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«Nuestro único interés era que la ayuda llegara y se repartiera con justicia. Sabíamos que podía haber problemas, pero no tantos. Queríamos ayudar y el resultado fue peor que mi mayor pesadilla. Esperemos que encuentren otro sistema porque no hay comida y lo poco ... que llega sirve para que unos se beneficien en la reventa», explica dolido Abed Oba, mujtar de 63 años de Beit Hanoun. «No tenemos nada que ver con la política, sólo queríamos colaborar y lo teníamos que hacer en coordinación con las autoridades de Gaza», aclara Abed Oba desde esta parte del norte de Gaza arrasada por Israel a comienzos de una guerra que cumple seis meses.
Los mujtares son una especie de alcaldes locales, líderes de clanes y vecindarios que gozan del respeto de la sociedad y se encargan de velar para que la gente no tome la justicia por su mano. En el norte de la Franja quedan unos veinte y empujados por la grave situación humanitaria hace unas semanas realizaron una asamblea y votaron a favor de participar en la protección de los camiones de ayuda que intentaron llegar a la zona. Acusan a Israel de atacar a quienes enviaron a escoltarlos y de matar al menos a 70 personas.
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Un día después de que Israel asesinara a siete trabajadores de World Central Kitchen (WCK) en Gaza -la ONG del chef español José Andrés-, Joe Biden llamó a Benjamín Netanyahu y le exigió medidas concretas para permitir la entrada de más ayuda a la Franja. Tel Aviv anunció entonces su intención de abrir temporalmente el Puerto de Ashdod y el cruce de Erez -que sufrió daños importantes en el ataque de Hamás del 7 de octubre- para la entrada de ayuda humanitaria al norte de la Franja, una zona donde cientos de miles de personas están al borde de la hambruna y sobreviven con solo 245 calorías al día, una cantidad equivalente a 100 gramos de pan y que es inferior al 12% de la ingesta calórica diaria promedio, según Oxfam Intermón.
La entrada de ayuda es la primera parte de un proceso que necesita luego que esos camiones lleguen con seguridad a los almacenes para organizar la distribución. Israel no quiere que la agencia de la ONU para los refugiados palestinos (UNRWA) tome parte porque acusa a varios de sus trabajadores de participar en el atentado de octubre. Los israelíes tampoco quieren que se implique la Policía palestina, a la que ven como el brazo de Hamás, y han asesinado a varios oficiales.
El mujtar Mohamed Obid del campo de refugiados de Yabalia, de 71 años, dice que «ya sabía que Israel nos atacaría, estaba seguro, pero se adoptó la decisión por mayoría y la acaté. Ellos buscan que reine el caos absoluto. Yo tuve a mi gente esperando toda la noche la entrada de camiones para escoltarlos y menos de una hora después de que se marcharon, éstos comenzaron a entrar. Al menos no nos bombardearon».
Netanyahu insiste en que no quiere ni a Hamás ni Fatah, las dos grandes y enfrentadas facciones palestinas, en la Franja, pero ante una situación extrema no ha dudado en contactar con Ramala, con quien mantiene una coordinación de seguridad.
Los israelíes intentaron acordar la protección de camiones con Majed Faraj, jefe de la inteligencia palestina en Cisjordania, y algunos hombres enviados por Ramala entraron en la Franja, según informaron los medios locales y confirman los mujtares entrevistados. Cadenas de Israel como I24 informaron incluso de que el ministro de Defensa, Yoav Gallant, propuso el nombre de Faraj, muy cercano a Mahmoud Abbás, como la persona indicada para dirigir Gaza en la fase de posguerra. El plan consistía en llevar la ayuda hasta el hospital Al Quds y establecer allí un almacén protegido por gente leal y con cobertura aérea de Israel.
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Mercedes Gallego
«Nos oponemos a este plan de traer ayuda bajo la protección de un cuerpo que coopera con el enemigo. ¿Quién armará a esa gente? Ya lo sabemos. Esto abriría las puertas a un nuevo conflicto interno y dejaría más muertos», considera Anwar Faraj, mujtar de Beit Lahia de 67 años.
La idea de cooperar con los israelíes no convence ni a los mujtares de Gaza alineados con la ANP como Faris Shihda, del distrito de Al Rimal de Ciudad de Gaza. Shihda, de 57 años, considera que «la ANP es la responsable de la Franja y su interés siempre ha sido ayudar, pero en caso de que el regreso de la autoridad de Ramala precise de la protección y armas de Israel no lo acepto y nadie lo aceptará».
Desde el anuncio de la intención de reabrir Erez se han visto varios camiones en el norte de la Franja, pero se trataba de medicamentos para el hospital Kamal Al Adwan. El tiempo corre, el hambre aumenta y la comida no llega a donde más se necesita.
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