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Israel se encuentra en alerta máxima por las posibles represalias de Irán tras el bombardeo contra su embajada en Siria atribuido al ejército hebreo. Una respuesta que Estados Unidos teme que sea «significativa» y que tenga lugar de manera «inminente», y así se lo ha ... transmitido en las últimas horas a Tel Aviv en una sucesión de llamadas al más alto nivel. La Inteligencia norteamericana no tiene dudas de que Teherán -o grupos afines al régimen iraní, como Hezbolá- se vengará de la muerte de siete miembros de la Guardia Revolucionaria hace semana y media en el consulado de Damasco. La única incógnita, según los funcionarios de Washington, es cuándo ocurrirá. «Estamos listos para cumplir con nuestra responsabilidad con la seguridad, en defensa y ataque», avisó este jueves Benjamín Netanyahu, primer ministro israelí, tras recordar que su gabinete se mueve bajo el «simple principio» de devolver cualquier acción contra su territorio, como ocurrió con Hamás tras el 7 de octubre.
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Las amenazas de Teherán se repiten desde el 1 de abril, cuando un ataque con misiles destruyó el edificio de su embajada en la capital siria y mató a una quincena de personas, entre ellas varios militares de enorme importancia en el organigrama iraní, como Mohamed Reda al-Zahedi, máximo responsable de las operaciones de la fuerza de élite Quds en Siria y Líbano al menos hasta 2016. El propio ayatolá Alí Jamenéi se ha pronunciado desde entonces en varias ocasiones con el mismo mensaje: «El régimen sionista debe ser y será castigado». La Inteligencia de EE UU, según la información ofrecida por funcionarios norteamericanos a Bloomberg, sospecha que esa venganza podría llegar en los próximos días en forma de bombardeos con misiles de alta precisión o drones contra objetivos castrenses o gubernamentales de Israel -como sus sedes diplomáticas- y descarta, en principio, un atentado contra civiles.
La preocupación por la inminencia y el alcance de esa operación es tal que el general Michael Kurilla, jefe del mando central de EE UU, viajó este jueves de forma urgente a Tel Aviv para reunirse con altos mandos militares del país, que sigue sin confirmar la autoría del bombardeo contra el consulado iraní en Damasco. El temor no es sólo que se produzca un ataque contra intereses israelíes, sino la rápida escalada de la tensión en Oriente Medio que esa acción provocaría, con consecuencias difíciles de prever. «Si Irán ataca desde su territorio, Israel responderá y atacará a Irán», recalcó hace un par de días el canciller hebreo, Israel Katz, consciente de que tiene el apoyo «férreo» de la Casa Blanca. El propio Joe Biden se lo dijo a Netanyahu por teléfono esta misma semana: Washington hará «todo lo que pueda» para proteger a Israel de la amenaza del régimen de los ayatolás.
El miedo a una acción iraní se evidenció pocos días después del incidente en Damasco con la decisión de Israel de cancelar los permisos de vacaciones en el ejército, convocar a cientos de reservistas y reforzar su frontera, y también con el acopio de alimentos, agua y generadores por parte de la población, que vive en alerta desde los sangrientos ataques de Hamás hace seis meses. En este delicado escenario, Rusia ha recomendado a sus ciudadanos que se abstengan de viajar a Oriente Medio por la «inestabilidad» de la situación y la aerolínea alemana Lufthansa ha decidido extender la suspensión de los vuelos con Teherán por razones de seguridad.
Mientras, en Gaza continúa la guerra y el ejército hebreo anunció este jueves el asesinato del «principal financiador» de Hamás, identificado como Naser Yakob Jaber Naser, que habría transferido miles de dólares para su actividad en la zona fronteriza de Rafah. Las tropas israelíes acabaron el miércoles con la vida de tres hijos y varios nietos de Ismael Haniye, jefe del brazo político de los islamistas, quien aseguró desde Catar que su muerte «no hará» que la milicia «abandone sus demandas».
El Consejo de Seguridad de la ONU urgió este jueves a Israel a que haga «más» para que entre ayuda en Gaza ante la «catastrófica situación humanitaria» que soporta el enclave. El Gobierno de Benjamín Netanyahu se comprometió la pasada semana a la apertura del paso fronterizo de Erez y al uso del puerto de Ashdod, en el sur del país, tras la advertencia de EE UU a raíz del ataque contra el convoy de World Central Kitchen, la ONG del chef José Andrés, donde murieron siete voluntarios. Sin embargo, esa doble medida sigue sin ponerse en marcha.
La supresión «de todos los obstáculos a la entrega de ayuda humanitaria», insistió el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, debe producirse de manera «inmediata y completa». La población de la Franja, dijo, se enfrenta a una «magnitud» de necesidades y a una «hambruna inminente».
Israel anunció este jueves una «nueva fase» en la llegada de alimentos y medicinas a Gaza con el objetivo de que entre cerca de medio millar de camiones cada día. En la actualidad, según las autoridades hebreas, son unos 350. El portavoz del ejército, Daniel Hagari, aseguró haber « trabajado con países y organizaciones de todo el mundo para generar medidas mejoradas para incrementar el flujo de ayuda por tierra, mar y aire».
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