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Cae Bashar Al Assad y miles de sirios regresan a su tierra, pero también hay muchos que deciden hacer las maletas y salir a la espera de que la situación se aclare. El cruce de Al Masnaa, principal paso desde Líbano a Siria, estuvo colapsado ... durante toda la jornada del lunes por los vehículos que trataban de abandonar el país. Se necesitaban más de seis horas para poder realizar los trámites. El expresidente ha escapado a Rusia y el nuevo hombre fuerte del país es Mohamed Al Golani, antiguo líder de Al Qaeda de 43 años que llega con la promesa de construir «una Siria para todos los sirios». Una frase que, sobre todo las minorías, no terminan de creer, pero que él quiere poner en marcha con efectos prácticos con el inicio del trabajo del nuevo Gobierno interino. Ya ha anunciado medidas como la prohibición de increpar a las mujeres por su vestimenta, un gesto hacia esa parte de la población que no se cubre con velo.
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La incertidumbre a nivel doméstico es compartida en el plano internacional. Estados Unidos bombardeó el domingo posiciones del grupo yihadista Estado Islámico (EI) en el centro de Siria e Israel informó que entre sus objetivos de la jornada estuvieron las plantas de armas químicas del antiguo régimen, algunas de las cuales recibieron también ataques aéreos. Se supone que Al Assad no cumplió con su promesa de eliminar todas las reservas de gas sarín, cloro y otras sustancias tóxicas de su arsenal y ahora existe todo un movimiento de las agencias de Inteligencia internacionales para controlarlo y evitar que caigan en manos de extremistas.
Superado el puesto fronterizo libanés, comienza la tierra de nadie, ese espacio que los israelíes bombardearon cuando lanzaron la invasión del sur de Líbano y que ha sido milagrosamente reparado. Se llega en pocos minutos al puesto sirio, totalmente vacío. El 'duty free' de la frontera ha sido saqueado y solo quedan indemnes los retratos de Al Assad y su padre Hafez, creador de la Siria moderna, que están más altos y a los que la gente no ha podido llegar. El puesto de pasaportes, la aduana de vehículos… todo está desierto. La única presencia armada son grupos de jóvenes de poblaciones cercanas que se han personado para evitar nuevos saqueos, pero no piden documentos ni hacen preguntas a los recién llegados. Sus únicas palabras son «Ahlan Wasahlan» (Bienvenidos).
Desde el puesto fronterizo sirio a Damasco son apenas treinta minutos de coche por una carretera que antes tenía cinco puntos de control y ahora ninguno, ni siquiera el de entrada a la capital por el barrio de Mezze, la puerta principal de llegada desde Líbano donde el régimen tenían antes su último gran filtro para controlar a los visitantes. «¡Somos libres, libres de los Assad! Ya se han terminado cincuenta años de pesadilla», explica Moutaz, veterano taxista de la línea entre Damasco y Beirut, que grita «¡libertad!» en cada antiguo puesto de control que supera. Antes no se podía pasar sin pagar un pequeño soborno a los responsables militares o de los servicios de Inteligencia.
80 menores
han muerto durante la insurrección en Siria, además de casi un millar de adultos, según informa Naciones Unidas, que se ha comprometido a mantener las misiones humanitarias en este país.
La llegada a la capital en pleno toque de queda discurre entre los disparos al aire y las balas trazadoras que se elevan al cielo desde la plaza de los Omeyas, frente a la radiotelevisión nacional, y las explosiones de los bombardeos de Israel, que hacen temblar la ciudad. Increíble, pero la borrachera de alegría hace que nadie se distraiga con las detonaciones de fondo. Los coches avanzan entre miles de casquillos. Estas imágenes de alegría en el corazón de Damasco se repiten por todos los puntos del mundo donde viven sirios exiliados. La sensación general es que han recuperado su país.
La nueva Siria quiere arrancar lo antes posible y tras el shock de los once días de ofensiva militar que derrocaron al régimen, llega la hora de dar los primeros pasos en la transición. El ex primer ministro Ghazi Al Jalali se reunió este lunes con el comandante de Hayat Tahrir Al Sham (HTS) y nuevo hombre fuerte del país, Mohamed Al Golani, y acordó entregar el poder a Mohamed Al Bashir, figura clave del Gobierno de Salvación Sirio que era el encargado de gestionar Idlib.
En esta provincia del norte de Siria, fronteriza con Turquía, han permanecido los grupos armados de la oposición, con HTS a la cabeza, durante una década y ahora esa estructura será la base para el cambio. Además de los políticos, llegan cada vez más milicianos de esta región y los vehículos con la placa de Idlib han tomado la capital.
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Daniel de Lucas
El trabajo se le acumula a unas nuevas autoridades que tratan de asegurar el territorio, reactivar las instituciones, liberar a miles de prisioneros y ayudar a los refugiados a regresar a casa. Todo ello con la obligación urgente de atender los servicios básicos de la población como la electricidad, la gasolina, el agua y la comida.
Damasco trata de mirarse en el espejo de Alepo, segunda ciudad del país y primera gran conquista de los opositores, y confía en que día a día nuevos comercios abran las puertas y se recupere cierta normalidad. Para no generar nuevos frentes, las autoridades adelantaron que de momento mantendrán el uso de la libra siria como moneda nacional, con los billetes con el rostro de Al Assad en circulación.
Como antes se atendían los discursos procedentes de Teherán o Moscú, grandes aliados del régimen, ahora los sirios miran a Ankara, la nueva potencia con más influencia sobre el terreno. El ministro de Exteriores turco, Hakan Fidan, hizo un llamamiento a una transición pacífica y señaló que espera que «el pueblo sirio aproveche esta oportunidad de oro».
Las autoridades de Turquía, y las recién estrenadas en Damasco, son conscientes de que están bajo la lupa de Occidente. Entretanto, Estados Unidos, la OTAN y la Unión Europea aguardan los primeros pasos del Ejecutivo sirio mientras vigilan cualquier posible atisbo de rebrote yihadista. Al Golani estuvo vinculado a Al Qaeda y ahora debe dar pruebas a la comunidad internacional de que su ruptura con ese movimiento es real.
Fidan pidió a los actores internacionales, en particular a las Naciones Unidas, que apoyen al pueblo sirio «en la formación de un Gobierno inclusivo». Un reto complicado en un país fragmentado y con demasiada sangre derramada en los últimos trece años de guerra.
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