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Dime quién te felicita y te diré quién eres. Cuando el miércoles Geert Wilders, líder del Partido por la Libertad (PVV), ganó la elecciones en Países Bajos, de inmediato llegaron los mensajes de apoyo de Marie Le Pen (Francia), Matteo Salvini (Italia), Viktor Orban (Hungría) ... y Santiago Abascal (España). La ultraderecha europea considera a Wilders uno de los suyos. Desde 2017 le apodan el 'Donald Trump holandés'. Entonces fue el segundo más votado en los comicios. Ahora, aunque necesita aliarse con formaciones de derecha o centroderecha, tiene en su mano formar gobierno. Ha triunfado su lema: «Holanda para los holandeses». Y ha vencido con frases xenófobas que repite sin ningún complejo: «Hay demasiada chusma marroquí en nuestra tierra».
A Wilders (60 años, La Haya) le gusta empezar sus discursos con un 'no'. No se siente de extrema derecha, sino liberal. No quiere más inmigración. No acepta las ideas del Corán, el equivalente para él al 'Mein Kampf', el manifiesto que escribió Hitler e inspiró al nazismo. No permitirá más mezquitas. No admitirá el velo. No al euro. No a la Unión Europea... Desde hace años está amenazado de muerte. Suele llevar chaleco antibalas, siempre tiene guardaespaldas a su lado y cambia a menudo de domicilio. Ha habido momentos en los que, por seguridad, sólo podía ver a su esposa una vez por semana.
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Esa cárcel invisible en la que vive por miedo a un atentado islamista no le ha cerrado la boca. Cargó contra Ángela Merkel tras un ataque terrorista en un mercadillo navideño en Berlín al culpar a la canciller alemana por alentar la acogida de refugiados sirios. Ya antes, en 2004 y tras el asesinato de cineasta Theo van Gogh en Ámsterdam a manos de un islamista, había hablado de una «guerra declarada contra los radicales». «Si no reconocemos que estamos en guerra y actuamos con decisión, me temo que la cosa va a ir a peor». Muchos electores le creen.
Más de una década después y ante las cámaras de televisión abogó por «cerrar las fronteras a un islam que no encaja en Holanda». Y lo argumentó así: «Hay un millón de musulmanes en este país, de los cuales el 70% piensa que las leyes islámicas son más importantes que nuestro sistema liberal». Entre las personas a las que había que cerrar la muga incluyó al presidente turco, Tayyip Erdogan. El carácter provocador de Geert Wilders quedó patente cuando convocó un concurso de caricaturas sobre Mahoma, con 10.000 euros como premio, tras el ataque contra la revista francesa Charlie Hebdo en enero de 2015. Tuvo que cancelarlo por el aluvión de amenazas de muerte que recibió. En 2013, Al-Qaeda había incluido su nombre en la lista de los que persigue «vivo o muerto». Pusieron precio a su cabeza, coronada por un tupé oxigenado. ¿No es rubio natural como tantos neerlandeses?
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Pues no. La antropóloga Lizzy van Leeuwen ha buceado en el árbol genealógico de Wilders. Su abuelo materno, Joan Ording, se casó con Johanna Meijer, una joven de familia judía de origen indonesio. Ording hizo carrera en Java hasta que perdió su trabajo de alto funcionario y tuvo que retornar a Países Bajos con los bolsillos casi vacíos y ocho hijos que alimentar. Fueron mal recibidos por la población autóctona. Como si fueran holandeses de segunda. Por las venas de Wilders fluye sangre indonesia. Menos rubia. Para eso está el tinte. Indonesia fue colonia de Países Bajos y es un país musulmán. ¿Viene de ahí su animadversión hacia el islam?
Ante un grupo de seguidores en un acto público preguntó en alto si querían que hubiera más o menos inmigrantes marroquíes. «¡Menos, menos, menos!», corearon todos. «Me encargaré de eso», les prometió. Esta escena es de 2014. Ahora, casi diez años después, puede dirigir el Gobierno neerlandés.
Ha llegado a la cima tras un largo viaje. No fue un estudiante talentoso. Tras el bachiller, viajó a Israel. Pasó dos años trabajando en un kibutz (granja). Aprendió a amar todo lo relacionado con el mundo hebreo y a desconfiar de los musulmanes, que amenazaban desde el otro lado de la frontera. Ya de retorno en Países Bajos fue colaborador de Frits Bolkestein, político conservador contrario a la inmigración. Pronto dio un paso más. En 2006 fundó su actual partido. Y en un país con un alto nivel de vida y de bienestar social, lo ha levantado sobre el rechazo al diferente y la necesidad de recuperar la soberanía nacional frente a una Unión Europea que se lleva de Holanda más de lo que aporta. Eso defiende Wilders, el 'Trump neerlandés, el más votado el miércoles para felicidad de la extrema derecha europea.
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