El presidente francés, Emmanuel Macron, este martes en el Palacio del Elíseo. EFE

La izquierda mantiene el pulso con Macron y se ausenta de la segunda ronda de consultas

El malestar por el retraso en el nombramiento de un primer ministro deriva en la convocatoria de una protesta por el «abuso de fuerza» del presidente

Enric Bonet

París

Martes, 27 de agosto 2024, 18:42

El presidente francés, Emmanuel Macron, empieza a enredarse en su estrategia de dejar pasar las semanas y así cansar y dividir a sus adversarios, sobre todo a la coalición unitaria de la izquierda del Nuevo Frente Popular (NFP). Tras su negativa el lunes de dejar ... a esta alianza -vencedora por la mínima de las elecciones legislativas del 7 de julio- que intente gobernar, todos los partidos progresistas se ausentaron este martes de una segunda ronda de reuniones en el Elíseo para elegir a un primer ministro.

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«Estamos ante un presidente que quiere ser al mismo tiempo presidente, primer ministro y jefe de partido. Las instituciones no pueden funcionar de esta manera», denunció por la mañana Lucie Castets, la candidata propuesta por el NFP para encabezar un Ejecutivo, en una entrevista radiofónica en France Inter. Macron excluyó de manera prácticamente definitiva el lunes la designación de Castets como jefa de Gobierno. Lo hizo con el argumento de que su gabinete haría frente «de manera inmediata» a una moción de censura del resto de las formaciones.

Sin embargo, el problema para el presidente es que no se vislumbra ninguna mayoría clara en una muy fragmentada Asamblea Nacional. Su gestión, en teoría justificada por su rol de árbitro y garante de la «estabilidad institucional», puede confundirse con la voluntad de forzar a la derecha tradicional de Los Republicanos (LR) y al centro-izquierda a aceptar una «gran coalición» con los macronistas, una fórmula que ideológicamente se parece a lo que encarna Macron. Pero no solo el Partido Socialista rechaza esta opción, sino que tampoco entusiasma a la actual dirección de LR, solo dispuesta a aceptar un «pacto legislativo» con una coalición presidencial que salió derrotada de los comicios anticipados del 7 de julio, en que perdió más de 80 diputados y quedó segunda.

Tras una primera ronda de reuniones, entre el pasado viernes y el lunes, en que fueron invitados todos los partidos, el Elíseo excluyó de estos nuevos contactos a la ultraderecha de Marine Le Pen y a la Francia Insumisa (afines a Sumar o Podemos), a pesar de que se trata del partido del Frente Popular con un mayor número de diputados. Con esta estrategia, Macron pretende dividir a la coalición progresista. Pero, de momento, la izquierda se mantiene unida y aguanta el pulso con el jefe del Estado.

El Partido Socialista (PS), el Partido Comunista y Los Ecologistas rechazaron la invitación a los nuevos encuentros a partir de este martes. Solo han aceptado participar en ellos las formaciones del centro-derecha macronista, la derecha tradicional de Los Republicanos (LR) -en su caso se celebrará el miércoles- y del grupo Liot, compuesto por centristas opuestos a Macron y regionalistas de Bretaña o Córcega.

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Mayor discreción

A diferencia de la primera ronda, más formal y en que los medios tenían acceso al palacio presidencial, esta segunda se celebra con mayor discreción. El presidente podría sondear esta vez los nombres que tiene en mente para la jefatura del Gobierno. Aunque desde el Elíseo insisten en que desean un nombramiento rápido, en las bambalinas de la política gala ya se asume que este tardará varios días, probablemente hasta principios de septiembre. Y el conjunto del Ejecutivo no se conocerá hasta que terminen los Juegos Paralímpicos el día 8.

No obstante, la suma de todos esos partidos (los macronistas, LR y Liot) apenas alcanza los 235 escaños, es decir, lejos del umbral de la mayoría absoluta (289). Por consiguiente, una hipotética coalición de esas fuerzas también se vería amenazada por una posible moción de censura. Aún más teniendo en cuenta el cabreo en la izquierda con lo ocurrido en los últimos días, en que el presidente aceptó recibir primero a las formaciones del Frente Popular, lo que parecía una aceptación de su victoria en las legislativas. Pero luego cerró de un portazo la posibilidad de que intenten gobernar.

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Reacciones

Olivier Faure

Partido Socialista

«Los franceses empiezan a cabrearse, por no decir que algo más. Y este es el peligro, ya que la rabia no desaparecerá»

Fabien Roussel

Partido Comunista

«¿En qué otra democracia occidental las urnas son ignoradas de esta manera, excepto Estados Unidos con Trump?»

Lucie Castets

Candidata del Frente Popular

«Macron quiere ser a la vez presidente, primer ministro y jefe de partido. Las instituciones no pueden funcionar así»

«Esas consultas solo fueron pura comunicación», lamentó Marine Tondelier, secretaria general de los verdes, sobre la primera ronda de contactos en que primó la escenografía y la voluntad de Macron de apartar a Castets de la carrera para Matignon. «¿En qué otra democracia occidental las urnas son ignoradas de esta manera, excepto los Estados Unidos donde el señor Trump contestó el resultado de las elecciones y envió a sus partidarios a invadir el Capitolio?», se preguntó Fabien Roussel, responsable del Partido Comunista, quien pidió «una gran movilización popular».

Además de anunciar una moción de censura contra cualquier primer ministro que no sea Castets y un proceso de destitución contra el presidente -una iniciativa que divide a la izquierda-, la Francia Insumisa indicó que participará en manifestaciones el 7 de septiembre contra el «abuso de fuerza» de Macron.

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Aunque, de momento, no respalda esas protestas convocadas por organizaciones estudiantiles y de jóvenes, el PS abrió la puerta a que sus militantes se sumen a ellas. «Las francesas y los franceses empiezan a cabrearse, por no decir que algo más. Y este es el peligro que toma el jefe del Estado, ya que la rabia no desaparecerá», advirtió Olivier Faure, secretario general de los socialistas. Con el argumento de garantizar «la estabilidad institucional» -utilizado para apartar al Frente Popular del Gobierno-, Macron corre el riesgo de favorecer el desorden en la calle. Y alimentar un malestar, ya palpable desde hace años, contra su propia figura.

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