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Nunca en su historia la OTAN había amenazado a China en un comunicado público. Lo hizo este jueves por primera vez en la declaración final de la cumbre de tres días celebrada en Washington para conmemorar su 75 aniversario y prepararse para el futuro. Naturalmente, el Gobierno de Xi Jinping ha reaccionado airado, al igual que Rusia, su presunto cómplice.
La declaración va mucho más allá de criticar las «ambiciones declaradas y políticas coercitivas» del Gobierno comunista, «que amenaza los intereses, la seguridad y los valores» de la OTAN, sino que lo acusa de alimentar la industria bélica rusa. Eso incluye la transferencia de componentes armamentísticos, equipo bélico y elementos brutos para su sistema defensivo. «China se ha convertido en un facilitador clave en su guerra contra Ucrania», acusa. «No puede abastecer la mayor contienda en Europa de la historia reciente sin que eso tenga un impacto negativo en sus intereses y su reputación», advierte la organización.
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Washington se ha encargado de compartir con los aliados inteligencia que demuestra el apoyo de Pekín a la industria militar rusa, según fuentes de diversos medios. Hasta ahora el apoyo de la potencia asiática había sido más palpable en las organizaciones multilaterales, como el Consejo de Seguridad de la ONU, donde ha usado su derecho a veto para impedir un alto al fuego en Ucrania, al igual que lo ha hecho EE UU con Israel en Gaza. Para la OTAN, la República Popular China está ahora al nivel de Irán y Corea del Norte como industria de guerra para el arsenal ruso. Y no es sólo eso.
«Hemos visto actividades cibernéticas e híbridas maliciosas y sostenidas que procedían de la República Popular China, incluyendo desinformación», sostiene el comunicado. La preocupación atlántica es que se extiende también a su arsenal nuclear, «con más cabezas y mayor número de sofisticados sistemas para lanzarlas». Se expande y diversifica «rápidamente», por lo que la OTAN le urge a tener «una conducta responsable» y a involucrarse en discusiones para la reducción de su riesgo estratégico. La estrategia propuesta es promover la estabilidad a través de la transparencia.
El virulento lenguaje de este comunicado da vida a un nuevo orden mundial en el que se enfrentan dos grandes bloques, el de Occidente en torno a una OTAN ampliada a 32 miembros tras la adhesión de Finlandia y Suecia, y el que ha creado en su órbita Rusia, con China, Irán y Corea del Norte. En el centro de esa polarización de titanes está el conflicto bélico de Ucrania, eje de la declaración con la que cerró este jueves la cumbre. Si «China» se menciona 15 veces, «Ucrania», 66.
Con su diplomacia oriental, Pekín advirtió a la OTAN de que lo que tiene que hacer es «tomar acciones concretas para desescalar, en lugar de echar la culpa a otros», dijo el portavoz de Asuntos Exteriores, Lin Jin. «Urgimos a la OTAN a que reflexione sobre la raíz de esta crisis y lo que ha hecho», añadió.
«Lograremos que llegue el día en que nuestro país sea invitada a formar parte de la OTAN»
Lo que hemos visto en los últimos meses es que los aliados de la OTAN no se han dejado intimidar»
«Si dejamos de apoyar a Ucrania, la guerra terminará con el pueblo pisoteado por el agresor»
«Corea del Norte, Irán y China están facilitando la guerra de agresión de Rusia contra Ucrania»
Para algunos fue la política de George W Bush para acercar Ucrania a la OTAN la que provocó la anexión de Crimea y la guerra reciente. Según ello, las incursiones de la OTAN en Asia a través de países invitados a esta cumbre, como Australia, Nueva Zelanda, Japón y Corea del Sur, son una provocación similar para China. Su portavoz acusó a la organización de demostrar «una mentalidad de Guerra Fría y retórica beligerante, llena de provocaciones, mentiras, incitaciones y difamaciones».
La potencia asiática no asistió a la última conferencia de paz sobre Ucrania celebrada en Suecia porque Rusia no estaba invitada. Su propuesta de paz de doce puntos presentada el año pasado para acabar con la guerra no ha recibido suficiente interés como para desarrollarla con detalles específicos. Ni Rusia ni Ucrania parecían interesadas.
En privado todos los mandatarios extranjeros que han acudido a la cumbre han querido saber quién será el próximo presidente, con la candidatura de Biden por el Partido Demócrata más en el aire que nunca. También con discreción, los estrategas demócratas empiezan a medir las posibilidades de éxito que tendría la vicepresidenta, Kamala Harris, a quien le corresponde el poder en línea de sucesión.
Biden no se ha retirado, pero cada día eso parece más irremediable. El presidente se ha enfrascado esta semana en una intensa agenda de bilaterales y actos oficiales con los que pretende demostrar que está capacitado para continuar en el cargo cuatro años más.
Listo para recoger el testigo y retomar su Gobierno donde lo dejó, Trump reiteró el jueves en un mitin en su campo de golf de El Doral (Florida) la amenaza de abandonar en manos de Rusia a aquellos aliados que no cumplan con sus obligaciones defensivas. «Yo no sabía qué demonios era la OTAN hasta poco antes (de ser presidente), pero no tardé mucho en averiguarlo, como dos minutos», contó. «Y lo primero de lo que me di cuenta fue de que no estaban pagando. ¡Nosotros lo estábamos haciendo! ¡Estábamos pagando por casi todo en la OTAN! Y les dije: ¡Eso es injusto!». Acto seguido pasó a mofarse de forma teatral con las supuestas conversaciones en las que los países de la Alianza Atlántica le suplicaban ayuda. «Señor, ¿nos protegerá? Y les dije: No, no os protegeré de Rusia».
Con esa duda en el aire se retiraron este jueves los 32 líderes de la OTAN y sus aliados, que no votan en las elecciones de Estados Unidos, como ha recordado el próximo secretario general, el holandés Mark Rutte, pero comparten su suerte.
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