos militares salían de un edificio residencial y se dirigían al coche oficial. El chico, según las autoridades locales, asumió su responsabilidad en el crimen, que se ha convertido en el mayor golpe asestado por Kiev contra la jefatura militar enemiga en territorio ruso. Un ataque que, a juicio del Kremlin, justifica la guerra que inició hace casi tres años.
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El Servicio de Seguridad de Ucrania (SBU) reivindicó la autoría del doble atentado pocas horas después de la muerte del teniente general Kirílov y su acompañante, Ilia Polikarpov, en la avenida Riazanski de la capital. El Comité de Investigación de Rusia, que suele hacerse cargo de los asuntos más delicados, abrió de inmediato el proceso para esclarecer el suceso y dar con los posibles responsables. Al menos uno de ellos, Kurbanov, de 29 años, se encuentra ya bajo custodia, aunque medios locales apuntaban este miércoles a que se habría producido un segundo arresto, sin ofrecer más detalles. Pero las autoridades rusas quieren llegar hasta los autores intelectuales del crimen para que reciban «el castigo que merecen». Las voces que reclaman venganza se multiplican en el país y se espera que el presidente Vladímir Putin se pronuncie este jueves -en su balance anual televisado- por primera vez sobre lo ocurrido.
Kurbanov, según el diario 'Kommersant', afín al Kremlin, fue reclutado por Ucrania a través de un servicio de mensajería. Le pusieron en contacto con el SBU y comenzaron a darle «instrucciones» para llegar hasta su objetivo. Fue hace unos días cuando voló desde Taskent, la capital de Uzbekistán, hasta Moscú, donde sacó los explosivos de un escondite cuya ubicación no ha trascendido. El joven fabricó con sus propias manos el artefacto «de alta potencia» -con una carga de 100 a 500 gramos de TNT- que mató al jefe de las tropas de protección nuclear, biológica y química y a su asistente. La detonación reventó ventanas e incluso arrancó varios ladrillos de la fachada del bloque de apartamentos del que acababan de salir las dos víctimas. Sus cadáveres quedaron sobre la nieve, salpicada de sangre.
El detenido, que se enfrenta a cadena perpetua por un ataque catalogado como terrorista, se encargó también de colocar la bomba en el patinete eléctrico -con cinta aislante en el mango- que aparcó en la calle, junto al complejo residencial Sreda. Todo lo que ocurrió después fue retransmitido a través de internet a los organizadores del atentado, que se encontraban en la ciudad ucraniana de Dnipró. Kurbanov se había hecho «con un coche de alquiler e instaló una cámara con wifi en su interior». «Tras recibir la señal de vídeo sobre la salida de los oficiales, el explosivo fue activado por control remoto», explicaron las autoridades rusas, que señalan a los autores intelectuales del crimen como últimos responsables de la detonación.
Las fuerzas de seguridad localizaron al joven uzbeko horas después del atentado en la aldea de Chernoye, a unos 30 kilómetros de Moscú, tras inspeccionar el vehículo con un robot especializado en labores de desminado y descubrir que estaba arrendado a su nombre. El arrestado aseguró que su contacto ucraniano se había comprometido a pagarle 100.000 dólares (unos 95.200 euros al cambio) y darle residencia en un país de la Unión Europea si cumplía con el encargo. Kirílov no era uno de los grandes jefes militares rusos involucrados en la guerra, pero sí un rostro conocido por haber intervenido en las sesiones informativas sobre los supuestos laboratorios de armas biológicas en territorio ucraniano.
«Es obvio quién ha contratado estos servicios y quién ha organizado el atentado. Se confirma la implicación de Kiev», resumió el portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov, al conocer los primeros frutos de la investigación de un ataque que ha puesto en entredicho el protocolo de seguridad para los altos cargos militares y que supone, sobre todo, un golpe moral al ejército y a la población. Lo ocurrido el martes en la capital rusa, insistió, «deja claro quién es el verdadero enemigo» y demuestra, a su juicio, «la necesidad de llevar a cabo nuestras acciones» en la guerra de Ucrania.
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