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«Primero, quiero felicitaros a todos por vuestro regreso a la patria. Y quiero dirigirme a los que tenéis una conexión directa con el Ejército para agradecer vuestra lealtad al juramento y al deber a la patria, que no os ha olvidado en ningún momento. ... Todos recibiréis condecoraciones estatales. Nos volveremos a ver y hablaremos de vuestro futuro». Así recibió el jueves el presidente de Rusia, Vladímir Putin, al grupo de ocho presos liberados por países occidentales y devueltos a cambio de otras 16 personas encerradas en Rusia.
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Uno los protagonistas del mayor intercambio de prisioneros entre Rusia y Occidente es el periodista hispano-ruso Pablo González Yagüe -que en España utiliza los dos apellidos de su madre y en Rusia el nombre Pavel Alekseevich Rubtsov-, encarcelado en Polonia por presunto espionaje durante casi dos años y medio sin juicio. Ataviado con una camiseta de la Guerra de las Galaxias en la que se leía 'tu imperio te necesita', estrechó la mano de Putin a pie de pista, una deferencia muy poco habitual por parte del dirigente, y participó con el resto de los presos liberados en la breve recepción oficial, a la que también acudieron los principales responsables de la inteligencia rusa: el director del FSB -la antigua KGB- Alexander Bortnikov, el jefe de la Inteligencia internacional SVR, Sergei Naryshkin, y el ministro de Defensa, Andrei Belousov.
El presidente ruso, Vladímir Putin, agradece la lealtad de los presos rusos intercambiados con Occidente, entre ellos el periodista hispano-ruso Pablo González, y avanza condecoraciones por su labor.https://t.co/p47jJf0ua6 pic.twitter.com/G4UDRv6Bkc
— Zigor Aldama 齐戈 (@zigoraldama) August 2, 2024
Poco antes de su aterrizaje, el expresidente Dmitry Medvedev comentó el acuerdo alcanzando con los países occidentales y afirmó que, a pesar de que «los traidores a la patria deberían pudrirse y morir en la cárcel», era más útil para Rusia «recuperar a su gente». No obstante, de momento no ha trascendido nada más sobre la suerte que correrá González, aunque, en un comunicado, su círculo de allegados anunció que responderá a las preguntas que se formulen sobre su caso.
De momento, en declaraciones a Radio Euskadi, la mujer del periodista, Oihana Goiriena, ha criticado la inacción de las autoridades españolas durante todo este tiempo, de las que afirma no haber recibido llamada alguna. «Que se la ahorren. Ya no la quiero», ha espetado la vizcaína, que aún no ha podido hablar con González. «Estoy esperando a que me llame y me dé más datos», ha afirmado, recalcando que la causa contra su marido ya está archivada, lo cual debería allanar el camino para su regreso a España.
El mismísimo Vladímir Putin ha recibido a pie de pista a los prisioneros que Rusia recibe de diferentes países occidentales, entre ellos el periodista Pablo González, a cambio de 24 prisioneros extranjeros.https://t.co/p47jJf11ZE pic.twitter.com/XqSxxWJsH3
— Zigor Aldama 齐戈 (@zigoraldama) August 1, 2024
Ante la falta de reacción oficial por parte del Ejecutivo de Pedro Sánchez, el consejero de Seguridad del Gobierno vasco, Bingen Zupiria, ha tachado de «increíble» que «en un país de la UE una persona pueda estar en prisión preventiva 900 días, sin que haya una acusación en su contra y sin que se haya celebrado un juicio». En declaraciones a Euskadi Irratia, el político jeltzale ha sentenciado que el caso de González «demuestra cómo está el mundo».
Al otro lado del Océano Atlántico, sin embargo, los líderes estadounidenses se enorgullecen del éxito de una delicada operación diplomática que se ha gestado con numerosos baches durante dos años. Y, poco a poco, se van conociendo algunos datos de esta operación digna de película que culminó en las pistas del aeropuerto de Ankara, capital de Turquía, donde Rusia y Occidente se intercambiaron sus prisioneros de un avión a otro.
La idea surgió en 2022, en medio de la invasión rusa de Ucrania, y contemplaba la liberación de una docena de personas. Pero hasta el otoño Rusia no confirmó su interés. «Hubo muchas rondas de negociaciones, sumamente complejas y estresantes», contó el asesor de seguridad estadounidense Jake Sullivan, tras el éxito de la operación. A partir de ese momento, surgió un elemento de especial fricción: el sicario Vadim Krasikov, condenado a cadena perpetua por el asesinato de un hombre en un parque de Berlín y reclamado por Moscú.
Alemania no quería liberar a un criminal con delitos de sangre, pero Estados Unidos propuso intercambiarlo por Paul Whelan, un exmarine encarcelado por espionaje en 2018, y, posteriormente, añadió el nombre del reportero del Wall Street Journal Evan Gershkovich, que fue detenido cuando investigaba al ejército ruso. Sullivan estuvo semanas llamando a su homólogo alemán para lograr el sí de Berlín, mientras buscaba otros espías rusos presos en diferentes países europeos para ampliar una operación en la que Rusia no participaría si no incluía a Krasikov, que este viernes el Kremlin confirmó como agente del FSB.
Ahora, esa devolución del asesino provoca gran polémica en Alemania, porque la viuda de su víctima, Zelimkhan Khangoshvili, criticó este viernes que las Autoridades en ningún momento le avisaron del trato al que habían llegado para liberar al asesino de su marido. «Ha sido una decisión difícil», reconoció este viernes el canciller Olaf Scholz, que dio su beneplácito el pasado mes de junio.
Los últimos retoques de la operación diplomática se dieron en los últimos días, y Sullivan afirmó este viernes que la tensión fue máxima hasta que los aviones estaban listos para despegar y sus pasajeros en los asientos asignados. «Estuvimos conteniendo el aliento y con los dedos cruzados hasta el último minuto», explicó uno de los artífices de un intercambio que pasará a la historia.
El líder de la oposición rusa, Alexéi Navalni, iba a ser uno de los protagonistas más prominentes del intercambio de prisioneros del pasado jueves. Envenenado y encarcelado por el régimen de Vladímir Putin, era considerado una pieza clave de la operación por Estados Unidos, que pretendía liberar también a varios de sus colaboradores. Desafortunadamente, su fallecimiento el pasado mes de febrero en la prisión siberiana donde cumplía una condena de 20 años de cárcel estuvo a punto de malograr el trato. «Temimos que no hubiese forma de encarrilar el asunto», reconoció este viernes el asesor de seguridad Jake Sullivan. Pero las conversaciones continuaron y, finalmente, sus tres colaboradores fueron liberados el jueves.
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