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Unidos en el fondo pero divididos en las formas. Así están los 57 países musulmanes que se reunieron en la capital de Arabia Saudí, Riad, para acordar una postura común sobre la guerra de Gaza y tomar medidas. Aunque condenaron unánimemente a Israel y rechazaron ... por desproporcionado el derecho a la defensa que esgrime, fueron incapaces de consensuar sanciones concretas en la declaración final del encuentro. Esta cumbre extraordinaria nació de la fusión de dos reuniones convocadas para el fin de semana en Riad: una de la Organización para la Colaboración Islámica y otra de la Liga Árabe.
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La falta de acuerdo sobre las medidas a tomar estuvo originada, según el portal de noticias Al Araby Al Jadeed, porque «cuatro países influyentes» de la Liga Árabe se negaban a suscribir las medidas más contundentes que se barajaban. Entre ellas, prohibir el uso de las bases de Estados Unidos en Oriente Próximo para suministrar armamento a Israel, congelar las relaciones diplomáticas, económicas y militares con dicho país y utilizar el petróleo para presionar a la comunidad internacional.
Aunque no fue desvelado el nombre de esas cuatro potencias que se negaban a tales medidas, todo apunta a estados con fuertes intereses comerciales y políticos con Occidente, como Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí, Egipto y Jordania o Marruecos. El primero es seguro porque, tal y como informó la agencia Reuters, Emiratos no tiene intención de cortar sus crecientes lazos económicos con Israel, que han florecido desde que establecieron relaciones diplomáticas mediante los Acuerdos de Abraham en 2020.
Con esas divergencias de fondo, todos los participantes coincidieron en criticar a Israel como «responsable de la continuidad del conflicto y su agravamiento». Con una sola voz exigieron un alto el fuego inmediato, la entrada de más ayuda humanitaria en Gaza, la fórmula de los dos Estados para Israel y Palestina y una resolución vinculante del Consejo de Seguridad de la ONU.
«Ni Israel ni ninguno de los países de la región gozará de seguridad y paz sin que la tengan los palestinos y recuperen todos sus derechos», asegura la declaración final de la cumbre. Uno de sus puntos insta a «dejar de exportar armas» a Israel para que no sean empleadas contra la población palestina, así como a denunciar ante el Tribunal Penal Internacional sus presuntos crímenes de guerra, como el «desplazamiento de más de 1,5 millones de personas» del norte al sur de Gaza, «los bombardeos alrededor de los hospitales» y «el asesinato de niños, mujeres, periodistas y sanitarios».
Junto al anfitrión, el príncipe heredero Mohammed bin Salman, destacaron entre los asistentes el rey de Jordania, Abdalá II, el emir de Qatar, el jeque Tamin bin Hamad Al Thani, y los presidentes de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abás; Egipto, Abdelfatteh al Sisi; Turquía, Recep Tayyip Erdogan; e Irak, Abudl Latif Rashid. Añadiendo morbo a la cita, asistieron el presidente de Irán, Ebrahim Raisi, y el de Siria, Bashar al Assad, rehabilitado tras la guerra en su país.
Curiosamente, ha sido el primer viaje del presidente iraní a Arabia Saudí desde que estas dos potencias regionales enfrentadas restablecieran en marzo sus relaciones diplomáticas gracias a la mediación de China. Su asistencia era de extrema importancia porque Irán no solo apoya a Hamás, sino también a Hezbolá en el Líbano y a los hutíes de Yemen, que amenazan con propagar la guerra en Gaza abriendo más frentes contra Israel. En su duro discurso, Raisi alabó a Hamás y pidió contra Israel sanciones de petróleo y otras mercancías. «No hay más opción que resistirse a Israel, besamos las manos de Hamás», declaró el presidente iraní.
Asimismo, planteó que el ejército del «régimen sionista» sea declarado formalmente una «organización terrorista», promover la creación de un tribunal internacional que examine las posibles responsabilidades penales de Israel y la posibilidad de dar armas a los palestinos si el conflicto persiste.
Por su parte, el príncipe saudí, Bin Salman, reafirmó su «condena y categórico rechazo de esta guerra bárbara contra nuestros hermanos en Palestina». En su discurso inaugural, alertó de que «nos enfrentamos a una catástrofe humanitaria que demuestra el fracaso del Consejo de Seguridad y de la comunidad internacional para poner fin a las flagrantes violaciones de Israel de las leyes internacionales». Irónicas palabras para alguien a quien perseguirá toda la vida el asesinato y descuartizamiento del periodista Jamal Khashoggi en el consulado saudí en Estambul.
Su alocución también reflejó que, al menos de momento, Arabia Saudí ha aparcado sus planes de normalizar sus relaciones con Israel. Precisamente, ese acercamiento se perfila como uno de los motivos del brutal atentado terrorista de Hamás del 7 de octubre, ya que la organización islamista veía que los países del Golfo establecían lazos diplomáticos con Israel olvidándose de la cuestión palestina.
Como uno de los principales invitados a la cumbre, el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abás, denunció que su pueblo sufre una «guerra de exterminio» e Israel «ha cruzado todas las líneas rojas».
Pero sin medidas concretas como sanciones, todo se quedó en una diatriba contra Israel.
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