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Sobre la mesa del presidente de Portugal, Marcelo Rebelo de Sousa, las elecciones celebradas el domingo arrojaron un montón de piezas muy difíciles de encajar en el puzle político luso. El empate técnico entre los conservadores de Luís Montenegro (Alianza Democrática) y un partido socialista ... a la baja encabezado por Pedro Nuno Santos vino acompañado por la eclosión de Chega. La formación de ultraderecha dirigida por el populista André Ventura ha multiplicado por cuatro sus resultados al cosechar un millón de votos. Casi uno de cada cinco portugueses ha apoyado a un partido radical e irrelevante hasta hace nada. Montenegro ya ha anunciado su «predisposición» a formar un gobierno en minoría. E insiste en que no pactará con Chega. Eso le obligará a acordar la abstención de los socialistas o a apoyarse puntualmente en la ultraderecha. Portugal entra en un periodo de inestabilidad, en un puzle donde las piezas no cuadran.
Ni siquiera se ha acabado el recuento. Concluirá dentro de unos días cuando se añadan los votos de la emigración. Ahora, con el 99 por ciento escrutado, el Partido Socialista (PS) tiene el 28,66 por ciento de los sufragios, mientras Alianza Democrática (AD) registra el 28,63. Empatados. Por su parte, Chega sube hasta el 18 por ciento. En escaños, a falta aún de esos votos por contar, AD logra 79 diputados en un Parlamento de 230 asientos. El PS suma 77 y Chega obtiene más de 40. Nadie llega a los 116 que dan la mayoría absoluta que sí disfrutó el PS en la anterior legislatura.
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Los socialistas se han hundido. Portugal era una de las pocas banderas que le quedaban a la izquierda en Europa. Su derrota envía un mensaje descorazonador para otros partidos progresistas del continente. La investigación por un caso de corrupción que obligó a dimitir en noviembre al primer ministro, António Costa, ha penalizado a la formación ahora encabezada por Nuno Santos. No lo oculta: «El Partido Socialista estará en la oposición. Iniciaremos un proceso de renovación y trataremos de recuperar la confianza de los portugueses», dijo en la noche electoral.
Ya ha anunciado su «predisposición» a fomar un gobierno en minoría
«Estaremos en la oposición e iniciaremos un proceso de renovación»
«Tenemos la posibilidad de liberarnos de la izquierda y la extrema izquierda»
También se comprometió a no dinamitar la política lusa. «No pondremos obstáculos a una solución gubernamental», dijo. Los socialistas permitirán que el conservador Montenegro guíe un Ejecutivo en minoría. Eso sí, sin la presencia de Chega, que se ha convertido en el dolor de cabeza de las menguantes fuerzas de izquierda. «No podemos ignorar el resultado que ha cosechado la extrema derecha», lamentó Nuno Santos.
Si en abril, cuando Rebelo de Sousa convoque a Montenegro, se inicia la formación de un gobierno conservador en minoría, el Partido Socialista podría permitir la aprobación de los presupuestos. Eso daría aliento, al menos a corto plazo, a Alianza Democrática, aunque su posible gobierno parece ahora mismo destinado a tener una vida breve. Durante la madrugada posterior a los comicios, Montenegro no dejó de escuchar cómo el líder e Chega le ofrecía una coalición. Su respuesta sigue siendo negativa. «He dado mi palabra de que no pactaré ni con la extrema derecha ni con la extrema izquierda. Y la cumpliré», zanjó el líder de AD.
Tanto Montenegro como Nuno Santos miran de reojo a André Ventura, la voz ultra que se siente el verdadero ganador de estos comicios. Portugal, bastión del socialismo europeo, asiste como buena parte de Europa al crecimiento de una formación ultra que ha colocado a la inmigración en su punto de mira. Ventura, un personaje que adquirió relevancia pública en tertulias futbolísticas por ser un ferviente seguidor del Benfica, ha arremetido siempre contra la etnia gitana. Les acusa de quedarse con la mayoría de los subsidios sin aportar nada al Estado. Y durante la pandemia pidió para ellos un confinamiento «específico».
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Chega, que significa 'Basta', promete que va a «limpiar» el país. Ha aglutinado el voto de protesta, el de ciudadanos hartos de sueldos bajos y pensiones que no dan para vivir. Ventura, como todos los líderes ultras del mundo, ha encontrado un enemigo ideal en el exterior, en la inmigración, que no era un problema en Portugal hasta que Chega lo ha colocado sobre el tablero. «Si nosotros gobernamos, Lula da Silva (presidente de Brasil, origen de buena parte de los emigrantes) no entrará en nuestro país. Y Pedro Sánchez sólo vendrá cuando sea necesario», lanzó en una ocasión.
Ventura insiste en formar parte del futuro gobierno en coalición con los conservadores de AD. Ayer le lanzó un mensaje a Montenegro: «Hay una mayoría clara y definida. Y está formada por AD y Chega. Tenemos la posibilidad de crear un gobierno de cambio y de empezar a liberarnos de la izquierda y la extrema izquierda». Montenegro se niega. Las piezas no encajan y Portugal camina a tientas hacia la inestabilidad.
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