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Los bombardeos que desde hace semanas soporta la franja de Gaza se han llevado por delante hogares, infraestructuras de todo tipo, barrios enteros y amenazan, si no lo han hecho ya, con arrasar con una generación completa de palestinos. La alerta sobre el impacto de ... esta guerra en la población, y sobre todo entre los más vulnerables, la ha dado en esta ocasión la Organización Mundial de la Salud (OMS) al advertir el viernes ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas de que, «de media, un niño muere cada diez minutos» en la zona. «Ni en ningún lugar, ni nadie está a salvo», resumió el director general del organismo, Tedros Adhanom Ghebreyesus.
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En más de un mes de enfrentamientos, calculó la OMS, unas 11.000 personas han fallecido en Gaza y «el 70% eran mujeres y niños». En concreto, la guerra se ha cobrado la vida de alrededor de 4.500 menores en un enclave con un censo muy joven -antes de este conflicto, casi la mitad de la población no había cumplido los 18 años- que se ha visto mermado no sólo por las bombas sino también por la falta de agua y alimentos o de una atención sanitaria en condiciones por la escasez de combustible. El sistema de salud, denunció Tedros, se encuentra «de rodillas».
Unicef avisó hace días de que Gaza se había convertido «en un cementerio de niños» y uno de los últimos ejemplos de la voracidad de esta guerra entre la población de menor edad se dio este sábado precisamente en una hospital, el de Al Shifa, el mayor del enclave, donde fallecieron dos bebés. «Debido a la falta de electricidad, podemos informar que la unidad neonatal de cuidados intensivos dejó de funcionar. Dos prematuros murieron y hay un riesgo real para la vida de otros 37», informó el complejo hospitalario a través de la ONG Médicos por los Derechos Humanos Israel (PHRI).
El director de la OMS admitió ante el Consejo de Seguridad de la ONU reconocer el dramático escenario al que se enfrentan los menores en Gaza. Él mismo creció en mitad de la guerra en Etiopía. «El sonido de los disparos y los proyectiles silbando en el aire, el olor del humo después de su impacto, las balas en el cielo nocturno, el miedo, el dolor, la pérdida... estas cosas han permanecido conmigo durante toda mi vida», compartió. Naciones Unidas recordó que los niños «pagan siempre el precio más alto» en los conflictos.
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