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Cereal de sangre. Un granjero ucraniano pertrechado con chaleco antibalas y casco trabaja sus tierras bajo la amenaza de las minas. reuters
La guerra que alimenta el hambre

La guerra que alimenta el hambre

El bloqueo del Mar Negro, al que Naciones Unidas trataba esta semana de poner fin sin éxito, alienta la inflación en Europa y abona el estallido de hambrunas y conflictos en África

Domingo, 12 de junio 2022, 00:10

La guerra mundial del pan ya ha comenzado». El ministro italiano de Exteriores, Luigi di Maio, se refería así días atrás a las consecuencias del corte de suministro de cereal por la invasión de Ucrania, que impide a muchos países en situación vulnerable -en África, en Oriente Medio, también en algunas regiones de Asia- el acceso al grano, y que les aboca, advertía, al estallido de conflictos y a la proliferación de organizaciones terroristas, ansiosas por medrar en aguas revueltas. Su temor lo comparten muchos otros, desde el secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres -«Si no alimentamos a la gente, nutrimos las guerras», dice- hasta los responsables de decenas de ONG, como José Félix Hoyo, vicepresidente de Médicos del Mundo, que alerta de la existencia de 800 millones de personas en situación de inseguridad alimentaria, crónica para 150 millones de ellos. «Cuando no tienes comida ni esperanza de conseguirla, te echas en brazos de cualquiera que ofrezca una mínima esperanza».

La invasión ha interrumpido el abastecimiento de combustibles, pero también el de grano y fertilizantes, colocando en una situación muy delicada a países que dependen de unas exportaciones que la guerra y las sanciones han frenado de manera brusca. Un informe de la aseguradora Allianz señala que los precios, que ya registraron una subida del 31% en 2021, «crecerán otro 23% este año debido a la subida de insumos como la luz o los combustibles, o a los rendimientos agrícolas más bajos que se traducen en stocks más reducidos». En este sentido, la guerra no sólo impactará en el suministro de alimentos básicos como el trigo o el aceite, sino que tendrá un efecto dominó en el precio de los productos que los sustituyan. «Lo peor de la crisis alimentaria -concluye el estudio- está por llegar».

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Los efectos son distintos según la región del planeta donde pongamos el foco. En Europa, los 22 millones de toneladas de cereal bloqueados en los puertos del Mar Negro han alterado las reglas del juego, con alzas en los precios del trigo, el girasol o el maíz, desatando una escalada que ha disparado las desigualdades que ya afloraron en el 'crack' financiero de 2008, se recrudecieron durante la pandemia y que ahora han vuelto a agravarse por culpa del gas. Hasta el Ministerio de Interior alemán ha aconsejado a la población hacer acopio de agua y alimentos «para diez días» en previsión de una crisis de suministros.

En este escenario, la inflación de la Eurozona se disparó en mayo hasta el 8,1%, marcando un récord absoluto. Una carrera desbocada que, alerta Ignacio López, director de Relaciones Internacionales de la asociación agraria Asaja, «aún no se ha manifestado en toda su crudeza, porque los costes de producción no se han trasladado al consumidor en su totalidad».

Una comida al día, con suerte

En África, abonada desde hace décadas a un rosario de sequías, inundaciones y plagas -la de langosta en Somalia, la más virulenta en 40 años-, el panorama es mucho más dramático y compromete la supervivencia de regiones enteras. «La situación ha empeorado desde el pasado enero», alerta David Phiri, coordinador regional de la FAO para la vertiente oriental del continente, donde el encarecimiento de combustibles y abonos ha arruinado la producción de este año y comprometido también la del que viene.

