Una mayoría del pueblo turco ha reelegido a Erdogan. Era su derecho, pero van a lamentarlo. El recuento ha sido honesto -nadie ha denunciado fraudes ni artimañas-, pero los dados estaban cargados a favor de Erdogan, que controla a voluntad los medios de comunicación públicos, ... la Policía y los tribunales.
A Erdogan le ha favorecido la incoherencia estratégica de la coalición opositora. Eran grupos muy diversos, sin un proyecto común capaz de ilusionar al electorado, salvo la denuncia de los errores, imprudencias, abusos y arbitrariedades del imperioso Erdogan. Por desgracia para Turquía y también para sus vecinos, muchos turcos creen que los errores de Erdogan son en realidad grandes aciertos; sus imprudencias, audacia; sus abusos, capacidad de mando; y sus arbitrariedades, pruebas categóricas de masculinidad y liderazgo.
En el mundo árabe y en países islámicos noárabes como Turquía, sigue rigiendo para desventura general una estructura mental de tipo jerárquico-patriarcal. El Gran Patriarca mantiene el mando absoluto sobre sus descendientes y colaterales, que no se emancipan al llegar a la edad adulta. Políticamente, son menores de edad perpetuos. Este esquema arcaizante se reproduce a diferentes escalas, configurando el sistema de mano y control de tribus, reinos e incluso imperios enteros.
El resultado es que, incluso cuando los votantes pueden actuar libremente, las masas se vean tentadas a regresionar al patriarcalismo a cambio de sentirse protegidas de los inciertos peligros de la modernidad: laicismo, feminismo, emancipación de tus hijos adultos y todos los demás síntomas de la inevitable desintegración de la sociedad tradicional. Así fue como Túnez cayó en manos de su dictador actual, y así sucede en Turquía.
El orgullo nacionalista y la falsa sensación que Turquía está volviendo por la puerta grande a la Primera División de la geopolítica mundial han ayudado a la victoria de Erdogan. La concentración del poder en un caudillo imperioso tiende a incrementar sustancialmente la conflictividad exterior. Ha sucedido lo mismo en China con Xi Jinping. Túnez es una excepción, porque es un país pequeño sin un pasado imperial que pueda alimentar nostalgias revanchistas.
Los votantes de Erdogan no comprenden que su país carece de los recursos necesarios para una política exterior poco o nada diplomática, demasiado ambiciosa y beligerante, con múltiples frentes abiertos a la vez. Ahora que está claro que Erdogan va a gobernar de por vida, es solo cuestión de tiempo que estalle alguna crisis que saque a Turquía de la OTAN, de la que ahora son miembros de forma puramente nominal.
El problema fundamental es que el Padre-Patriarca puede tener un efecto balsámico entre las masas, al restaurar el orden simbólico del universo, pero es impotente para desarrollar el país y competir en la arena internacional. Para eso hace falta tratar a tus ciudadanos como adultos emancipados, en vez de menores de edad perpetuos. Y si una nación entera está formada por niños de facto en el terreno político, forzosamente han de salir malparados si se enfrentan a otras naciones formadas por adultos.
Los turcos necesitan emanciparse como adultos políticos, pero eso requiere «matar al padre» votando contra su Padre-Patriarca. Han optado por lo contrario; ahora deberán asumir las consecuencias.
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