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Avdiivka es una ciudad que, de tanto luchar, parece haber normalizado la guerra como una más de sus características, de modo semejante a como otros pueblos tienen una iglesia románica o un museo de arte. En Avdiivka no hay nada más: solo guerra. El asalto que progresivamente los rusos habían acentuado durante los seis últimos meses hasta sitiarla prácticamente por sus cuatro puntos cardinales, lo que obligó a los defensores ucranianos a combatir en formación de «360 grados» -el término que se emplea cuando ya no hay salida y las tropas son el ratón dentro del cepo- ha culminado en la madrugada de este sábado con la retirada de las tropas locales.
«Basado en la situación operativa en torno a Avdiivka, para evitar el cerco y preservar la vida y la salud de los militares, he decidido retirar nuestras unidades de la ciudad y pasar a la defensa en líneas más favorables. Estamos tomando medidas para estabilizar la situación y mantener nuestras posiciones. De todos modos regresaremos a Avdiivka», ha anunciado el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de Ucrania, Oleksander Syrskyi, poco después de medianoche.
Esta es la mayor victoria rusa en el último año de guerra. Se produce a una semana escasa de que el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, relevara al anterior máximo responsable del ejército, Valeri Zaluzhni, a quien una encuesta realizada esta misma semana continúa otorgando un 94% de confianza de los ciudadanos frente al 40% de Syrskyi. Todo parece indicar que la retirada fue tomada en común la noche pasada entre Zelenski, quien se encuentra en Alemania participando en la Conferencia de Seguridad de Munich, y Syrskyi con el objetivo de evitar una sangría entre los 2.000 y 5.000 militares que protegían Adviivka.
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Cuando Bajmut cayó en mayo del año pasado, tras un cerco muy similar a éste, Syrskyi comandaba las fuerzas terrestres. La orden entonces fue defender la ciudad hasta el último minuto. La batalla se convirtió en una masacre, tanto entre las tropas ucranianas como en las rusas, donde se calcula que murieron más de 30.000 asaltantes. Entre los ucranianos comenzó a circular la frase de que alistarse en la infantería significaba no volver a casa. El propio Zelenski ha dicho este sábado que evitar que los soldados fueran sitiados y asesinados ha sido la determinante para dejar Adviivka en manos de los rusos.
El Kremlin ya ha colocado su bandera en esta ciudad, una puerta principal del Donbás pero que en realidad no es mucho más allá de un cúmulo de escombros. Aunque en un relato exacto de las condiciones de esta ciudad habría que hablar también de miles de ratas. Roedores enormes que trotan tranquilamente sobre la basura que se amontona en las calles y en los edificios ruinosos mil veces agujereados por las balas y los cohetes. Todos los vertederos han colapsado hace ya muchos meses, pues no hay nadie que recoja los desperdicios, y los escasos mil habitantes de esta localidad tampoco se han aventurado en el último año a ir muy lejos por miedo a los francotiradores.
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Juan Carlos Barrena
El Instituto de Estudios de la Guerra en Washington ha informado que la retirada de los ucranianos se lleva a cabo de una manera «relativamente controlada». Sin embargo, el Ministerio de Defensa ruso ha ofrecido una versión totalmente diferente. Según el Kremlin, los defensores huyen de forma «caótica» y desorganizada, acuciados por las brigadas rusas, que están ocupando también los caminos de tierra de que disponían los ucranianos para mantener su logística y habilitar vías de evacuación. En este sentido, los observadores del instituto estadounidense reconocen que las dos cabezas de puente rusas están separadas por menos de tres kilómetros de terreno y, por lo tanto, a punto de cerrar el círculo en torno a la ciudad. Los expertos no descartan que una parte de las unidades locales deba luchar para escapar.
La pretensión de Kiev es que sus brigadas se reagrupen en las afueras de Avdiivka, en una serie de fortificaciones que han construido en los últimos meses, con el fin de no ceder más terreno a los invasores.
Como lo fue Bajmut y Zaporiyia, y muchísimo antes Bucha o Jersón. Avdiivka es desde hace meses una ciudad condenada. Sacrificada. La vida apenas corre por su interior. Del bullicio de sus antiguos 30.000 vecinos quedan sombras y oscuridad. Los soldados ucranianos se preguntaban si aguantaría en sus manos hasta el próximo viernes, cuando se cumplen dos años de la invasión rusa. La respuesta es que no.
