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Nadie pensó en la fiesta que Anastasia (Nastia) Ívleeva celebró en diciembre en un club de Moscú que las imágenes donde corría el champán, brillaban piezas de joyería prohibitivas y correteaban los invitados en paños menores encenderían a un país que suma casi dos años ... en guerra. Y si a alguien se le pasó por la cabeza nunca imaginó que Rusia -el Kremlin pero también empresas y ultraconservadores de todos los sectores- descargaría su ira contra ellos. Detenciones, multas millonarias, estancias en el calabozo, contratos cancelados... y una sucesión de vídeos y mensajes en las redes donde varios de los asistentes se disculpan por su «error» es la resaca que ha dejado esta juerga donde no faltó ni la ahijada de Vladímir Putin, Ksenia Sobchak.
La impulsora de la fiesta se ha llevado la peor parte, al menos, en lo económico. Con 18 millones de seguidores en Instagram, y en lo más alto de la lista de influencers rusas, Ívleeva (32 años) se enfrenta a una denuncia impulsada por más de una veintena de personas que le reclama el pago de mil millones de rublos (unos diez millones de euros) a una organización proguerra por un evento que ha sido tachado de «impúdico», «obsceno» o «inadmisible». Pero el mayor agujero en el bolsillo de la treintañera, que se presentó en el club moscovita con un collar rematado por una esmeralda en el trasero, se le ha abierto por ahora por la cancelación de contratos. Las marcas -como el gigante ruso de la telefonía móvil MTS- no quieren contar con ella. Y encima se ha visto envuelta en una investigación fiscal que podría meterla cinco años en prisión.
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«Dicen que Rusia puede perdonar. Si esto es cierto, me gustaría mucho pedirles una segunda oportunidad a ustedes, al pueblo ruso», implora Ívleeva en uno de los vídeos donde trata de frenar la ola de patriotas contra ella. La fiesta que montó en el club Mutabor -clausurado por orden judicial durante noventa días por saltarse supuestamente las normas sanitarias- ha molestado a defensores de la invasión de Ucrania y ultraconservadores de toda condición, como el presentador de programas de contenido político en televisión Vladímir Soloviov, quien se refirió a los invitados al evento como «bestias» o «escoria». «Animales a los que les importa un bledo lo que está pasando», resumió. Algo que piensan muchos en Rusia, que se desangra en lo económico y en lo demográfico -con decenas de miles de soldados fallecidos- desde hace meses.
Tal es el malestar que generó la cita donde el código de 'vestimenta' invitaba a ir casi desnudos que las autoridades no han dudado en imponer castigos ejemplarizantes. Uno de ellos le ha caído al rapero Nikolái Vasilyev, que cumplió el 'dress code' a rajatabla y se plantó en el club en zapatillas y sólo con un calcetín -de Balenciaga, eso sí- en sus genitales. Vacio, como se conoce a este chaval de 25 años, pasó un par de semanas encarcelado, deberá asumir una multa de 200.000 rublos (en torno a 2.000 euros) y podría ser enviado a servir a la orquesta del ejército ruso acusado de difusión de «propaganda gay». Por si acaso, el chico ha defendido que su única intención era llamar la atención y que no es «un representante LGBTI y nunca lo he sido».
Lo de salir con un calcetín como única prenda ha trascendido de la polémica fiesta y el cantante Maxim Tesli, líder del grupo Shchenki (Los Cachorros), fue arrestado hace unos días en el aeropuerto de San Petersburgo tras ofrecer un concierto así 'vestido'. Otro músico, Dima Bilán, que ganó Eurovisión 2008 con 'Believe', una canción en inglés, ha entonado el 'mea culpa' antes de que la Justicia rusa cargara contra él por asistir a la cita en el club Mutabor. «Entiendo el resentimiento de nuestra gente, especialmente de los chicos que nos defienden en primera línea», ha compartido, consciente de la suerte que han corrido varios compañeros que disfrutaron de la juerga organizada por la influencer.
A la que no parece haberle pasado factura es a Ksenia Sobchak, de 40 años, conocida como la ahijada de Putin desde que asistió a su bautizo por la estrecha amistad que mantenía con su padre, Anatoly Sobchak, a quien el jefe del Kremlin considera uno de sus mentores políticos. La ex chica Playboy, que llegó en 2018 a postularse como candidata liberal a la presidencia rusa, apareció en la fiesta vestida en color nude, sin sujetador y embarazada. Suficiente como para que alguno considerar que la reunión tenía intenciones «satánicas».
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