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Una semana después del asesinato de Ismael Haniye en Teherán, Israel todavía aguarda la anunciada respuesta de Irán. La tensa espera forma parte de la guerra psicológica que libran dos países con capacidad de incendiar toda la región y que cuentan con poderosas alianzas.
Cuando ... los israelíes atacaron el consulado iraní en Damasco, una operación en la que mataron al general de la Guardia Revolucionaria Mohamed Reza Zahedi y a varios de sus colaboradores más cercanos, Teherán necesitó dos semanas antes de lanzar trescientos drones y misiles contra el Estado judío. La mayoría fueron interceptados antes de llegar a suelo israelí por Estados Unidos, Reino Unidos y la alianza de países árabes aliados.
Tras el asesinato de Haniye, Washington apuntó a una «respuesta inmediata», pero pasada una semana la república islámica sigue estudiando junto a sus aliados del 'eje de la resistencia' la fórmula más adecuada para golpear al enemigo y recuperar la disuasión. La última palabra en un tema tan sensible es del Líder Supremo y este ha pedido un «duro castigo». Falta por conocer la forma y el momento elegido. La diplomacia trata de moderar el golpe y, según la agencia Reuters citando dos fuentes iraníes, incluso el presidente ruso, Vladimir Putin, ha enviado un mensaje a Jamenéi para pedir una «respuesta contenida».
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Haniye fue asesinado tras tomar parte en la investidura de Masoud Pezeshkian, primer presidente reformista del país desde los tiempos de Mohamed Jatami. El votante iraní apostó por el cambio, dentro de los límites impuestos por el régimen. Pues bien, en medio de la escalada bélica en Irán han surgido voces de este entorno reformista que alertan del riesgo de una operación a gran escala que pueda llevar al país a una guerra total.
La primera en escucharse fue la del exministro de Exteriores, Javad Zarif, que recupera protagonismo tras la elección de Pezehskian, y acusó en su perfil de X al primer ministro israelí de «llevar a la región y al mundo al borde de la catástrofe», por lo que pidió a Estados Unidos y a la Unión Europea «dejar de proteger la locura de Netanyahu». Hossein Marashi, exvicepresidente y otra figura del entorno de Pezeshkian, defendió una respuesta contundente a Israel, «pero sin caer en la trampa tendida por sus gobernantes y sin provocar una expansión de la guerra, que es lo que quiere Netanyahu».
Estos mensajes desde Teherán coinciden palabra por palabra con los que lanza la oposición israelí al primer ministro. El exdiplomático Alon Pinkas escribió en 'Haaretz' un artículo con el mismo argumento de Zarif y Marashi y lamentó que «Israel no tiene política exterior, sólo un primer ministro dispuesto a incendiar la región. Netanyahu parece decidido y dispuesto a quemar a Israel hasta los cimientos porque se ve a sí mismo como la encarnación de un Estado que, sin él, no tiene viabilidad ni agencia. ¿Realmente les ha tomado a los estadounidenses treinta años darse cuenta de esto?»
El periodista iraní Arash Azizi recogió en 'The Atlantic' editoriales de periódicos reformistas y moderados del país que piden mesura. El diario 'Etemad' apostó por una respuesta que debería garantizar que «no estalle una guerra... para que Irán no caiga en la trampa de Netanyahu». 'Asre Iran' recordó el caso del legendario espía de Israel Eli Cohen, que llegó a lo más alto del régimen sirio gracias a su tapadera de feroz opositor a Tel Aviv. Este diario pidió autocrítica y observar a las voces más anti-israelíes del sistema, las que piden un ataque devastador, para descubrir cómo fue posible el asesinato de Haniye.
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Unas horas antes de la muerte del líder político de Hamás, Israel asesinó en Beirut a Fuad Shukr, responsable militar y uno de los fundadores de Hezbolá. Su líder, Hasán Nasrala, habló por primera vez desde el asesinato y dejó claro que están obligados a responder, como lo están los iraníes, pero no aclaró si la respuesta será conjunta. La jornada volvió a ser dura para Hezbolá, que perdió a cinco milicianos en un bombardeo israelí cerca de la frontera. La milicia chií lanzó varios drones que burlaron la seguridad del enemigo y doce personas resultaron heridas al norte de Acre.
Nasrala no especificó el tipo de respuesta que puede dar Teherán, pero dejó claro que debe ser puntual ya que «no es necesario que Irán participe en una lucha prolongada». En estos discursos las palabras están medidas y el mensaje de Hezbolá se aleja de las voces que piden una guerra a gran escala. En opinión del líder del Partido de Dios, «Israel ya no es tan fuerte como lo era, ni tampoco lo son sus capacidades de defensa. Ahora teme una respuesta y busca ayuda de los Estados Unidos, Occidente, los europeos y los regímenes árabes, y esto es una prueba del declive de su prestigio». El objetivo por ahora, según Nasrala, «no es poner fin a la existencia de Israel, es una batalla para impedir que logre la victoria» en Gaza y Cisjordania.
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