Allí, el aumento del precio del grano -su base nutricional- y el de los fertilizantes -que se ha multiplicado hasta por cuatro- representa un auténtico callejón sin salida para centenares de millones de personas con acceso a una única comida al día. Un plato de arroz, de mijo, algún tropiezo de pollo si la suerte les sonríe. Sólo en este continente, dieciséis países importan de Rusia y Ucrania más de la mitad de los cereales que consumen, una dependencia que en el caso de Benín o Somalia es del 100% y en el de Egipto del 81%. El trigo, que representa el 20% del aporte calórico a nivel global, aquí es a menudo la única fuente de subsistencia.

La crisis tiene lecturas distintas y una de ellas es la búsqueda desesperada de actores que ayuden a mitigar el desabastecimiento, una tarea nada fácil en un contexto global de escasez cada vez más marcado por el cambio climático. Desde el Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias recuerdan que 19 países han prohibido la exportación de alimentos. Pesos pesados como India, China -auténticos graneros de cereal, aunque explotado de manera extensiva- o Indonesia -productor de la mitad del aceite de palma del mundo- han restringido sus operaciones con el argumento de cubrir las necesidades de los 3.100 millones de habitantes que suman entre los tres, casi el 40% de la población mundial.

No es el único obstáculo. El régimen de sanciones contra Moscú y sus efectos colaterales ha sembrado la preocupación entre los gobiernos africanos, sabedores de que «con los bancos rusos fuera del sistema de transacciones financieras Swift, los pagos se vuelven más lentos, si no imposibles», advertía hace días Macky Sall, presidente de la Unión Africana y primer ministro senegalés.

Al detalle

  • 382 euros por tonelada se pagaba la semana pasada por el trigo en la Bolsa de París, 25 menos que siete días antes pero un 80% más caro que en la misma semana de 2021, cuando se cotizaba a 215 euros. En España, el trigo forrajero se situaba entre 400 y 415 por tonelada, contra 215-203 un año atrás. También en nuestro país, la cebada alcanzaba los 360-390 euros, según tipo y lonja, entre un 70% y un 80% más caro que el junio anterior, cuando oscilaba de 195 a 210.

  • 10% Es el aumento de precio que ha experimentado de media el pan durante el último año. La baguette ha pasado de 1,10 a 1,20 euros, y la barra de masa madre de 1,30 a 1,40. Conviene recordar que la harina apenas representa el 15% del precio de este producto básico, en cuya elaboración intervienen también levaduras, sal, combustibles, electricidad... Un encarecimiento que no se ha traslado aún en su totalidad a las tiendas, aunque algunas hayan aplicado ya hasta dos subidas.

  • 365 precio por tonelada de maíz (se ha abaratado porque ha entrado grano de EE UU). El girasol no se ha cosechado aún y todo el que hay es importado: 949 euros/Tn frente a 550 en 2021.

Existencias retenidas

Ucrania tiene bloqueados desde febrero 22,5 millones de toneladas de grano, y su presidente, Volodimir Zelenski, calcula que esta cifra se habrá triplicado el próximo otoño de no cesar las hostilidades. El escenario es tan funesto que esta semana se ha tratado de buscar un acuerdo por mediación de la ONU para reanudar por vía marítima el flujo de unas exportaciones que tienen en este país eslavo a uno de los mayores productores mundiales, y al que las carreteras, vías férreas o transporte fluvial «sólo permiten dar salida al 20% de su producción», sostiene Mike Lee, director de la consultora Green Square Agro.

En Turquía, donde se han celebrado las negociaciones, Putin ha vuelto a jugar su carta preferida: la de supeditar el fin del bloqueo a que se anulen las sanciones, lo que parece dar la razón a quienes le acusan de servirse del hambre como arma. Sin embargo, la negativa de Kiev a permitir a Rusia inspeccionar cada cargamento en busca de armas y el rechazo a desminar sus aguas territoriales ante el temor a ataques anfibios ha impedido un acuerdo que, de haberse alcanzado, habría tardado meses en materializarse.

