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La entrevista con el politólogo Ersin Kalaycioglu, de la Universidad Sabanci, tuvo lugar en un rincón idílico de la isla de Burgaz, antes Pyrgos, al sur de Estambul. Es la más bella de las llamadas islas de los Príncipes, con casas que trepan sobre la ... colina entre árboles, sin coches y con innumerables gatos.
Desde la naturaleza es la antítesis de la acritud dominante en la contienda política del domingo 14 de mayo. Son elecciones que según los sondeos debieran dar la victoria al líder opositor, de la Alianza Nacional, Kemal Kiliçdaroglu, un socialdemócrata bien templado en una interminable resistencia a la deriva autoritaria de Erdogan. Es de religión aleví y heredero de Kemal Atatürk por su partido (CHP) y hasta en el nombre. Pero la experiencia de la tremenda oposición ejercida por el gobierno contra la victoria del hoy alcalde CHP de Estambul disipa cualquier optimismo. Y no se trata ahora de una gran ciudad: son la presidencia de la República y la Asamblea Nacional las que están en juego.
Kalaycioglu es terminante: Erdogan usará todos los medios a su alcance para que los resultados digan lo contrario que los votos. Su ministro del Interior ha sido explícito al comparar estas elecciones con un nuevo golpe de Estado de 2016 que es preciso detener, y eso es más que palabras, ya que si Kiliçdaroglu no supera el 50% en la primera vuelta, queda abierta la posibilidad de que el gobierno utilice protestas y eventuales incidentes tras la votación del día 14 como signos del supuesto golpe contra las instituciones, y cancele el proceso.
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Mikel Ayestaran
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Nada apunta a un Erdogan neutral. Para empezar, al margen de la ley electoral, su Ministerio del Interior ha creado un sistema de recuento de votos paralelo al de la Junta Electoral Central, obviamente nacido para impugnar el efectuado por ésta. Y la Junta tampoco está libre de presión desde arriba ni de las irregularidades introducidas en el censo elaborado por Interior, con dobles o múltiples votos no corregidos. (Algo que a pequeña escala conocí personalmente en Euskadi). Los partidos de la Mesa de los Seis piensan que este peligro será controlable. Al mismo se suma la incógnita del voto de los turcos residentes en el exterior, tres millones quinientos mil, ya en el pasado proclives en un 70% a respaldar al gobierno, y con la posible introducción de votos de electores no censados. Nuestro entrevistado, antiguo profesor de la Universidad del Bósforo, conoce casos personales concretos, pero obviamente no puede generalizar.
Y están las consecuencias del terremoto que afectó a 14 millones de turcos y provocó el desplazamiento o muerte de tres millones, de los cuales pocos han vuelto a su residencia original. Son noventa escaños en juego, sin que la Junta Electoral haya regulado mínimamente la situación, abierta así al fraude desde arriba.
El balance no es optimista y tampoco cabe ignorar el impacto de una masa de nuevos votantes, que algunos estiman en cinco millones. «Las políticas de laicismo -advierte Kalaycioglu- han sido dañadas, ya que Erdogan y los suyos desarrollaron una política educativa tendente a crear «una juventud conservadora», esto es, una juventud restauradora del sunismo, estudiantes adoctrinados por su formación en el islam político fundamentalista. «Si vencen en las elecciones, esto se acentuará». Para invertir la tendencia, hará falta «su rotunda derrota por la Alianza Nacional de Kiliçdaroglu», tanto para sustituir la educación de los imam hatip, escuelas religiosas, por la secular y científica, como para restablecer, en una palabra, la democracia.
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El supuesto de una victoria de los Seis -por la Mesa que acordó la unidad, evocadora de las seis flechas de Kemal Atatürk-, tampoco servirá para disipar la inseguridad. Hoy la Constitución turca es presidencialista, y esto facilitaría la labor de Kiliçdaroglu, con objetivos precisos en cuanto a política educativa, social y europea, en torno al núcleo de una Constitución nueva basada en la democracia representativa. También pactista: en sus fotos de propaganda electoral, le acompaña su esposa con velo, si bien promete igualdad de oportunidades para la mujer, lucha prioritaria contra la violencia masculina y cuota igualitaria de género en el Parlamento.
Pero los acompañantes encierran más de un riesgo, amen de la concesión a la demanda popular insolidaria de retorno de los sirios a su país. De los micropartidos entre los Seis, el de Alí Babacan, ministro de economía con Erdogan, puede aportar su competencia técnica, y el del exprimer ministro del Reis, Davutoglu, su cierto prestigio y voluntad de concordia. Es una incógnita en cambio el único componente de peso, el Partido del Bien, dirigido por una mujer muy ambiciosa, Meral Aksener, venida del kemalismo de extrema derecha y sin duda contraria a las concesiones al partido kurdo, el HDP, perseguido por Erdogan y cuyos votos a Kiliçdaroglu resultan imprescindibles para la victoria de la oposición. Y en la estrategia defensiva de Erdogan, la orientación del HDP, a su juicio instrumento del terrorismo kurdo, puede servir para legitimar toda medida contra esa oposición imputada como cómplice del terror. Nada será fácil.
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