Hamás es un grupo sectario sunita. Uno de los puntos cardinales de su doctrina es el odio cainita a los chiítas, calificados de falsos musulmanes, apóstatas y otros epítetos irreproducibles en letra impresa. En teoría, la lucha desesperada contra Israel, un enemigo común no musulmán, ... debería haber atemperado esta hostilidad sectaria, pero en la práctica no ha sido así.
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Sin embargo, los iraníes no pueden quedarse de brazos cruzados ante el aplastamiento total de Gaza y la evicción forzosa de su población. Es necesario, como mínimo, mostrar el pabellón y realizar algún gesto, como pedirles a tus proxies hutíes –una facción político-dinástica-religiosa dentro de la comunidad zaidí de Yemen del Norte– que lancen drones hacia Israel, cruzando todo el territorio saudí, alrededor de 1.700 kilómetros. Eso demuestra –otra vez– la incompetencia militar saudí y lo avanzado de la técnica iraní.
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El problema es que los hutíes han atacado también al tráfico marítimo en el mar Rojo, estorbando así el acceso al canal de Suez, provocando una crisis grave en el comercio mundial. Diversas navieras han empezado a desviar sus buques costeando toda África, lo que incrementa los costes y va a tener repercusiones directas en breve plazo en los bolsillos.
Podría creerse que los iraníes han incitado a los hutíes porque se proponen apostar fuerte, esperando sacar algo de la embrollada situación mundial si contribuyen a embrollarla un poco más. Sin embargo, este enfoque puede ser simplista y erróneo, porque los hutíes pueden ser los proxies de Irán, pero no son sus títeres. Quizás están forzando su mano porque buscan conseguir la independencia de facto de Yemen del Norte. Pero los riesgos son excesivos porque si los norteamericanos optan por atacar, un solo portaaviones norteamericano con sus escoltas podría causarles en pocas horas más bajas a los hutíes que la incapaz aviación saudí en los últimos ocho años.
Por el momento, la voluntad manifestada por los norteamericanos de reunir una fuerza multinacional indica una estrategia más defensiva que ofensiva, aunque sin descartar nunca algún duro contragolpe. Una vez naveguen por la zona suficientes unidades navales, las posibilidades de éxito de cualquier nuevo ataque naval hutí descenderían a cifras anecdóticas.
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Y las represalias podrían causarles a los hutíes unas bajas inaceptables. Ellos no están acostumbrados a sufrir ataques aéreos ejecutados por pilotos capaces de emplear sus armas con precisión, de manera que una primera oleada de gran intensidad les arrasaría.
Como la guerra civil de Yemen es muy compleja y hay demasiadas facciones y terceros países involucrados, los norteamericanos podrían contenerse mientras analizan los posibles efectos secundarios de cualquier acción, pero al final, no pueden enredarse en bizantinismos y tendrán que hacer lo necesario para proteger el trafico naval. Los hutíes han cometido una imprudencia al lanzar esos ataques navales porque perjudican a casi todas las naciones, no solo a sus enemigos, así que tanto ellos como los iraníes podrían terminar pagándolo muy caro.
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