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Para ser una persona que dice no sentirse cómoda cuando habla sobre su familia, el nuevo primer ministro del Reino Unido, sir Keir Starmer, ha logrado en las últimas semanas que las audiencias se rieran cuando recordaba de nuevo, en entrevistas o debates, que su ... padre trabajó en una fábrica de herramientas. Se burlaban de su aparente empeño en presentarse como un 'hijo de la clase obrera'.
El recuerdo es hondo y complejo. Su identificación con la mayoría de la población, que tiene un mínimo capital, quizás le daba votos, pero la confesión a su biógrafo, Tom Baldwin, de la tortuosa relación entre padre e hijo muestra la pena. Un amigo común organizó una charla virtual y casi terapéutica entre Starmer y Barack Obama, autor de un gran libro sobre la experiencia sentimental masculina 'Los sueños de mi padre'.
Los sueños del padre de Starmer se amargaban por la falta de reconocimiento de su intelecto. No pudo ir a la universidad, pero era un hombre de máquinas, libros y música de Shostakovich y Beethoven, que entregó su vida entera a Jo, una mujer algo más joven que padecía una terrible artritis. Aún así dio a luz a cuatro hijos. Vivieron en una casa de relativo caos en Osted, en una zona rural del sur de Inglaterra.
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Aunque Starmer retrata a su madre enferma como la fuente de energía y afectos, a los 16 años se afilió a la organización juvenil de los laboristas. Su padre, al que esboza como autoritario y de trato áspero, imponía silencio cuando leía el diario izquierdista 'The Guardian'. Expresaba rechazo a Margaret Thatcher por la destrucción de oficios industriales que estaba causando.
Sus virtudes escolares le permitieron el traslado a un buen colegio de la comarca para estudiantes de pago y su incorporación a un grupo selecto de becados en el que destacaba el nuevo primer ministro. En la adolescencia colegial le molestó que le hubiesen dado el mismo nombre de pila que el fundador del Partido Laborista, Keir Hardy. Avanzó como estudiante, futbolista y músico de flauta.
Estudió Derecho en las universidades de Leeds y Oxford, renunció a la flauta cuando entendió que su interpretación de Mozart y otros era producto de su disciplina sin arte, pero sigue jugando al fútbol. Se dejó llevar por las bandas juveniles de los ochenta: Bay City Rollers o The Jam. Colaboró con publicaciones socialistas y desembocó en Doughty Chambers, un despacho con prestigiados juristas.
Uno de sus fundadores, Geoffrey Robertson, quedó decepcionado en la primera entrevista con el joven aspirante, que se presentó al examen luciendo un jersey y mostrando inseguridad. Unos años después se había convertido en un letrado con gran reputación en casos relacionados con los derechos humanos. Publicó guías esenciales sobre errores judiciales y la ley de Derechos Humanos.
Su caso más popular fue defender gratis a una pareja acusada de difamación por la multinacional McDonald's, pero su papel en la anulación de penas de muerte en países caribeños y africanos de la Commonwealth fue extraordinario. Defendió a terroristas islámicos y a un soldado británico que había matado a un joven en Irlanda del Norte. Extremadamente minucioso y ecuánime en la defensa de acusados, fue director de la Fiscalía del Estado con gobiernos laboristas y conservadores.
Uno de sus amigos de juventud dice a su biógrafo que ya entonces tenía «un patriotismo de pueblo». El joven socialista apoyó la guerra contra la junta militar argentina tras su invasión de las islas Malvinas. Hay detalles de su personalidad -ser abogado, su reserva, la falta de brillantez, el trabajo medido y colectivo o el patriotismo- que recuerdan a Clement Attlee, primer ministro desde 1945 a 1951. Era menospreciado como un don nadie por Winston Churchill, pero su Gobierno laborista transformó el Estado británico de una manera profunda.
Los conservadores y el público han criticado a Starmer por la falta de claridad de sus objetivos, sus discursos repetitivos o haber cambiado de opinión con frecuencia. Pero ha navegado en circunstancias que no eran propicias.
Entró en el Parlamento en 2014 y ha pasado todo el tiempo en la oposición. Un líder que no tolera reuniones sin papeles pasó los años tumultuosos del Brexit en el desorden creado por el radical Jeremy Corbyn y sus seguidores. Tras una derrota que dejaba al partido condenado a un largo tiempo de oposición, Corbyn dimitió y Starmer fue elegido nuevo líder.
'Corbynistas' le culpan de la derrota de 2019 por lograr que el partido prometiera convocar un referéndum sobre el acuerdo que Boris Johnson firmase con la UE. Los derechistas le acusan de defender como aspirante al liderazgo planes radicales que luego abandonó. Fijado en su objetivo, implacable y cauto, ha llevado a los laboristas a Downing Street en la primera oportunidad.
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