Después del detallado testimonio que ofreció la exactriz porno Stormy Daniels sobre el estrado el martes para demostrar que su encuentro sexual con Donald Trump fue real, este jueves le tocaba a la defensa mermar su credibilidad.
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Desde que la conoció en 2006 en un ... torneo de golf para celebridades en el Lago Tahoe, Trump supo que la despampanante rubia de Louisiana que tenía delante no era una rubia cualquiera, sino una «inteligente» como su hija, le dijo al invitarla a cenar. Daniels tenía 27 años y ya dirigía sus propias películas. Él, 60. Este jueves el magnate tuvo la oportunidad de ver cuánto había acertado en su veredicto, y ella de demostrar que 18 años después es todavía más lista.
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Para ese interrogatorio crucial en el juicio por fraude fiscal al que se enfrenta en Nueva York no eligió a su abogada más sexy, Alina Saad Habba, ni al hombre en el que se apoya para el proceso, Todd Blanche, sino en Susan Necheles. La abogada de 64 años con más experiencia en desmontar a testigos se vende en su página web como «capaz de sacar un conejo de la chistera». Con ella eran tres las mujeres de alto coeficiente intelectual que se dieron cita en la quinceava planta del Tribunal de Center Street donde se ha concentrado la atención del mundo.
En la puerta, periodistas y curiosos hacían cola desde las 3:00 h de la madrugada. Era, con mucho, la mayor expectación que ha despertado el proceso, testimonio ineludible de que el morbo y el sexo son lo que más vende. Daniels vive de ello desde que a los 17 años comenzó a desnudarse en un club de Baton Rouge, mientras consideraba estudiar periodismo. Vestida discretamente, con un vestido verde y una chaqueta negra, melena al viento y gafas de pasta en la cabeza, por si había que leer algún documento, la actriz respiró hondo, se ajustó los hombros hacia atrás y miró fijamente a la abogada de Trump, lista para el combate. Le guardaba las espaldas otra Susan, Hoffinger, la fiscal que este jueves se encargó de poner freno al acoso de la defensa de Trump. Paradójicamente, las tres son demócratas, lo que no debía tener muy contento al expresidente.
A diferencia del martes, cuando el juez tuvo que llamarle la atención por maldecir en voz alta mientras Daniels describía el encuentro sexual que tuvieron en 2006, este jueves Trump cerró los ojos con frecuencia, sin dejar de fruncir el ceño y susurrar al oído de su abogado. Su abogada buscaba coger a Daniels en un renuncio para poner en duda su versión de ese encuentro, aunque fuera solo en la mente de uno de los miembros del jurado, que es todo lo que necesita para que no se pongan de acuerdo. En caso de empate, el juez tendría que declarar el juicio nulo.
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«Usted tiene mucha experiencia en hacer que falsas historias de sexo parezcan reales», sugirió. Daniels no se dejó cazar. «Yo no lo pondría así. El sexo que aparece en las películas es muy real, al igual que todo lo que me pasó a mí en esa habitación». Se trataba de presentarla como una buscavidas sin escrúpulos que había explotado la celebridad de Trump para hacerse un hueco en los periódicos y sacar dinero a su costa. Daniels sin duda ha sacado partido de aquel encuentro desagradable por el que se encontró repentinamente en la cama con un multimillonario que la había invitado a cenar, sin que nunca hubiera comida en la mesa.
Además de los 130.000 dólares que pagó Trump por enterrar su historia, 15.000 de la revista In Touch, amén de otras entrevistas, recibió un contrato para publicar un libro valorado en 800.000 dólares. Pero cuando Necheles sugirió que lo que buscaba esa noche era poder decir públicamente que se había acostado con Trump, ella replicó rauda y veloz. «Nadie querría decir eso en público».
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«Usted se inventó todo eso, ¿verdad?», sugirió. No importaba que la fiscal objetase. Aunque lo retirase, nadie podía borrar sus palabras de la mente de los miembros del jurado en los que plantaba la idea. Daniels también aprovechaba para remachar una y otra vez que lo que había contado era la verdad.
Durante siete horas de interrogatorio, repartidos en dos jornadas, mantuvo el tipo, la mirada fija y el tono desafiante, con respuestas ágiles y sagaces que en alguna ocasión hicieron reír al abogado de Trump. Los miembros del jurado, sin embargo, mantenían un estricto rictus para no desvelar emociones. Lo importante era que cuestionasen las intenciones de la actriz, que no puede negar haber sacado partido financiero con parafernalia que incluye vender velas de la «Santa de las Imputaciones» en su web. «A diferencia de Trump», replicó irónica.
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«Usted estaba amenazando con hacerle daño si no le daba el dinero», insistió Necheles, al recordar que mientras negociaba Daniels discutía dar una entrevista a un periodista de la revista 'Slate'. «Falso», negó ella. La entrevista con Weisberg «era como una póliza de seguro para que la historia se contara si fracasaban las negociaciones del acuerdo de confidencialidad». Al final, Daniels aceptó la oferta de 130.000 dólares «porque se estaba acabando el tiempo», y eso es lo más dañino que ha dicho en el juicio. El tiempo se acabó el 8 de noviembre de 2016, cuando Trump ganó las elecciones y, por tanto, el impacto de su historia ya no le importaba. Eso demuestra que no pagó para proteger a su familia del escándalo, como alega, sino para esconderlo de los votantes en un fraude electoral que convierte sus 34 faltas contables en delitos graves, penadas con hasta cuatro años de cárcel cada una.
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