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Hay asesinatos que no son iguales a los demás. Por sus características propias y por el momento en que se producen acaban teniendo un impacto tan grande que propician un cambio en la sociedad. Es lo que ocurrió en España con la muerte de Ana ... Orantes en 1997, un feminicidio que conmocionó a la opinión pública y marcó un punto de inflexión en la manera de responder a la violencia de género, que acabó cristalizando en la aprobación en 2004 de la ley contra esta lacra, considerada entonces una de las más avanzadas de Europa. 26 años después del asesinato de Orantes en Granada a manos de su exmarido tras denunciar en la televisión las palizas que recibía, Italia vive un momento similar al que desencadenó en nuestro país aquella muerte. La conmoción provocada por el último feminicidio coincide con el debate este miércoles en el Senado de Roma de una nueva ley que endurece las penas contra los maltratadores, potencia la prevención y mejora la ayuda a las víctimas.
La triste protagonista del caso que ha sacudido a la opinión pública transalpina se llamaba Giulia Cecchettin, tenía 22 años y su cadáver fue encontrado el pasado sábado en los alrededores del lago de Barcis, al noreste del país. Llevaba una semana desaparecida tras ser vista por última vez con su exnovio, Filippo Turetta, al que detuvieron el domingo en Alemania y que será extraditado a Italia al estar acusado de haber acuchillado mortalmente a Cecchettin, para deshacerse luego de su cadáver y emprender una huida por Austria y Alemania.
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Este crimen ha contado con una atención mediática y social inédita en un país donde, hasta hace bien poco, los asesinatos machistas pasaban casi desapercibidos para los grandes medios. Y eso que no se trata de casos aislados. Según los últimos datos del Ministerio del Interior, entre comienzos de 2023 y el 19 de noviembre se registraron en Italia 106 homicidios de mujeres, de las que 87 perecieron en el ámbito familiar y afectivo, siendo sus asesinos en 55 casos sus parejas o exparejas. Las cifras son similares en los tres años anteriores: en ninguno ha habido menos de un centenar de feminicidios cometidos por familiares o compañeros sentimentales presentes o pasados de sus víctimas.
«Turetta es definido como un monstruo, pero no lo es. Un monstruo es una excepción, una persona externa a la sociedad y de la que ésta no debe ser responsable. En cambio hay una responsabilidad. Los 'monstruos' no son enfermos, son hijos sanos del patriarcado». Son estas las palabras con las que Elena Cecchettin, la hermana de la asesinada Giulia, comenzó la carta que escribió el 'Corriere della Sera', el principal diario del país. Elena ha aprovechado la enorme atención mediática para tratar de que la sociedad italiana, una de las más machistas de Europa occidental, abra los ojos frente a la raíz del problema. «El feminicidio no es un delito pasional, sino de poder. Hace falta una educación sexual y afectiva extendida para enseñar que el amor no es posesión», remarcó en su misiva.
Además de endurecer las penas para los maltratadores y asesinos de mujeres, el Gobierno conservador de Giorgia Meloni tiene previsto lanzar un programa educativo en las escuelas para prevenir la violencia machista. Son iniciativas que resultan insuficientes a ojos de la líder de la oposición, la izquierdista Elly Schlein, que respaldó el llamamiento de la directora Paola Cortellesi para sacar adelante iniciativas más ambiciosas. Cortellesi trata magistralmente este problema en su película 'C'è ancora domani' ('Aún queda mañana'), el último fenómeno en las salas de cine con cerca de 20 millones de euros de recaudación cuando todavía no ha pasado un mes desde su estreno.
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