Con las heridas sangrantes por el atroz ataque perpetrado por Hamás el pasado 7 de octubre, la ira de Israel se ha expandido como la pólvora después de que el martes el secretario general de la ONU, António Guterres, asegurara que los ataques de la ... milicia palestina eran consecuencia de «56 años de sofocante ocupación». Hasta el punto de dinamitar este miércoles los puentes diplomáticos con Naciones Unidas al vetar la entrada de sus miembros al Estado judío. «Debido a sus palabras, no daremos visados a los representantes de la ONU. Ha llegado el momento de darles una lección», clamó enfurecido el embajador permanente del país hebreo ante el organismo internacional, Gilad Erdan, que ya la víspera, tras escuchar el discurso de Guterres ante el Consejo de Seguridad, exigió su «dimisión».
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Para demostrar que el enfado iba más allá de ser una amenaza, Israel pasó de inmediato de las palabras a los hechos. «Ya hemos rechazado un visado para el secretario general adjunto de Asuntos Humanitarios, Martin Griffiths», anunció Erdan, para quien no hay «justificación» posible ni se puede mostrar «comprensión» hacia «las acciones más terribles contra el pueblo de Israel».
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Mikel Ayestaran
Visto el revuelo, Guterres se esforzó nuevamente este miércoles en tratar de aplacar los ánimos de Tel Aviv, después de que la noche del martes, tras su polémica intervención matizara en la red social X -antes Twitter- que «las injusticias contra el pueblo palestino no pueden justificar los horribles ataques de Hamás, como tampoco estos horripilantes ataques pueden justificar un castigo colectivo contra el pueblo palestino».
En su mensaje de este miércoles, el secretario general de Naciones Unidas fue incluso más claro al declararse conmocionado por la histórica crisis diplomática suscitada. «Estoy impactado por la tergiversación de algunas de mis declaraciones del martes en el Consejo de Seguridad, como si yo estuviera justificando actos de terror de Hamás. Esto es falso. Fue lo contrario», aseguró al considerar «necesario aclarar las cosas, especialmente por respeto a las víctimas y a sus familias».
Guterres recuperó la literalidad de su alocución para no dejar ningún resquicio de dudas. «En el arranque de mi intervención dije claramente, y lo cito, 'he condenado inequívocamente los horribles actos sin precedentes de terrorismo del 7 de octubre cometidos por Hamás en Israel. Nada puede justificar el asesinato deliberado de civiles, herir o secuestrar a personas o el lanzamiento de cohetes contra objetivos civiles'. De hecho, hablé de las reclamaciones de los palestinos y al hacerlo dije 'pero los agravios no pueden justificar los terribles ataques de Hamás'», señaló.
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Aunque las aclaraciones del diplomático portugués cayeron en saco roto en Tel Aviv, no ocurrió lo mismo con los ejecutivos de España, Alemania, organizaciones como la Liga Árabe y la Autoridad Nacional Palestina, que se han posicionado del lado de Guterres. «Lo que está haciendo es alzar la voz de una mayoría amplia de las sociedades en el mundo que busca una pausa humanitaria», alegó el presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, que ya la semana pasada tuvo otro choque con el gabinete de Netanyahu al salir en defensa de los ministros de Podemos después de que Tel Aviv los acusara «alinearse» con un terrorismo «tipo ISIS».
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En un tono más áspero, la Liga Árabe respaldó la labor de Guterres ante el «chantaje moral y político» del Estado judío. En términos similares, la ANP calificó la reacción del Estado hebreo como «una extensión de la falta de respeto» de las autoridades sionistas hacia el organismo internacional. De hecho, no es menos cierto que Israel, que se constituyó como Estado en 1948 gracias a un acuerdo de la ONU, suele cargar con crudeza a menudo contra Naciones Unidas cuando se le reprochan acciones sistemáticas contra el pueblo palestino.
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La crisis surgida con Guterres preocupa sobre todo por los efectos que pueda tener sobre Gaza, bajo asedio y bombardeos israelíes desde los atentados de Hamás. De hecho, las agencias humanitarias de la ONU advirtieron este miércoles a Israel de que si no permitía la entrada de combustible tendrían que suspender anoche sus actividades en la Franja, donde los hospitales afrontan «niveles sin precedentes de devastación», con morgues desbordadas y pacientes hacinados.
No es la primera vez que un secretario general de la ONU se ve envuelto en polémica. El fallecido Koffi Annan, que ocupó el cargo entre 1997 y 2006, también se enfrentó a peticiones de dimisión aunque, en su caso, por una cuestión muy diferente. El ghanés perdió el respaldo de EE UU por las acusaciones que arrastraba sobre presunta corrupción en el programa 'Petróleo por alimentos de Irak' en plena tensión con Washington por el uso de la fuerza en esa guerra. El entonces presidente, George W. Bush, no llegó a pedir su marcha.
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