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Joana Serra
Berlín
Miércoles, 7 de febrero 2024, 18:57
«Estoy profundamente decepcionado, no entiendo al señor Omtzigt», exclamó el líder del ultraderechista Partido por la Libertad (PVV) neerlandés, Geert Wilders, a través de sus cuentas en redes sociales. Tres meses después de imponerse su partido contra pronóstico como primera fuerza en las elecciones ... generales de Países Bajos, Wilders se ha topado con el rechazo del llamado Nuevo Contrato Social (NSC), del diputado Pieter Omtzigt, a entrar en su Gobierno.
El 'no' ha llegado tras varias rondas de negociaciones y después de que el ultraderechista Partido por la Libertad suavizara sus posturas más radicales en materia migratoria. Incluso renunció ya en campaña a tratar de llevar adelante algunas de sus promesas, como el cierre de las mezquitas o la prohibición del Corán. Tras los comicios tuvo que ver cómo el Senado aprobaba leyes en materia de acogida de refugiados contrarias a sus postulados, pero auspiciadas por otros partidos.
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El jefe de Nuevo Contrato Social entró en las negociaciones de coalición tras las elecciones junto con otras dos formaciones del centro o la derecha moderada, aunque en campaña había expresado su rechazo a un Gobierno liderado por Wilders. El martes por la noche, la víspera del esperado informe sobre el estado de los contactos, dio por abruptamente cerradas las conversaciones. Esta vez, no en desacuerdo con la línea del líder ultra en materia migratoria, sino por considerar que su concepto económico y financiero son inviables.
Omtzig fundó su Nuevo Contrato Social -que logró 20 escaños en las pasadas elecciones, la mitad que el ganador PVV- como un partido contra la corrupción y los recortes sociales practicado por anteriores coaliciones lideradas por el liberal Mark Rutte, que estuvo trece años al frente del Ejecutivo neerlandés. El aún primer ministro no concurría como candidato en esos comicios, pero sigue en el cargo en funciones a la espera de que se forme un nuevo gabinete.
El Partido por la Libertad obtuvo en las elecciones nacionales del pasado noviembre 37 del total de 150 escaños del Parlamento neerlandés, casi el doble que en la anterior cita con las urnas. Su victoria fue una sorpresa, porque los pronósticos apuntaban a un pulso entre los liberales, el centrista Omtzig o el bloque entre socialdemócratas y verdes comandado por el veterano Frans Timmermans. La gran fragmentación política que soporta el país dejó a Wilders muy lejos de la mayoría parlamentaria y ante la perspectiva de una compleja negociación. Eso no es raro en esa nación: el experimentado Rutte precisó en su última legislatura 271 días hasta lograr un acuerdo de coalición. La diferencia es que el líder del PVV no es un facilitador de consensos, dado su radicalismo. Pese a haber limado su perfil en estos últimos meses, lleva décadas en política predicando una islamofobia furibunda.
De no lograr encontrar los socios que precisa ni lanzarse a un Gobierno en minoría, un Ejecutivo arriesgado tanto para Wilders como para sus aliados potenciales, podría recaer el encargo de tratar de formar gabinete a Timmermans, que quedó en segundo lugar y obtuvo 25 escaños. La siguiente opción sería la convocatoria de elecciones anticipadas. De momento, Rutte sigue en su puesto, lo que a su vez aplaza indefinidamente sus posibilidades de suceder al noruego Jens Stoltenberg como nuevo secretario general de la OTAN. Al neerlandés se le considera un sólido aspirante al puesto.
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