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«En París, entusiasmo; en Moscú, decepción; en Kiev, alivio. Suficiente para estar feliz en Varsovia». Con este tuit celebró el primer ministro polaco, Donald Tusk, los resultados de la segunda vuelta de las presidenciales francesas, en la que el triunfo del Nuevo Frente Popular ... frustró las aspiraciones de formar gobierno de la Agrupación Nacional de Marine Le Pen. La Unión Europea (UE) tuvo el domingo la vista puesta en la capital gala, ante los sondeos que daban la victoria a la extrema derecha. Ahora, se mantiene expectante ante un escenario de compleja gobernabilidad, pero con la tranquilidad de que el cordón sanitario a los ultras hizo efecto.
La única reacción desde Bruselas fue la del comisario de Economía, el socialdemócrata Paolo Gentiloni, quien escribió un entusiasta «¡Viva la República!» en sus redes sociales. Aunque la UE no comenta los resultados de los comicios de los Estados miembros, la posibilidad de que Francia cayera en manos de la ultraderecha inquietaba a las instituciones comunitarias. Una victoria de Le Pen habría dejado en manos de este tipo de formaciones a dos de los grandes países del bloque.
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Pedro Sánchez fue otro de los líderes europeos que celebró los resultados de los comicios franceses: «Esta semana, dos de los mayores países de Europa han elegido el mismo camino que eligió España hace un año: rechazo a la ultraderecha y apuesta decidida por una izquierda social que aborde los problemas de la gente con políticas serias y valientes», apuntó el presidente español.
Con Giorgia Meloni al frente del Gobierno italiano, Geert Wilders en Países Bajos, Petr Fiala en República Checa y Viktor Orbán en Hungría, la victoria de Le Pen habría dejado a la ultraderecha al borde de lograr una minoría de bloqueo dentro del Consejo Europeo. La mayoría de acuerdos entre los Veintisiete requiere un consenso del 55% de los Estados miembros, que deben representar al menos al 65% de la población europea; y es precisamente esta segunda premisa la que habrían podido explotar Le Pen y la extrema derecha.
La sombra de la ingobernabilidad, sin embargo, sobrevuela el Elíseo. La fragmentación del Parlamento francés -el partido del euroescéptico Jean Luc Melenchón será la primera fuerza, los liberales del presidente, Emmanuel Macron, se mantendrán segundos en escaños y Agrupación Nacional supondrá la tercera formación- dibuja un escenario que está lejos de ser el ideal para Bruselas.
A ello se suma el auge de la derecha más radical en las elecciones europeas de hace un mes, que ha llevado a estas formaciones a crear un nuevo grupo ultra en el Parlamento comunitario, Patriotas por Europa, que será el tercero más numeroso de la Eurocámara. El líder de La Liga, Matteo Salvini, confirmó este lunes que los treinta eurodiputados del partido de Le Pen se incorporarán a la agrupación ideada por el dirigente húngaro y de la que también forma parte Vox. De este modo, contarán con un total de 84 eurodiputados, superando a los liberales de Renew y a los Conservadores y Reformistas (ECR), con Meloni a la cabeza, que aspiraba a ser la tercera fuerza en el nuevo hemiciclo.
La estrategia de Orbán y su partido, Fidesz, ha sido la de atraer a su órbita a formaciones de Identidad y Democracia (ID), el grupo más a la derecha de la Eurocámara, y de corte ultranacionalista. La nueva agrupación parlamentaria también incluye desde antiguas siglas de ECR, como Vox, a la extrema derecha holandesa de Wilders o el Partido de la Libertad de Austria. Queda por ver qué influencia tendrá este nuevo bloque radical en las políticas de la Eurocámara.
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