El asedio se ha convertido en la última picadora de carne de la guerra. «Bajmut fue difícil, pero ahora es extremadamente difícil», reconocía horas antes de la derrota Oleksandr Borodin, portavoz de la Tercera Brigada de Asalto Separada. Esta unidad se unió urgentemente a la lucha el jueves después de que las tropas defensoras dieran ya señales de verse superadas por el enemigo. «En Bajmut el Batallón Wagner se hizo cargo del ataque y combatió fundamentalmente con personas. Pero aquí Rusia utiliza una gran cantidad de misiles y equipos antitanques , vehículos blindados de combate, aviación y drones. Nos superan por mucho». De hecho, una de las principales razones que han forzado la retirada es la falta de municiones para responder a la artillería rusa.
🇺🇦🇷🇺 Las Fuerzas Armadas de la Federación Rusa tomaron el control de la plaza de los ferroviarios en el centro de la ciudad de Avdivka.
— El Druso (@Eldruso) February 17, 2024
Unidades de la 55.ª Brigada de Fusileros Motorizados de Montaña de las Fuerzas Armadas de la Federación Rusa colocaron la bandera del Ministerio… pic.twitter.com/ylob9C0aGx
Borodin no comprende cómo, después de bajas que se cuentan por miles en los seis meses que ha durado el asalto a la ciudad, el ejército del Kremlin ha seguido enviando oleadas de soldados contra sus posiciones. En estos momentos hay siete brigadas rusas que mantienen una «rotación activa» de todas ellas. En total, son 15.000 rusos. La proporción ha sido de siete atacantes por cada defensor. «Han transferido nuevas fuerzas y medios constantemente. Este es el infierno de Avdivka», exclama Borodin.
Dos tanques ucranianos con huellas de una reciente batalla abandonan Avdiivka, uno de ellos parece que hubiera sido atacado por un dron. pic.twitter.com/N8gGxmp6wh
— Poderío Militar 🇪🇸🤝🇺🇦 (@PoderioMilitar) February 16, 2024
Una batalla circular –360 grados– es una pelea al límite. Agota, El fuego llega de todas partes. La respuesta se multiplica en todas las direcciones para evitar brechas. El riesgo de descoordinación aumenta. Los rusos incluso se desplegaron ya el viernes por los caminos de tierra para bloquear toda comunicación. Hace solo unas horas Kiev creyó haber obtenido un respiro con lairrupción de la tercera brigada, que había conseguido frenar a una parte de las tropas invasoras. Se lanzó en tromba contra la línea rusa, que adoptó la forma de 'U', según el Instituto de la Guerra de Washington. El cepo, sin embargo, no ha tardado en cerrarse.
«Las bajas rusas son enormes, hasta de trescientos o cuatrocientos muertos en un solo ataque, pero nosotros también hemos sido muy hostigados», cuenta un jefe militar. Este viernes los ucranianos debieron abandonar la posición Zenith, un lugar a las afueras de la ciudad por el sureste, para salvar el mayor número de vidas posible. «Mantuvimos esta posición mientras nos permitó disuadir y destruir eficazmente al enemigo». Era el comienzo del fin. Por si fuera poco, el ejército denunció que los invasores habían comenzado a utilizar bombas de fósforo. El calor hace explotar los tanques de combustible y disemina una niebla tóxica. También habían aumentado los bombardeos con cañones antiaéreos, más letales que la artillería clásica. Los rusos han arrojado entre 50 y 70 proyectiles de 250 kilos cada uno al día. En esas condiciones, el comandante Andriy Biletsky sostiene que sus combatientes «están demostrando un heroísmo sin precedentes».
🇺🇦🇷🇺 Soldados de las Fuerzas Armadas de Ucrania se filmaron hace dos días retirándose de Avdivka al borde de un vehículo blindado de transporte de personal YPR-765 mientras se encuentra bajo fuego de artillería rusa.
— El Druso (@Eldruso) February 17, 2024
Desde lejos se ve el área de la planta de coque del norte de la… pic.twitter.com/cbc1vRHLfn
Avdvivka era la nueva Azostal. Al igual que sucediera en Zaporiyia, los ucranianos acabaron fortificados dentro de un complejo industrial y una planta de coque. Se trata de todo un símbolo de la economía del país, propiedad del oligarca Rinat Akhmetov. Pero ahora solo es un enorme armazón humeante. Parte de las instalaciones arden al haberse incendiado un depósito de resina y naftaleno.
