Israel materializó este lunes su anunciado bombardeo contra la infraestructura financiera de Hezbolá. Las Fuerzas de Defensa arrasaron algunas de las principales instalaciones de Al-Qard Al-Hassan, un sistema bancario que opera al margen de las redes internacionales y que cuenta con 31 sucursales ... en Líbano. La Inteligencia hebrea asegura que esta entidad patrocina la actividad de la milicia chií e incluso el ministro de Defensa, Yoav Gallant, validó el ataque al firmar una orden que la declara «organización terrorista».
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El ejército ordenó «docenas de ataques» contra emplazamientos de Hezbolá y de su red financiera. Devastó al menos once oficinas en la capital libanesa. «Beirut está en llamas», se ufanó el ministro de Exteriores, Israel Katz, quien predijo que Hezbolá «seguirá pagando un alto precio» hasta que «colapse». Las Fuerzas de Defensa se lanzaron además con sus cazas sobre otras regiones del sur de Líbano y del valle de Beeqa, mientra su portavoz Avichay Adraee urgió a la población a mantenerse a distancia de las sucursales bancarias convertidas en objetivo. «Residentes de Líbano, nuestras tropas atacarán infraestructura perteneciente a Al-Qard Al-Hassan. Manténganse alejados de ella de inmediato», exclamó.
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Las explosiones sacudieron la capital libanesa. Una decena se escucharon en toda la ciudad, según relataron varios testigos a la agencia Reuters, indicativo de que Israel utilizó proyectiles de gran potencia. Los ciudadanos pudieron vislumbrar las columnas de humo negro elevándose hacia el cielo en medio de la oscuridad y un fuerte destello cerca del aeropuerto, donde se produjo al menos una pasada de la aviación.
Esta zona resulta especialmente sensible, ya que la terminal es el único punto de entrada de ayuda humanitaria a Beirut. Algunos vídeos en internet muestran a grupos de personas huyendo de barrios del sur de la capital, considerado el bastión de Hezbolá, minutos antes de la llegada de los cazabombarderos. «Vamos a atacar el poder económico de Hezbolá», había advertido el portavoz militar Daniel Hagari, solo unas horas antes de que los aviones de la fuerza aérea despegaran de sus bases a útimas horas de la noche del domingo. En medio de la ofensiva sobre Beirut, los militares descubrieron un búnker subterráneo bajo el hospital Sahel que contenía 500 millones de dólares en metálico y barras de oro.
Aunque «el objetivo es minar la confianza» en Hezbolá de todo aquel que lo financie o piense contribuir a su mantenimiento, dijo Hagari, los continuos ataques tienen una finalidad mucho más amplia. Lo que Katz llamó el «colapso» de la milicia chií. Las Fuerzas de Defensa informaron anoche de que han matado a 2.000 «agentes terroristas» de Hezbolá en el último año -1.200 desde el comienzo de la ofensiva terrestre de hace tres semanas- y destruido el 70% de sus reservas de cohetes. No obstante, puntualizaron que la milicia todavía posee una estimable capacidad de fuego. Algunas estimaciones han situado en más de 100.000 los cohetes que la organización había conseguido almacenar antes de la guerra.
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Al-Qard Al-Hassan emitió un comunicado en el que se define como «una organización sin ánimo de lucro» a la que Israel «ha decidido amenazar y atacar» tras haber agotado «su banco de objetivos». Especializada en la concesión de microcréditos, algunos medios enfatizaban que este grupo seguía los preceptos islámicos de no obtener beneficios con estos prestamos. La entidad ha tomado las medidas necesarias para «proteger los depósitos» de sus clientes pese a los daños sufridos en los bombardeos.
Según la Inteligencia de Tel Aviv y las autoridades estadounidenses, se trata en cambio de una organización paralela al sistema bancario oficial libanés y la principal patrocinadora de la milicia chií. Pagaría el sueldo a sus militantes, constituiría su principal reserva de efectivo y, además, se encargaría de lavar el dinero que obtiene Hezbolá por otros medios. Las mismas fuentes aseguran que recibe mensualmente una transferencia desde Irán y existe la sospecha de que algunos diplomáticos destinados a otros países, pero afines al grupo militante chií, regresan con cierta frecuencia con maletines llenos de dinero para ingresarlos en la entidad.
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El grupo financiero nació en 1983 con la misión de proporcionar ayuda a las familias libanesas en situación de pobreza o a aquellos emprendedores de pequeños negocios de subsistencia. También ejerce de prestamista. Al parecer, gran parte de sus reservas de oro proceden de las joyas entregadas por particulares, según fuentes hebreas. Con el paso de los años Hezbolá lo habría incorporado y moldeado a sus fines, convirtiéndolo en la principal estructura financiera de las milicias.
Es un banco poderoso. Pese a no encontrarse conectado al sistema internacional SWIFT, Al-Qard Al-Hassan manejaría las cuentas de unos 200.000 clientes, la mayoría civiles. El Departamento del Tesoro de Estados Unidos advirtió en 2021 de que el banco «pretende servir al pueblo libanés», pero que en la práctica «mueve fondos ilícitamente a través de cuentas fantasma y facilitadores».
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En vísperas de que el estadounidense Antony Blinken aterrice hoy en Israel, el Departamento de Estado evitó hacer declaraciones sobre la ofensiva contra el banco, pero sí dejó entrever que EE UU «no quiere ver» bombardeos diarios sobre Beirut. «Nuestro llamado sigue siendo que Israel debe hacer todo lo posible para no atacar la infraestructura civil y respetar el Derecho Internacional humanitario», manifestó el portavoz, Vedant Patel. Por su parte, el enviado de Washington para negociar un alto el fuego, Amos Hochstein, advirtió anoche que el conflicto «se ha salido de control».
Los expertos consideran que las resoluciones de la ONU de 2006 ya no son suficientes y que el Gobierno de Benjamín Netanyahu no aceptará que la milicia se aleje simplemente de la frontera para garantizar la seguridad. De hecho, medios oficiales estiman que el gabinete aceptaría negociar si en el futuro se garantiza el desarme de la milicia y que los cazas israelíes puedan volar dentro del espacio aéreo libanés.
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«Si queremos, podemos volver a instalarnos en Gaza», dijo este lunes bajo los aplausos el ministro de Seguridad Nacional israelí, el ultraderechista Itamar Ben Gvir, en una concentración cerca de la frontera con el enclave palestino. Fue uno de los oradores de una reunión para «prepararse para el regreso» a la Franja convocada por miembros del Likud, el partido del primer ministro, Benjamín Netanyahu, y grupos que apoyan la colonización.
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