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Por segundo día consecutivo, Estados Unidos utilizó en la ONU el argumento de que cualquier demanda internacional puede perjudicar sus negociaciones para obtener la liberación de los rehenes en manos de Hamás y un alto el fuego duradero.
La víspera fue la embajadora Linda Thomas- ... Greenfield, quien convirtió a su país en el único voto contrario a la resolución argelina que exigía en el Consejo de Seguridad un alto el fuego inmediato a la masacre de Gaza. Este miércoles, le tocó a Richard Visek, consejero legal adjunto del Departamento de Estado, en el Tribunal Penal Internacional de La Haya, donde el lunes comenzaron unas audiencias históricas sobre la legalidad de la ocupación israelí en los territorios palestinos, que agrupan a un número récord de Estados. Se prevé que en ellas hablen los representantes de 52 países y se prolonguen hasta el lunes.
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Estados Unidos sostiene que el conflicto entre Palestina e Israel no puede dirimirse en esa jurisdicción, por lo que pide a la corte que remita en su opinión jurídica a las negociaciones de paz en el marco de dos Estados que convivan uno junto al otro. Desde su punto de vista, «el tribunal no debería concluir que Israel está legalmente obligado a retirarse inmediatamente e incondicionalmente de los territorios ocupados», porque «cualquier movimiento hacia la retirada de Israel de Cisjordania y Gaza requiere considerar las necesidades reales de seguridad de Israel». Los ataques terroristas perpetrados por Hamás el 7 de octubre son «un recordatorio de esas necesidades de seguridad que aún persisten», decidió.
Washington negocia con las partes una pausa de seis semanas a cambio de la liberación de todos los rehenes que queden vivos en manos de Hamás e insiste en que sus esfuerzos peligrarían si el tribunal falla en favor de la retirada israelí. Sin embargo, no habla del peligro que corren los dos millones de gazatíes, mayormente agolpados en la frontera con Egipto, donde Israel planea un nuevo embate militar.
La resolución introducida por Argelia que se votó en Nueva York el martes también demandaba la liberación de todos los rehenes, pero pedía un alto el fuego inmediato y sin condiciones. Thomas-Greenfield calificó la urgencia de esa votación en la sede del Consejo de Seguridad de «irresponsable», pero los 13 países que votaron en favor (el Reino Unido se abstuvo) consideraron que la verdadera irresponsabilidad era interponerse al llamado de un cese de las hostilidades, que quedó anulado con el veto de EE UU.
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«El costo será la violencia y la inestabilidad», advirtió Amar Bendjama, representante argelino. China fue aún más cruda al interpretar el veto estadounidense como «dar luz verde a la continuidad de la masacre», alertando de que la única manera de «impedir que el fuego del infierno engulla a toda la región es extinguir las llamas de la guerra en Gaza», entonó el embajador Zhang Jun.
El aislamiento de EE UU en la escena internacional por defender la campaña israelí en Gaza, y ahora también la permanencia de su ocupación en Cisjordania y Jerusalén, es cada vez más evidente. «Como todos los miembros permanentes del Consejo de Seguridad que utilizan su derecho a veto, ahora tendrá que dar explicaciones a la Asamblea General», recordó Stephan Derrick, portavoz del secretario general de la ONU, António Guterres. A estas alturas, solo Fiji apoya a EE UU en su defensa de Israel, calcula el abogado, Paul Reichler, que tiene gran experiencia en el Tribunal Penal Internacional.
A diferencia de Visek, Reichler dedicó su intervención el lunes a explicar los argumentos jurídicos que, en base a la Carta Magna de Naciones Unidas y a numerosas resoluciones del Consejo de Seguridad, demuestran que la continua ocupación del territorio palestino por la fuerza es ilegal. Reichler cree que las pruebas de que Netanyahu se ha propuesto «eliminar toda huella de Palestina» son «indisputables», acusando al primer ministro israelí de haber declarado la meta de anexionarse el Valle de Jordán en Cisjordania en 2019, fecha en la que su ministro de Finanzas Bezalel Smotrich lo declaró «una ambición nacional», que no estaba «abierta a negociación».
La reunión de ministros de Exteriores del G20 que acoge desde ayer Río de Janeiro está marcada por la crisis diplomática abierta hace escasos días entre Brasil, que tiene ahora la presidencia del grupo, e Israel después de que Lula da Silva acusara a los hebreos de cometer un «genocidio» en Gaza. El secretario de Estado norteamericano, Antoni Blinken, le trasladó durante la minicumbre al presidente brasileño que «no está de acuerdo» con esas palabras.
Pero la reunión del G20 en Río de Janerio está cargada de tensión no sólo por la guerra en Gaza sino también por el conflicto en Ucrania, a punto de cumplir dos años, y el hecho de que la cita brasileña sirva para que Rusia se vea las caras con Occidente.
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