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«Ahora es el momento». Es la frase que resuena en todos los rincones de Israel, alimentada por elmiedo a un nuevo ataque islamista, para aconsejar a los civiles que dispongan de armas cargadas y listas para defenderse. Mientras el ejército hebreo combate cuerpo a ... cuerpo en Gaza contra Hamás, los ciudadanos se agolpan en las tiendas para comprar su primera pistola o rifle automático. Las agendas de las escuelas de entrenamiento militar para civiles de Tel Aviv están llenas desde el ataque del grupo terrorista palestino del pasado 7 de octubre. Unas 200.000 licencias de armas han sido solicitadas desde entonces para combatir la sensación de inseguridad que inunda las calles del Estado judío.
El Gobierno ha sido el primero en alentar la adquisición de armamento. La flexibilización de los requisitos y la inclusión de grupos que antes se consideraban «no aptos» para llevar una pistola ahora se sumarán a las más de 170.00 personas que ya disponían de licencia de armas antes de la matanza islamista.
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Cuando Hamás lanzó su ofensiva –matando a 1.400 personas y secuestrando a casi 250–, los grupos de autodefensa civiles también encararon el conflicto. El Ministerio de Seguridad Nacional decidió blindar los barrios y crear 600 escuadrones equipados con 10.000 rifles nuevos. El propio titular de la cartera, Itamar Ben Gvir –de extrema derecha y defensor de la propiedad privada de armas–, ha recorrido el país entregando los fusiles, principalmente a colonos en las regiones fronterizas con Gaza.
El Ejecutivo lanzó dos días después del ataque una «orden de emergencia» para que el mayor número posible de personas pueda armarse, relajó los criterios de elegibilidad y redujo la espera de tres meses para la aprobación. Ahora es casi inmediata. Una entrevista telefónica reemplaza a la antigua cita presencial de los solicitantes que en sólo una semana ya pueden contar con el documento. Veteranos, paramédicos voluntarios e inmigrantes recién llegados ya pueden obtener el permiso –previa verificación de antecedentes policiales– después de haber sido colectivos vetados u obligados a tener que esperar hasta tres años antes de cursar sus solicitudes.
El armamento bélico de fabricación israelí es el favorito. Se ha convertido en un «accesorio» más. Las armerías agotan su inventario. De hecho, entre los vecinos se ha difundido la petición de que porten sus pistolas en las sinagogas. Patrullas vecinales y hasta madres solteras se arman para responder en caso de una incursión terrestre de Hamás.
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Las advertencias de la Policía instando a la población a llevar armamento encima no son nuevas. En un país donde la sensación de inseguridad es alta, las autoridades recuerdan que «esos ciudadanos (armados) han evitado incluso daños a civiles y a las fuerzas de seguridad en más de una ocasión».
Sin embargo, la facilidad actual para acceder a una pistola o un fusil por parte de una población donde la mayoría puede manejarlos –dado que el servicio militar es obligatorio para hombres y mujeres– también ha alertado a una parte de la comunidad, temerosa de que se incrementen los crímenes por peleas, altercados entre vecinos o violencia doméstica. «Es importante que hagamos todo lo posible para garantizar que las armas no acaben en las manos equivocadas», ha pedido el Foro Michal Sela, una ONG dedicada a la prevención de la violencia doméstica en Israel, en X. Las mujeres que han sido víctimas de agresiones dentro de su familia han declarado estos días que se sienten más vulnerables y amenazadas. Al igual que los reacios a tener armas, que han denunciado el peligro de que personas con trastornos psicológicos consigan hacerse ahora con una.
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