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Damasco trata de recuperar la normalidad bajo los designios de un nuevo Gobierno interino y en medio de los bombardeos de Israel; los más duros que se recuerdan en la capital. Las Fuerzas de Defensa han lanzado 480 ataques aéreos en 48 horas que han ... acabado con bases, aeropuerto, centros de investigación militares y el sistema de defensa antiaérea de Damasco.
Según diferentes fuentes sirias, las tropas del Estado judío avanzan por tierra y se sitúan a unos 20 kilómetros del centro de la capital. Israel ya había ocupado este fin de semana, en las primeras horas tras el colapso del régimen, el monte Hermón, la montaña más alta de Siria, situado a apenas a 40 kilómetros de Damasco. El portavoz en árabe del ejército hebreo, Avichai Adrai, ha negado, sin embargo, este avance y asegura que las tropas se encuentran «dentro de la zona de amortiguación» establecida en los Acuerdos de Separación de 1974 y en «puntos defensivos cercanos a la frontera».
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El principal interés de Tel Aviv consiste en evitar que los grupos armados sirios se hagan con el control de los arsenales abandonados en su huida por las tropas gubernamentales sirias y, en especial, las instalaciones donde se supone permanecen depositadas las temidas armas químicas de Al Assad. Este mismo martes la aviación israelí está disparando sus misiles contra «empresas de defensa» en Alepo y «almacenes de armas y municiones» en la capital, sus alrededores y la provincia de Hama.
En la ciudad portuaria de Latakia, la destrucción es muy importante. El último bastión afín al ya exrégimen de Al Assad en la costa mediterránea ha sido arrasado por navíos de guerra israelíes, cuyos cañones han alcanzado y hundido la flota armada siria. La población de la ciudad ha sentido aterrada cómo las explosiones se sucedían en el puerto, donde no ha quedado una instalación en pie en medio de fuertes incendios. Numerosos residentes han abandonado sus casas ante el temor a los cohetes.
La periferia de Damasco muestra abundantes evidencias de la desbandada del ejército sirio ante el alzamiento insurgente. Varios blindados ocupan la autopista después de ser abandonados a toda prisa por sus tripulantes. Los soldados se cambiaron apresuradamente de ropa, a tenor de los uniformes, equipos militares e incluso botas que se amontonan en las cunetas. «No quisieron dejar la más mínima huella que les pudiera identificar, posiblemente por el miedo a ser detenidos o asesinados por los rebeldes, o linchados en esos momentos en que la gente ocupaba las calles eufórica», afirma un experto.
Los hongos de humo se elevan al cielo y ensombrecen el inicio de una jornada en la que está previsto que empiece a trabajar el nuevo Gobierno interino. El ex primer ministro del gobierno de Bashar Al Assad ha traspasado el poder a Mohamed al Bashir, quien será el encargado de dirigir el gobierno de salvación nacional. Mohamed Al Golani, ex líder de Al Qaeda y hombre fuerte de los opositores, insiste en que quiere «una Siria para todos los sirios» y su plan pasa por apostar por los hombres que han gestionado la provincia de Idlib durante la última década. El problema es que Damasco no es Idlib.
Las nuevas autoridades quieren que se recupere la normalidad lo antes posible, aunque no es nada sencillo pasar página a cinco décadas bajo el control de los Assad. Los duros bombardeos israelíes, ante los que las nuevas autoridades no se han pronunciado, tampoco ayudan a que la capital ponga en marcha el reloj de la nueva era. Se ha hecho un llamamiento a los funcionarios para que vuelvan a sus puestos y se ha prohibido increpar a las mujeres por su vestimenta, un gesto hacia esa parte de Siria que no se cubre con velo. Muchos de los milicianos que ahora patrullan las calles de Damasco, sólo han conocido Idlib y la capital para ellos es una ciudad extraña.
La comunidad internacional espera alguna señal del Gobierno interino. La Unión Europea ha desmentido que se haya puesto en contacto con el nuevo gabinete a través de Turquía. Solo la ONU se ha pronunciado por medio de su enviado especial a Siria, Geir Pedersen, quien ha considerado que el yihadista Hayat Tahrir al Sham y otras formaciones rebeldes han enviado «buenos mensajes» a la población, en el sentido de «unidad e inclusividad». Pedersen incluso ha trasladado a la cúpula de Naciones Unidas el debate sobre la conveniencia de sacar a HTS de la lista de grupos terroristas. «Ahora lo que necesitamos ver es que las buenas declaraciones que hemos visto desde el terreno son seguidas en la práctica durante los próximos días y semanas», ha afirmado.
El trabajo se le acumula a unas nuevas autoridades que tratan de asegurar el territorio, reactivar las instituciones, liberar a miles de prisioneros y ayudar a los refugiados a regresar a casa. Todo ello con la obligación urgente de atender los servicios básicos de la población como la electricidad, la gasolina, el agua y la comida.
Damasco trata de mirarse en el espejo de Alepo, segunda ciudad del país y primera gran conquista de los opositores, y confía en que día a día nuevos comercios abran las puertas y se recupere cierta normalidad. Para no generar nuevos frentes, las autoridades adelantaron que de momento mantendrán el uso de la libra siria como moneda nacional, con los billetes con el rostro de Al Assad en circulación.
La incertidumbre a nivel doméstico es compartida en el plano internacional. Estados Unidos bombardeó el domingo posiciones del grupo yihadista Estado Islámico (EI) en el centro de Siria e Israel informó que entre sus objetivos de la jornada estuvieron las plantas de armas químicas del antiguo régimen, algunas de las cuales recibieron también ataques aéreos. Se supone que Al Assad no cumplió con su promesa de eliminar todas las reservas de gas sarín, cloro y otras sustancias tóxicas de su arsenal y ahora existe todo un movimiento de las agencias de Inteligencia internacionales para controlarlo y evitar que caigan en manos de extremistas.
Como antes se atendían los discursos procedentes de Teherán o Moscú, grandes aliados del régimen, ahora los sirios miran a Ankara, la nueva potencia con más influencia sobre el terreno. El ministro de Exteriores turco, Hakan Fidan, hizo un llamamiento a una transición pacífica y señaló que espera que «el pueblo sirio aproveche esta oportunidad de oro».
Las autoridades de Turquía, y las recién estrenadas en Damasco, son conscientes de que están bajo la lupa de Occidente. Entretanto, Estados Unidos, la OTAN y la Unión Europea aguardan los primeros pasos del Ejecutivo sirio mientras vigilan cualquier posible atisbo de rebrote yihadista. Al Golani estuvo vinculado a Al Qaeda y ahora debe dar pruebas a la comunidad internacional de que su ruptura con ese movimiento es real.
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