Decenas de palestinos atienden entre los restos de una mezquita bombardeada, un día después de la masacre en Al-Rashid. AFP

Occidente exige investigar la 'masacre de la harina' en una Gaza cada vez más hambrienta

La UE, EE UU, Francia y Alemania suben el tono y reclaman a Israel que aclare el asesinato de civiles en una cola de reparto de alimentos

Viernes, 1 de marzo 2024, 22:00

Abdel Halim Saeed es palestino. Ha perdido quince kilos desde que Israel entró en Gaza hace algo menos de cinco meses. «¿Quién hubiera imaginado que una persona moriría de hambre?» en la Franja, se pregunta este hombre que desde el lunes solo ingiere agua con ... sal debido a la falta de alimentos y un miedo creciente a acudir a las colas de reparto de comida. «Me arriesgo a ir al lugar donde llegan los camiones, pero regreso con las manos vacías, aterrorizado por los bombardeos, el número de mártires y las numerosas lesiones que sufre la gente», explica a un medio palestino.

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Su pánico ha aumentado tras la 'masacre de la harina'. El Ministerio de Salud cifró este viernes en 112 fallecidos y 760 heridos las víctimas de la catástrofe ocurrida el jueves en la carretera de Al-Rashid minutos después de la llegada del primer convoy de ayuda humanitaria del día. Según el ejército israelí, sus tropas efectuaron «disparos limitados» contra una muchedumbre que se les vino encima a causa de un conato de asalto al tráiler. Las Fuerzas de Defensa se sintieron «amenazadas» y abatieron a una decena de personas. El resto de fallecidos, según su versión, se produjo por aplastamiento durante una «estampida» en la que varios civiles «fueron arrollados por los camiones».

Hamás, sin embargo, afirma que los soldados abrieron fuego indiscriminadamente sobre la muchedumbre y culpa al ejército del centenar de muertes. Medios palestinos señalaron que el ataque fue «premeditado» mientras Taher al-Nono, portavoz político de la milicia, manifestó que Israel está «cometiendo masacres contra nuestro pueblo con el objetivo de chantajear a la resistencia en las negociaciones» sobre los rehenes y la aplicación de un alto el fuego.

Arabia Saudí, por su parte, condenó «los ataques de las fuerzas de ocupación contra civiles indefensos», en una línea muy parecida a la Liga Árabe, que denunció «un acto bárbaro y brutal que desprecia totalmente la vida humana». Fuentes gazatíes indicaron que cientos de heridos fueron trasladados en los mismos camiones en busca de asistencia, pero se encontraron con hospitales cerrados, escasez de personal médico y la inexistencia de material clínico adecuado después de semanas de combates.

50.000 muertos

podría causar la hambruna en Gaza si no aumenta la ayuda humanitaria.

La tragedia ha dado un vuelco a las pretensiones de Estados Unidos, cuyo presidente, Joe Biden, se declaró conmocionado y admitió que la masacre complica cualquier iniciativa para una tregua. El líder demócrata exigió una «investigación exhaustiva», de la que puede depender el calor de su apoyo a Tel Aviv. Este mismo viernes, Washington vetó una resolución condenatoria del Consejo de Seguridad de la ONU, pero solo en tanto se dilucida la verdad de la matanza. La Unión Europea, Alemania y Francia también endurecieron el tono. Reclamaron una investigación «independiente» mientras Italia, España y China reivindicaron la «urgencia» de una tregua ante la desesperada situación de los civiles. El Gobierno de Benjamín Netanyahu es consciente del impacto que han tenido en la comunidad internacional las imágenes de ciudadanos hambrientos asesinados por su ejército.

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Un alto el fuego en Gaza representa ahora mismo la diferencia entre vivir -aunque sea en condiciones ínfimas- o perecer por malnutrición, que es muy mala muerte. El cuerpo se consume a sí mismo. El proceso es lento, doloroso y degenerativo. Al menos seis niños han fallecido en esas circunstancias en los últimos días, según señaló este viernes un portavoz médico palestino. El último se llamaba Muhammad Ihab Jamil Nasrallah. Tenía ocho años. Llegó herido al hospital. La falta de alimentos, la deshidratación y las estanterías vacías de medicamentos acabaron con él. Le envolvieron en una sábana blanca. Hay más preparadas para su uso como sudarios.

El drama cotidiano

«Los niños lloran en los pasillos por un hambre insufrible que les llena de calambres y dolor»

Los datos se amontonan. Uno de cada seis niños de Gaza menores de dos años padece desnutrición aguda, según Unicef. El Ministerio de Salud informa de que todos los pacientes que acuden a los hospitales lo hacen acompañados de un cuadro clínico de déficit alimentario: debilidad, diarreas e infecciones provocadas por baja inmunidad. La cuestión ya no son solo los heridos por la guerra. Cientos de civiles intentan ingresar en busca de la comida que les falta en la calle. «El horror está en los lamentos de la gente y los lloros de los niños en los pasillos por un hambre insufrible que les llena de calambres y dolores», explica un médico. El infierno es un plato vacío.

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Alguien, incluso, ha hecho una estadística. Cada civil ha perdido una media de 10 a 15 kilos desde octubre. «O Israel abre la mano, o Gaza sufrirá una hambruna sin precedentes en pleno siglo XXI», opina Al-Hanani, un refugiado del norte, convencido de que las Fuerzas de Defensa utilizan el «hambre como arma. La ocupación se está alargando y todavía Netanyahu no ha podido derrotar a Hamás ni recuperar a los rehenes, así que quiere imponerse mediante una hambruna».

Un hombre llora sobre el cuerpo de un familiar fallecido en el bombardeo israelí. AFP

Tres litros de agua al día

El riesgo máximo radica en el norte. Y en Gaza City, donde cada ciudadano recibe tres litros de agua al día -para consumo, limpieza y otras necesidades-, ya que el ejército bombardeó hasta 40 pozos de abastecimiento y ha destruido la infraestructura hídrica. Las únicas aguas que brotan en las calles y los patios son las fecales.

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A Samira Issa, de 68 años, la artillería no le ha sacado de su barrio de Al-Nasr. Ella y su marido subsisten comiendo una pasta hecha con agua y almidón. «La última vez que mi esposo intentó ir a esperar los camiones de harina, fueron atacados por el ejército israelí y algunos civiles resultaron heridos. Siempre regresa sin poder conseguir harina», comenta.

Nasser Ahmed, de 56 años, es padre de cinco hijos y se lamenta con una amargura que duele profundamente. Busca un refugio seguro al sur de la Franja. «En el camino hemos comido alimentos para animales. Pero ahora temo perder a mis hijos por el hambre». El pienso de las gallinas se ha convertido en un tesoro muy valioso e incluso resulta difícil a estas alturas recolectar «hojas en el campo o los sembrados». Ni siquiera el dinero «empieza a ser suficiente». Un saco de 25 kilos de harina cuesta en la calle 700 dólares y una botella de leche, 40. Los buitres siempre huelen la muerte.

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