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En su momento más delicado y cuestionado como líder de Israel, Benjamín Netanyahu alzó la voz con firmeza para decir a Antony Blinken y a Hasan Nasrala que no hay opción alguna para el alto el fuego en Gaza hasta que Hamás libere a los ... prisioneros y que el ejército sigue adelante con la operación «con toda su fuerza». El secretario de Estado estadounidense viajó por tercera vez a Tel Aviv desde el inicio de la guerra para plantear la posibilidad de respetar «pausas humanitarias» y el líder de la milicia chií Heizbolá habló por primera vez desde el 7 de octubre para decir que «todas las opciones están abiertas» si Israel no detiene su «agresión contra Gaza». Nasrala no declaró la guerra total, como algunos esperaban, y ese silencio pesó más que su interminable discurso. Ese silencio fue un doble mensaje para Hamás e Israel.
En el frente norte se registran choques diarios entre milicianos de Hezbolá y militares israelíes, pero se mantienen a lo largo de la zona de una frontera que desde hace una semana está vacía de civiles a ambos lados. El ejército declaró el «estado de alerta máximo» con motivo del primer discurso de un Nasrala que congregó a miles de seguidores al sur de Beirut para seguir en directo su alocución a través de una enorme pantalla. Cada palabra de esta mezcla de líder político, religioso y militar, una especie de «combinación entre el Imán Jomeini y el Ché Guevara», como le definió en la guerra de 2006 el diario estadounidense 'The Washington Post', fue vitoreada por la masa, sobre todo cuando alzó la voz para repetir en varias ocasiones que «todos los escenarios están abiertos» si Israel no frena su operación.
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Fue la única vez en la que se le vio airado, porque durante el resto del largo discurso de más de una hora empleó un tono sosegado con el que explicó que «la operación del 7 de octubre fue un plan secreto palestino» del que no recibió aviso previo, que «no tuvo ayuda exterior», en alusión a Irán, y detalló las batallas diarias de sus hombres a lo largo de la frontera.
El líder de Hezbolá dibujó un escenario con el frente principal en Gaza y un «frente secundario» en Líbano que «ha obligado a Israel a reforzar su presencia en el norte (…) lo que le impide concentrar todo su esfuerzo en Gaza». En palabras de Nasrala, el frente libanés presiona al Ejército a tener un tercio de sus efectivos pendientes de la frontera y a la mitad de la capacidad del sistema antimisiles. El dirigente elevó a 57 el número de «mártires» entre milicianos y militares del Ejército libanés.
Desde el búnker secreto en el que se esconde desde que lidera el Partido de Dios, Nasrala, de 63 años, conserva intacta su carisma. En la guerra de 2006 le dieron por muerto en dos ocasiones tras bombardeos de Israel, pero siempre salió ileso y al final de la misma reunió a un millón de fieles al sur de Beirut para celebrar «la victoria divina» sobre Israel. Para este discurso sobre Gaza la expectación fue menor, pero las banderas palestinas, mezcladas con las amarillas de Hezbolá, se alzaron por miles en el sur de Beirut.
Cuando Nasrala superaba los primeros cuarenta minutos de discurso, Blinken compareció ante los medios en Tel Aviv con gesto muy serio. El secretario de Estado puso sobre la mesa de Netanyahu la opción de respetar «treguas humanitarias» destinadas a mejorar la llegada y reparto de ayuda, pero recibió el no rotundo del primer ministro, que vinculó cualquier alto el fuego a la liberación previa de todos los cautivos en manos de Hamás.
Blinken solicitó «pasos concretos» a Israel para proteger a los civiles que quedan en mitad del fuego cruzado y aseguró que le dio consejos sobre «cómo minimizar las muertes de civiles al tiempo que se cumplen los objetivos de encontrar y acabar con los terroristas de Hamás». El jefe de la diplomacia estadounidense también solicitó «pasos tangibles» que permitan la entrada de más ayuda humanitaria, pero como en el caso anterior no fue capaz de aportar detalles sobre cómo llevar a cabo estos cambios en la situación actual.
A las puertas del ministerio de Defensa, en la calle Kaplan de Tel Aviv, familiares de los más de 200 cautivos se congregaron para pedir al Gobierno que no acepte un alto el fuego si antes Hamás no devuelve a sus seres queridos. La petición de las familias en esta ocasión fue una orden para Netanyahu y las peticiones de Blinken se quedaron sin respuesta. Israel ha cercado la Ciudad de Gaza y refuerza sus operaciones con el objetivo de acabar con Hamás y nadie parece tener capacidad de interponerse en este plan de guerra «larga y dura», como repite en cada intervención el primer ministro.
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