La fábrica se divide en secciones. Una de ellas ha servido a los ucranianos de hospital improvisado para atender e intervenir a los heridos en un quirófano que tiene poco más que una mesa y un foco. Otra era la base de la unidad Alpha, una sección de las fuerzas de operaciones especiales que se encarga del manejo de los drones explosivos y de vigilancia. Los han usado asiduamente. Incluso ahora, en plena retirada. Es la manera del ejército ucraniano de ahorrar artillería. Algunos días de este cerco ni siquiera han podido disparar un obús. Los arsenales están vacíos. En cambio, un dron, que cuesta unos pocos cientos de dólares y puede armarse en el mismo lugar, mata también sin piedad.
🇺🇦🇷🇺 La 3.ª Brigada Independiente dr Asalto "Azov" de la Guardia Nacional de Ucrania fue enviada para defender la planta de coque de Avdivka, al norte de la ciudad.
— El Druso (@Eldruso) February 17, 2024
Han reportado que son constantemente atacados por bombas guiadas de la aviación rusa y que la situación había… pic.twitter.com/6FXfjRSiWa
Dentro de este complejo químico, han resistido durante semanas personas como Serhiy, que señala su kalasnikhov y explica que es «su mejor amigo». Su hermano murió hace casi un año. El refugio en el que se encontraba saltó por los aires debido a un misil antitanque. Su puesto era el de vigía, turnándose con otro soldado llamado Dmytro. «Todos los días los rusos intentan pasar por algún lugar, tantear a su alrededor. Aquí no nos aburrimos», decía. De cuando en cuando, los soldados limpiaban los bordes de sus tazas con un trapo empapado en una solución antiséptica para evitar resultar infectados por las ratas. Es el escenario que les toca ahora a los rusos.
«Doscientos metros es una distancia que se camina en un par de minutos en condiciones normales. Pero en la guerra son diez o quince minutos, la mitad de los cuales te tumbas, sin levantar la mejilla de la nieve, y respiras profundamente para superar un par de metros más», escribe la periodista Olga Kirilenko en un reportaje sobre la vida en esta ciudad tiroteada.
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Todo parece indicar que, con los rusos, la misería será la misma. No hay electricidad. Tampoco suministro de agua. Las casas carecen de puertas y ventanas, reventadas por las explosiones que ya no alteran a casi nadie por su alta frecuencia. La única posibilidad de luchar contra el frío y la humedad es colocar plásticos o cobertores que hagan de cortavientos. Quien tenía un abrigo de pieles duerme con él para aguantar las duras temperaturas invernales en los sótanos, muchos de ellos encharcados por una mezcla de agua y barro.
Serjov vive solo. Es un veterano. Los propietarios del resto de los inmuebles se fueron en masa. Ningún edificio está completo. Y muchos son simples ruinas que crujen por el viento y despiertan la sensación de que habitan fantasmas. «Estoy aquí solo y estaré aquí hasta el final de mi vida», dice. De día se ve un escenario de destrucción, pero de noche los ruidos persisten y la oscuridad es absoluta. «¿Miedo después de todo lo que he visto? No, la noche es un momento de calma». Serjov se reúne con otros vecinos de vez en cuando en una iglesa improvisada.
⚡️Soldados rusos 🇷🇺 abatidos junto a un BMP, en la zona de Avdiivka. El BMP🇷🇺 seguramente se encontraba realizando tareas de apoyo.
— SergioLR🪖 (@CasetaBosque) February 16, 2024
📍Posible geolocalizació: (48.1517250, 37.7326375) N de Avdiivka, cerca de la línea de suministros 🇺🇦, ya cortada más al N pic.twitter.com/rNGTOWcnzZ
Igor es voluntario. Hasta hoy repartía comida y bidones de agua potable entre los residentes. La Policía y los voluntarios han venido introduciendo la ayuda casi a diario durante el asedio a través de una ruta protegida por los ucranianos. La vida depende de que esta logística elemental funcione. Pero a partir de la ocupación nadie sabe qué sucederá.. La compañía propietaria del complejo químico también ha enviado regularmente remesas de medicamentos para asistir a los heridos o los enfermos crónicos. Hace unos días, Igor explicaba a los medios que hace medio año, con los primeros bombardeos, muchos se marcharon. Otros se mostraron más pacientes, o tuvieron menos miedo, pero también se han ido marchando y los que quedan son resistentes o gente que no tiene dónde ir ni medios para hacerlo».
A diario, sus compañeros en la distribución de víveres o los policías que van con ellos han preguntado si alguien quería ser evacuado a otra ciudad más segura. «La mayoría no se va. Al fin y al cabo, no hay lugar seguro en el Donetsk». La incertidumbre reside en qué sucederá ahora que los rusos han entrado en el enclave, aunque algunos opinan que, simplemente, harán como los ucranianos: «Buscar un lugar e intentar sobrevivir en este montón de cascotes».
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