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Vladímir Putin parece decidido a quemar todos sus cartuchos en la guerra, y de una forma rápida, aunque para ello deba revolucionar la cúpula castrense. A los analistas occidentales todavía les sorprende el repentino nombramiento de Valeri Guerásimov como el máximo jefe militar del teatro ... de operaciones en Ucrania. El presidente ruso abre así una situación absolutamente inédita al unir en una misma persona el liderazgo que ya tenía como responsable del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas con el del comando conjunto de todas las ramas del Ejército que combaten en el país vecino. Se trata de una concentración de poder sin parangón, que los medios moscovitas atribuyen a una eventual intensificación de la ofensiva que saque a las tropas rusas del atasco que nuevamente vuelven a sufrir ante la resistencia ucraniana.
La apuesta del presidente es de alto riesgo. Guerásimov no se prodiga públicamente -«mi trabajo consiste en manejar las tropas, no dar entrevistas», ha dicho en alguna ocasión-, pero es el jefe del «consorcio de cerebros» que dirige las Fuerzas Armadas, según señala el observador militar Viktor Baranets en 'Komsomolskaya Pravda'. Es decir, un individuo del que aparentemente resultaría muy difícil prescindir llegado el caso. Políticamente, solo el ministro de Defensa, Serguéi Shoigu, se encuentra por encima de él, pero en la estructura militar es la autoridad de mayor rango después del comandante en jefe -Putin-, lo que le confiere la potestad de dar determinadas órdenes al Ministerio de Defensa y decidir sobre las tropas o la adquisición de material bélico. Su designación conduce a una singular simbiosis: el general refuerza su rol como estratega principal del Kremlin y el ministro de Defensa aumenta su peso político en la guerra al amarrar de forma directa todo lo que sucede en el frente.
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En septiembre, unas imágenes del presidente y Guerásimov en actitud distante dispararon las sospechas sobre una mala relación entre ambos por el pésimo curso de la invasión rusa. Si aquello era cierto o fruto de las habituales campañas de intoxicación informativa de este conflicto, lo cierto es que la confianza parece recuperada. Un episodio lo revela. Cuando las unidades invasoras se retiraron de Járkov en septiembre, el líder checheno Ramzan Kadírov arremetió contra Guerásimov. Le acusó de una deficiente planificación y de haber mantenido al mando de la defensa de la región al coronel Alexander Lapin, ferozmente criticado desde sus propias filas por haber trasladado su cuartel a más de un centenar de kilómetros y manejar 'a distancia' a los soldados destinados en primera línea.
Sin embargo, en el rompecabezas de cambios aplicado ahora, Guerásimov se vuelve más poderoso y Lapin ha sido ascendido esta semana a jefe del Estado Mayor del Ejército de Tierra. No obstante, también circulan rumores que dibujan un Putin más maquiavélico que en realidad quiere poner a prueba a su principal asesor.
Si fuera así, el nuevo responsable del comando en Ucrania ha sido provisto de un sólido trío de generales como segundos al mando: Serguéi Surovikin, jefe de las Fuerzas Aeroespaciales; Oleg Salyukov, responsable de las tropas en tierra, y Alexei Kim, hasta ahora jefe adjunto del Estado Mayor. Putin envía a las trincheras a un cuarteto principal de pesos pesados con el consiguiente riesgo de verse obligado a apartarlos en caso de que fracasen en su misión. El envío a primera línea resulta metafórico porque, salvo Surovikin, el resto de mandos desarrollará buena parte de sus funciones previsiblemente desde Moscú en labores como la planificación de combate .
La reestructuración entroniza a quien ha sido cuestionado reiteradamente por las equivocaciones en el campo de batalla desde el inicio de la invasión. Y más allá, relega a Surovikin, un expeditivo general que satisface a los ultranacionalistas y había alimentado el ánimo de los más patriotas como artífice de la guerra energética contra Ucrania y la retirada de Jersón sin una sola baja. El checheno Kadírov y el fundador de los mercenarios del Grupo Wagner, Yevgueni Prigozhin, hablan muy bien de él. El 'carnicero' es un individuo tan seco y duro como una bala.
Pero la falta de cohesión entre las unidades desplegadas en Donbás –un fallo recurrente en los casi once meses de guerra–, la ausencia de avances territoriales y la destrucción del cuartel general ruso en Donetsk el día de fin de año han inducido finalmente a su sustitución. También parece que Surovikin disponía de competencias menores a la que tiene Guerásimov, que por ejemplo le impedían dar órdenes a la aviación de combate o a los servicios de Inteligencia.
Los nombramientos elevan sustancialmente el estatus de la «operación militar especial», explicó este jueves al periódico 'Izvestia' el experto militar Vladislav Shurygin. «Con Guerásimov, sin bromear, podemos decir que todo el poder militar del Estado se dirigirá a resolver las tareas» en el frente. Su opinión la revalidan otros analistas, convencidos de que Putin desea cambiar cuanto antes el rumbo de una guerra próxima a cumplir un año cuando el Kremlin pretendía ganarla en semanas. Y para eso confía en « un militar hasta la raíz de sus cabellos», según expresión del ministro de Defensa.
Lo certifica un medallero que incluye las altas condecoraciones de la nación. Viktor Baranets destaca su «fuerte control de mando y la capacidad de tomar decisiones no estándar». A lo que cabe añadir un intelecto militar fruto del cual surgió la conocida 'doctrina Guerásimov', donde el general sienta las bases de la guerra moderna híbrida. En 2013 publicó un amplio ensayo donde advertía del enfoque integral de la OTAN y EE UU sobre los conflictos armados e instaba a Moscú a fomentar la colaboración del Ejército con el espionaje y otros recursos civiles: Internet, la propaganda –incluidos bulos– entendida como un método de subversión y todo tipo de acciones destinadas a conseguir estallidos sociales contra los gobiernos rivales. Su convicción de que «los medios no militares» son a veces más valiosos que «la efectividad de las armas» ha sido puesta a prueba en Crimea en 2014 y ahora en Ucrania, aunque el devenir de la invasión demuestra que la doctrina todavía está verde.
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