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Joana Serra
Varsovia
Lunes, 16 de octubre 2023, 19:50
Las urnas polacas dieron un veredicto contrario a los objetivos del ultraconservador partido Ley y Justicia (PiS), que quedó sin mayoría suficiente para un tercer mandato y sin aliados en los que apuntalarse. El bloque opositor del liberal Donald Tusk, en cambio, tiene opciones a ... lograr el relevo en el poder, aunque es probable que deba esperar un mes y medio o más para conseguirlo. Corresponde al presidente del país, Andrzej Duda, vinculado al PiS, encargar la formación del gobierno. Una portavoz del jefe de Estado avanzó, la misma noche electoral, que probablemente se decante por la fuerza política más votada, de acuerdo a la «tradición» del país.
La noche del domingo, Tusk había levantado los brazos en cuanto saltaron los primeros sondeos a pie de urna tras el cierre de los colegios. Los datos iniciales dejaban al PiS sin mayoría. El conteo de resultados fue lento y probablemente no se complete hasta este martes. Pero con el 95% escrutado, la comisión electoral comunicaba que un 36% de los votos fueron para el PiS, frente al 30,03% para la Plataforma Cívica (PO) de Tusk. Los presumibles aliados del líder liberal serán la centrista Tercera Vía, con un 14,4%, y la izquierdista Lewica, con un 8,3%. La ultraderechista Confederación, que había anunciado que iría por libre, aunque se consideraba potencial aliada del PiS, quedó en un 7,8%.
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Con esos datos, a falta de los finales, el PIS tendrá 196 de los 430 escaños del Sejm, el Parlamento. Lejos de los 231 que marca la mayoría. El bloque opositor del PO, con Tercera Vía e izquierdistas suma 249. La situación creada, a la luz de esos resultados tiene puntos en común con la de España tras las últimas elecciones generales. El jefe del Estado, en este caso Duda, aparentemente optará por encargar la formación del gobierno al partido más votado, el PiS, pese a no tener una mayoría. Polonia se adentraría así en un mes o mes y medio de negociaciones y pactos. El siguiente paso podría ser una investidura fallida del PiS, a la que seguiría la opción del segundo más votado, la oposición liberal.
249 escaños
ocuparían los representantes del bloque opositor frentre a los 196 de Morawiecki.
Tusk, quien ya fue jefe de Gobierno entre 2007 y 2014, tendría así la opción de regresar al poder y romper el dominio de PiS. El partido del primer ministro, Mateusz Morawiecki, controla también la presidencia del país. Duda llegó al cargo como candidato de la formación ultraconservadora polaca en 2015 y fue reelegido en 2021. En ambos casos, tanto el de Morawiecki como el del jefe del Estado, son cargos «repartidos» en su momento por el líder del PiS y hombre fuerte del país, Jaroslaw Kaczysnki.
Para Tusk, convertirse en primer ministro sería el regreso a la vanguardia política polaca. Tras ser primer ministro entre 2007 y 2014, pasó a ocupar al puesto de presidente del Consejo Europeo. Lo que debería haberse visto como motivo de orgullo para Polonia, país miembro de la UE desde 2004, se volvió en su contra. A partir de ahí, para parte de los electores ha pasado a ser un político lejano, más centrado en su actividad o carrera en Bruselas que en los intereses nacionales.
A ello se suma que el PiS le acusa de haber recortado los presupuestos de Defensa mientras ocupó la jefatura del gobierno, a lo que Morawiecki ha respondido en los últimos años acelerando la renovación de sus fuerzas armadas con inversiones multimillonarias. La invasión de Ucrania por las tropas rusas ha reforzado los argumentos del PiS y las acusaciones hacia Tusk, al que el partido de Kaczynski tilda de haber sido un siervo de Bruselas, de Berlín e indirectamente de Moscú.
Las generales polacas se perfilaban como las más relevantes para el país desde 1989, en que se celebraron los primeros comicios en democracia tras el hundimento del comunismo. Por lo pronto, se registró una participación récord para unas elecciones democráticas en ese país, un 73%. Se atribuye la movilización del electorado a la polarización PiS-Tusk pero también a las ansias de muchos polacos de pasar página a la confrontación con Bruselas caracterizada por los ocho años consecutivos de gobierno ultraconservador.
Varsovia se ha convertido en ese periodo en un país incómodo, que acumula expedientes y sanciones por sus andanadas contra derechos fundamentales, hostil al asilo e impulsor de una reforma del poder judicial que vulnera la independencia de la Justicia. La confrontación con Bruselas no solo ha minado las relaciones de Varsovia con el bloque comunitario –y especialmente con la Comisión Europea de Ursula von der Leyen-, sino que además ha comportado el bloqueo de los fondos post-pandemia asignados a Polonia.
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Finalmente puede que el pragmatismo o afán por aliviar las relaciones con Bruselas hayan actuado a favor de Tusk. En cualquier caso, al PiS le sobrevino además una derrota inesperada en lo que respecta al referéndum incluido a instancias del Gobierno de Morawiecki en la jornada electoral. Incluía cuatro consultas, una de las cuales buscaba el rechazo explícito de la población a la reforma migratoria de la UE y en especial al mecanismo para la reubicación de inmigrantes irregulares. El referéndum no alcanzó el mínimo de participación necesario para ser vinculante -un 50 %-, lo que choca con el porcentaje récord logrado en las generales. Es un golpe para el PiS, que estaba determinado a bloquear el acuerdo de la UE, como avanzaron Morawiecki y el primer ministro húngaro, el ultranacionalista Viktor Orban, en la cumbre de la UE de Granada.
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