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Recep Tayyip Erdogan estrenó sus nuevos cinco años de mandato al frente de Turquía con un mensaje de felicitación por el 570 aniversario de la conquista de Estambul por parte del sultán Mehmet Khan. El líder islamista ganó el domingo la segunda ronda de las ... presidenciales a Kemal Kilicdaroglu y arranca el segundo centenario de la historia de la república convertido en todo un sultán del siglo XXI. Tiene múltiples frentes abiertos dentro y fuera de sus fronteras que van desde la crisis económica a la complicada relación con la OTAN o la reconciliación con Damasco.
En la lista de retos que afronta el presidente, la economía está en el primer puesto. Algunos medios especializados apuntaban al colapso inmediato de la lira tras la jornada electoral, pero la moneda nacional se mantuvo estable y la bolsa subió un 4%. Como ha repetido a lo largo de la campaña, el presidente apuesta por mantener bajo el tipo de interés como estrategia para moderar la inflación, pero esta fórmula poco ortodoxa no le está dando el resultado esperado y la inflación se sitúa en un 44%. Habrá que ver si cambia de estrategia.
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Ni la gestión del terremoto, ni su discutible receta para la economía han pasado factura a un presidente que durante el discurso de la victoria en la noche electoral dejó muy claro que su próximo objetivo son las elecciones municipales de dentro de diez meses. «Su prioridad es ganar los comicios en las grandes ciudades, especialmente Estambul y Ankara. Para lograrlo seguirá apelando a la retórica polarizadora que tan buenos resultados le ha dado esta vez», opina en analista Yildiray Ogur. Ésta es la espina que tiene clavada un dirigente a quien se le resisten las grandes urbes del país, pero que arrasa en las zonas rurales de Anatolia.
Ese deseo de polarizar a la sociedad ha quedado patente a lo largo de toda la campaña, en la que ha calificado a su rival, Kilicdaroglu, de «cobarde, inmoral e inútil, además de traidor». Ha recurrido además a montajes, como él mismo ha confesado, para presentarle como un «terrorista» a las órdenes del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK). Ese mensaje ha calado muy hondo entre un electorado que sólo tiene los medios turcos para informarse, bajo control casi absoluto del Gobierno.
De cara al exterior, el analista Soner Cagaptay calificó la victoria en las urnas de Erdogan como «rusa» y en el portal especializado Foreign Affairs defendió que el país se dirige a «una autocracia al estilo de Putin», ya que el líder islamista «ha pasado la mayor parte de los últimos siete años emulando las estrategias de Putin para mantenerse en el poder». En opinión de Cagaptay esta reelección «significa que Erdogan seguirá favoreciendo a Moscú a nivel internacional, manteniendo fuertes lazos económicos con Rusia y brindando a Putin y sus oligarcas formas vitales de eludir las sanciones». Turquía juega un papel clave en la guerra de Ucrania por su papel de mediador y por ser la vía de salida del grano ucraniano a través del estrecho del Bósforo.
Desde la OTAN están pendientes de que Ankara apruebe la incorporación de Suecia a la Alianza y esperan que esto se produzca a la mayor brevedad. Los turcos acusan a los escandinavos de dar cobijo en su país a «terroristas pro kurdos» y a miembros del PKK y exigen su deportación, pero Estocolmo lo niega. Pasadas las elecciones, el ministro de Exteriores sueco, Tobias Billstrom, anunció que tendrá «en breve» un encuentro con su homólogo otomano.
El otro gran frente internacional abierto para Turquía es la vecina Siria. Ya están en marcha los contactos para retomar la normalización de relaciones después de una década de guerra, aunque el portavoz presidencial, Ibrahim Kalin, afirmó tras conocer la victoria de Erdogan que «de momento no hay prevista una reunión entre el presidente y Bashar al- Assad».
El efecto de esta reconciliación puede ser doble ya que el líder islamista busca la implicación del régimen de Al-Assad en la lucha contra el brazo sirio del PKK y un acuerdo que le permita garantizar el retorno seguro de los millones de refugiados que alberga Turquía. Según la ONU, hay 3,6 millones de refugiados registrados en suelo turco y se han convertido en uno de los grandes argumentos de campaña de la oposición que prometió expulsarles si llegaba al poder. Erdogan empleó la palabra «repatriar» y anunció que ya está en marcha un plan para que un millón de ellos regresen a su país.
Durante toda la campaña electoral, los insultó, los utilizó para atacar a la oposición y los acusó de destruir los valores familiares. La reelección en Turquía de Recep Tayyip Erdogan causa pavor en la comunidad LGTBQ, que teme incluso por su vida. «Tengo realmente miedo. Antes, ya no podía respirar y ahora van a intentar estrangularme», dijo Ilker Erdogan, un estudiante de 20 años contactado por en el barrio de Kadiköy, en Estambul. «Cuando nací el AKP ya estaba en el poder. Desde que nací, he sentido la discriminación, la homofobia y el odio», añadió.
En su primer discurso el domingo por la noche tras su victoria, Erdogan preguntó a sus seguidores: «¿Es el CHP (partido laico de su rival perdedor Kemal Kiliçdaroglu) LGTB? ¿Es el HDP (prokurdo) LGTB?». Y la multitud clamó: «¡Sí!». Y luego añadió: «¿Es el AKP (su partido) LGTB?». «¡No!», contestó el público.
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