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«¿Quiénes son los hutíes y por qué estamos en guerra con ellos?» El artículo que publicó hace cinco años el think tank Brooklyn Institution sigue estando hoy igual de vigente, cuándo la guerra proxy que libra EE UU en Yemen desde 2015, a través ... de su apoyo a Arabia Saudí en 2015, se extrapola a la OTAN.
Tres gobiernos estadounidenses -Obama, Trump y Biden- han respaldado la campaña militar de Arabia Saudí contra los chiitas hutíes respaldados por Irán. La invasión norteamericana de Irak radicalizó esa rama del islam, que a su vez se fortaleció con la primavera árabe y estalló en la capital yemení de Sanaa en enero de 2015, justo cuando el rey Saudí Salman subía al trono. Su hijo y entonces ministro de Defensa, príncipe heredero Mohammed Bin Salman, vieron como una pesadilla el que sus enemigos ancestrales pudieran tomar el control estratégico del estrecho de Bab al Mandab, paso del Océano Índico al Mediterráneo por el Golfo de Aden. Pese a que los rebeldes estaban dispuestos a seguir colaborando con Washington en su lucha contra Al-Qaeda, puesto a elegir, el Ejecutivo de Obama prefirió ponerse del lado saudí, al que equipó militarmente con la ayuda de Gran Bretaña.
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La ONU estima el desastre humanitario que ha creado esa guerra, con la peor hambruna y la mayor epidemia de cólera de nuestro tiempo, en cerca de 400.000 víctimas. Con el argumento de seguir combatiendo a Al-Qaeda, Trump autorizó en 2019 la venta de 8.000 millones de dólares en armas para sus aliados en la campaña -Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y Jordania, que lideraban la ofensiva militar en apoyo el presidente Abdrabbuh Mansur Hadi, que dejó el cargo el año pasado. Un informe interno del Departamento de Estado acusó al entonces secretario de Defensa de haber violado la Ley de Control de Exportación de Armas por no evaluar apropiadamente el daño a civiles que causaría.
Con ese posicionamiento, los ataques que Estados Unidos llevaba perpetrando desde mitad de la década de los 2000 para combatir Al-Qaeda, se volvieron cada vez más frecuentes. Si hasta 2015 el Buró de investigación Periodísticas había documentado 415 ataques entre Pakistán y Yemen, con la tolerancia de sus gobiernos, a partir de esa fecha Obama se convierte en el comodante en jefe de los drones.
La lucha contra Al-Qaeda y el Estado Islámico derivó en la defensa estratégica del canal de Suez, por la que pasa el 12% del comercio global y el 30% de los contenedores. Las grandes compañías marítimas tuvieron que desviar sus cargueros y pagar cuotas astronómicas por los seguros que protegen su carga. La opción alternativa de dar la vuelta al Cabo de Buena Esperanza supone añadir 10 o 12 días a la ruta, lo que altera significativamente la cadena global. «Eso significa entrar a territorio parecido al del covid, no es bueno para la economía global, la gente tendrá que esperar más para recibir la mercancía», dijo a Foreign Policy Ri Svein Ringbakken, gerente de la compañía aseguradora de riesgo marítimo basada en Oslo, Den Norske Krigsforikring.
Los esfuerzos para castigar los ataques hutíes a los cargueros e incluirlos en los grupos terroristas solo sirvieron para darle renombre y reconocimiento. La Fuerza de Trabajo 153 dedicada a la Seguridad Marítima del Mar Rojo en el Golfo de Aden y el Estrecho de Mandeb, establecida en abril de 2022, con base en Manama (Bahrain) podía estar formulada para luchar contra la piratería, con la ayuda de la fragata egipcia ENS Alexandria y la estadounidense USS Mount Whitney, pero formaba parte de un grupo combinado de 39 países entre los que también se encuentra España.
El intercambio de ataques entre las milicias hutíes y Arabia Saudí ha dejado un reguero de columnas de humo en las costas yemeníes, donde EE UU rutinariamente se venga bombardeando con drones las posiciones de radares hutíes y baterías de misiles. El 7 de agosto la quinta flota estadounidense anunció e envío de 3.000 soldados y marinos del batallón de anfibios junto a las 26 unidades de la marina, de la que una parte se destacó en el Mar Rojo. El ministro adjunto de Exteriores Husein al Ezzi exigió a las fuerzas estadounidenses que se distanciaran de las aguas territoriales yemeníes, advirtiendo de que eso constituía una escalada directa. «Estamos en guerra con Estados Unidos y es importante que nadie yerre el cálculo. Ya hemos advertido a los estadounidenses». La guerra a la que se refería estaba acrecentada con la capacidad de misiles por dron desarrollada con la ayuda de Irán.
El bombardeo israelí de Gaza no ha hecho más que agravar el conflicto. Con la incautación el 19 de noviembre del carguero israelí Galaxy Leader, que fue transportado al puerto yemení de Hodeidah, el grupo rebelde ha visto la oportunidad de distraer la atención de su crisis interna para dar una muestra de fuerza y amenazar a todos los barcos que se dirijan a Israel. Más allá de las sanciones, que se antojaban más que ineficaces, Washington arriesga su respuesta lo que más teme el mundo, escalar el conflicto israelí a toda la región y globalizarlo con la incorporación de la OTAN.
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