Los africanos afectados por crisis humanitarias se han multiplicado por once en los últimos cinco años. sergio garcía

Así las cosas, el problema no es la falta de grano en los silos ucranianos, máxime cuando los agricultores esperan tradicionalmente a los meses de febrero y marzo para sacar a la venta su producto y obtener por él un mejor precio, previsión que este año se ha demostrado equivocada al estallar la guerra por esas fechas. El problema es no poder dar salida al cereal que ya tienen, con decenas de mercantes abandonados a su suerte en los muelles de Odesa y Nicolaiev, y que en las regiones ocupadas del Donbás el gobierno ruso está decomisando para exportar desde el puerto de Sebastopol (Crimea) a países que están en su órbita, caso de Siria. Una acumulación que obstaculizará la próxima cosecha, lastrada ya por miles de hectáreas de cultivo arrasadas, sembradas de minas antipersona o de cohetes sin explotar y pendientes de desactivación; de maquinaria destruida, de agricultores movilizados... Otro desastre en diferido.

Las frases

  • María Alcázar | Cruz Roja «Hay crisis de primera y de segunda categoría. El grado de exposición corre parejo a los recursos que moviliza y si un conflicto no lo ves, directamente no existe»

  • María Ángeles Ruiz Ezpeleta | EAE Business School «Este escenario de escasez dispara la desigualdad y la especulación. Si te quedas sin un bien necesario para sobrevivir, estás dispuesto a pagar lo que sea»

«La tormenta perfecta»

Cuando Occidente se resfría, África enferma de pulmonía. Y más si la crisis alimentaria motivada por la invasión de Ucrania -«la más grave de la historia», en palabras de la comisaría europea de Asociaciones Internacional, Jutta Urpilainen- «se solapa con el rastro dejado por la pandemia del coronavirus, agravado a causa del desigual reparto de vacunas», abunda la directora de Cooperación Internacional de Cruz Roja. María Alcázar habla de «crisis de primera y segunda categoría» y de cómo «el grado de exposición es proporcional a los recursos que se movilizan». Dicho de otro modo, lo que no vemos directamente no existe. Lo mismo ocurre, denuncia Alcázar, con el reparto de alimentos, donde urge «una regulación internacional distinta que evite que la comida se convierta en terreno abonado para la especulación».

Contra eso alerta también María Ángeles Ruiz Ezpeleta, profesora del EAE Business School, para quien la actual coyuntura ha desatado «la tormenta perfecta», un huracán que tiene en los gobiernos a sus principales culpables. «¿Se imagina una empresa con un único proveedor, que si se hunde te arrastre con él? Pues esto es lo que ha pasado, por ejemplo, con Alemania y el gas licuado estadounidense, que si te quedas sin un bien necesario para sobrevivir estás dispuesto a pagar lo que sea por él».

Un soldado ucraniano abandona un almacén de semillas en Donetsk bombardeado por los rusos. reuters

Un fenómeno fácil de trasladar a alimentos básicos como los cereales. «En Europa, por ejemplo, lo que haremos será pagar más a otros países por el grano, las oleaginosas o los fertilizantes, lo que aumentará la inflación y la desigualdad. Pero en África ese debate no existe -dice Ruiz Ezpeleta-, porque la disyuntiva no es comprar más caro o más barato, sino directamente comer o morirte de hambre».

'Hambre', recuerda José Félix Hoyo, no es una palabra vacía y, aunque no debiera tener cabida en el siglo XXI, «está presente en la mitad de las muertes infantiles que se registran en el continente africano. Esconde, además, un amplio abanico de enfermedades que acompañan a los afectados el resto de sus vidas». Somalia, República Democrática de Congo, Sierra Leona, Burkina Faso o Mozambique son buena prueba de ello. También Siria o Yemen, en Oriente Medio, «donde lo recaudado para obtener ayuda humanitaria apenas cubre el 1% de las necesidades alimentarias desde que el Covid fragmentara esos fondos». Otra palabra, 'anticipación', es clave para María Alcázar, «porque si no intervenimos ahora, aunque sólo sea por egoísmo, la situación en otoño será más dramática y los afectados, incontables».

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