Para cuando Harris subió en la noche del jueves al escenario del United Center de Chicago a dar el discurso más importante de su carrera, el Partido Demócrata ya era otro. En cuatro días la formación en el poder ha dejado atrás el pasado, con ... el presidente Joe Biden relegado a la primera jornada, y manda a casa a 50.000 participantes cargados de energía que deben contagiarla a lo largo y ancho de Estados Unidos para ganar las elecciones del 5 de noviembre.
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«Ya casi lo tenemos, chicas, no podemos permitir que se nos escape», dijo este jueves la activista de color Cheryl Lee Ralph, a una sala llena de mujeres y hombres en el McCormick Center. La convención del Partido Demócrata ha estado inusualmente repartida entre dos grandes escenarios: el centro de convenciones donde cada mañana se reunían por grupos los delegados y activistas, en encuentros motivacionales para aprender las técnicas y la oratoria con que esparcir la energía en los próximos 74 días, y el United Center, a ocho kilómetros, al que han subido las grandes estrellas a dar sus discursos para una audiencia nacional que los ve por televisión. Pink cerró este festival político, en el que también han actuado Stevie Wonder, John Legend y hasta ha hablado la reina de la televisión Oprah Winfrey.
«¿No os sentís ahora orgullosos de pertenecer al Partido Demócrata?», les preguntó Bill Clinton el miércoles. Entre el público, la asambleísta de Missouri, Ken Smith, reconocía que hace un mes no podía convencer a nadie para votar por su formación, «porque no veían diferencia entre ninguno de los dos». «Ahora la narrativa ha cambiado. Tengo un montón de argumentos para convencerlos de que este es un nuevo partido, en el que sus voces se van a oír». Solo ha pasado un mes desde que el 21 de julio Biden anunció su retirada de la campaña, «pero parece que hace un millón de años», confesaba.
La presencia de Biden, de 81 años, en el escenario de la primera noche, con un largo discurso en el que recapitulaba los logros de su gobierno y su propia trayectoria política, llegó cerca de la medianoche en la costa este, con dos horas de retraso, lo que obligó a prescindir de la actuación de James Taylor. «Di cabezadas», reconoció la asambleísta de Missouri. Cerrado el capítulo del tributo al presidente, un cartel de primera ha calentado los ánimos y le ha entregado a la vicepresidenta Harris, de 59 años, un público entregado y convencido de que la victoria es posible, e incluso se puede soñar con más. «No me conformo con ganar, quiero que sea por goleada, para que no haya dudas y acabemos de una vez con todo ese movimiento MAGA ('Make America Great Again')», dijo una delegada de Alaska.
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Zigor Aldama
El 'Make America Great Again' ('Haz America grande de nuevo') de Donald Trump suena ahora oscuro y añejo, tras el gran publirreportaje de la convención del Partido Demócrata, que se ha reinventado con «la presidenta de la alegría», la bautizó Bill Clinton. La energía que Harris ha traído a la campaña ha permitido al mismo equipo de colaboradores que tenía Biden reconvertir las burlas crueles del candidato republicano en activos. Allí donde el expresidente la tacha de «loca» por su risa, las camisetas que se venden en la calle alrededor del pabellón promueven el 'Make America Laugh Again' ('Haz que América ría de nuevo').
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A partir de su propia biografía como hija de inmigrantes, criada, por una madre soltera de India, en un suburbio conflictivo de San Francisco, la mujer que aspira a ser la primera presidenta de Estados Unidos, trajo consigo en la última noche de la convención una visión de optimismo y esperanza centrada en el futuro que empieza a calar en la calle. Ana Ortega, una mexicana que trabaja para la empresa de paquetería UPS y aprovechaba estos días para conseguir un ingreso extra al volante de Uber, admitía que antes de que Harris tomase el control de la campaña iba a votar por Trump.
«La verdad, Biden no ha hecho nada, y encima ha dejado entrar a todos esos venezolanos y haitianos que se encuentran con la mesa puesta, mientras que yo tengo hermanos y primos que llevan aquí 20 años y no pueden legalizar su situación», contaba Ortega. Para ella la vicepresidenta ofrece una alternativa de esperanza que le permite votar por alguien que no le irrite cada vez que lo vea en televisión. Frente al odio y la división de Trump, la actitud conciliadora de una mujer que promete mover el país «hacia delante». «Forward» (Adelante), dice ahora el cartel que exclamaba «Hope» (Esperanza) con Obama, que el artista Shepard Fairey ha adaptado para la ocasión.
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«Vamos a ganar. Esta es una nueva campaña», aseguró Terry McAuliffe, expresidente del partido, que sigue ejerciendo de barón y saltaba estos días de grada en grada para asegurarse de que cada delegación tiene «exactamente lo que necesita para ganar». «¿Todo bien?», les preguntaba.
El propio candidato a vicepresidente, Tim Walz, ha aparecido por algunos de los desayunos y reuniones que se han celebrado en el McCormick, haciendo honor a la imagen de hombre sencillo y campechano que conecta con la calle. Harris rompió la tradición de que la nominada esté ausente hasta la hora de su discurso de cierre al aparecer brevemente la primera noche e incluso hablar fugazmente desde el escenario. Luego desapareció de nuevo y dio un mitin el martes en el mismo lugar de Milwaukee donde Trump se coronó, en un guiño desafiante. Parecía que competía con su propia convención, pero en realidad conectó en directo al término de la votación ceremoniosa que consolidaba públicamente su nominación.
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En las gradas, la delegada californiana R. L. Miller era una de las pocas que ya conocía a Harris antes de que su carrera desembocase en este momento histórico. Hasta tiene fotos con ella cuando, como fiscal general, se comprometía a no aceptar dinero procedente de las energías fósiles. El cambio climático ha brillado por su ausencia en esta convención, pero la medioambientalista no lo echa de menos. «Este no es el lugar para hacer políticas, aquí venimos a recargarnos de energía y salir motivados para trabajar en la campaña». Como se declara «la eterna optimista, política», se ha ido esperanzada con la victoria. «Hubiera ayudado también a Joe Biden a ganar, pero ahora lo hago con entusiasmo por el futuro».
Para los próximos 74 días todos tienen una agenda cargada de trabajo para tocar puertas, hacer llamadas y participar en reuniones con las que movilizar el voto. Va a ser una carrera cuesta arriba, les ha advertido Obama. No pueden confiarse, pero ahora salen a jugar con la bandera del entusiasmo.
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